El reciente debate entre los dos aspirantes a la candidatura presidencial de los EUA exhibió la peligrosa deriva de la democracia que lleva a que cada vez se confíe menos en ella como la forma para elegir a los más aptos. Ver a dos octogenarios tratar de determinar su capacidad de gobernar por su hándicap en el golf resulta lamentable, como deplorable es también que los ciudadanos tengan que decidir entre un aspirante con senilidad avanzada y un delincuente mentiroso y delirante.
Con la cantidad e importancia de los intereses que participan en la política estadounidense, se antoja imposible que los personalismos definieran la sucesión, sin embargo, todo parece estar girando sobre las personas y sus actitudes, bajando el nivel del debate político.
Es evidente que los procesos democráticos en América han sido, en los últimos tiempos, caracterizados por el personalismo. Se explica así que hayan obtenido el poder personajes como Milei en Argentina, Bukele en El Salvador y en México Andrés Manuel López Obrador y que, además, su personalismo los lleve a Bukele a buscar la reelección y a Andrés Manuel la permanencia de su partido y movimiento, ambos transgrediendo la legalidad.
En América Latina, son más explicables estos personalismos, porque las fuerzas reales de poder no son en realidad tan poderosas, como ya se vio en México donde el poder presidencial subyugó a los “poderes fácticos” y sometió a los otros dos poderes, más no se puede pensar lo mismo en relación con nuestros vecinos del norte.
A diferencia de México, donde los partidos políticos son una caricatura que no representa a nadie más que a sus propios líderes, el bipartidismo en EUA es real y poderoso y en su interior se disputan posiciones políticas como un medio para proteger intereses de todos los niveles y muchas veces se identifica a los candidatos como sus personeros.
Existen grupos que influyen decididamente en las directrices doctrinarias y posiciones políticas de los partidos y los candidatos elaboran sus plataformas de acuerdo a las conveniencias de sus soportes y aportantes. No se concibe a Trump abogando por el control de armas, pues esto supondría que la poderosa Asociación Nacional del Rifle le retirara su apoyo, ni tampoco a favor del aborto pues perdería a poderosas asociaciones religiosas y electores conservadores que han sido su núcleo.
Hay grupos como el Tea Party, la Asociación de Veteranos de Guerras Extranjeras, y los lobbys de las industrias farmacéutica; de energía, que tiene que ver con los grandes intereses del petróleo, gas y políticas medioambientales; y el lobby de tecnología con grupos tan importantes como TechNet e Internet Asociation, además de los acereros, industria tabacalera y sindicatos, que son verdaderos pesos para la integración de plataformas políticas y para el sostén económico de las campañas.
Es sin duda un sistema que pudiéramos decir a prueba de personalismos, sobre el que solo opera en contra la pluralidad y la ya muy diversa composición sociodemográfica de ese país, que se ha convertido en el contrapeso de los poderes económicos y es ahí donde se contrastan las posiciones de los dos partidos y juegan su papel las personalidades de los aspirantes.
En el caso de los republicanos se explica su apoyo a Donald Trump a pesar de ser un impresentable y transgresor de leyes e instituciones, porque encarna en mucho a un alto porcentaje del electorado, es altamente rentable, lo que no habla bien de la formación o cultura democrática de un amplio segmento del pueblo estadounidense. Pero en tratándose de los Demócratas, la personalidad sobria y mesurada, respetuosa del entramado institucional de Joe Biden, se demerita después de que en el debate se exhibió lo que todos han venido diciendo respecto a su senilidad.
Lo peligroso del momento electoral en EUA es que el personalismo de Trump ha secuestrado a las estructuras de soporte republicanas, mientras que la sombra de Joe Biden no ha dejado crecer a nuevas figuras demócratas. Es muy lamentable que el país más poderoso del mundo tenga que definir su futuro con una baraja tan débil.
A su favor tienen que es un país con instituciones sólidas, respetables y respetadas, que hacen funcionar a la nación, sin embargo, el mensaje que mandan al mundo con esa calidad de liderazgo no creo que se traduzca en mayor confiabilidad para sus aliados en el entorno internacional, en especial cuando el mundo se ha vuelto más complejo económica y políticamente.
Los bloques de la geopolítica mundial se están reconfigurando y el país que hasta hoy ha sido líder en occidente tiene que demostrar que su liderazgo no depende de la personalidad de un hombre, sino de la fortaleza de su sistema democrático y sus instituciones. Eso no sucederá con Trump y su personalismo, por eso urge revivir a Biden. Es lo que hay.