GOTA A GOTA
“Llueva, truene o relampaguee, el tren maya se construirá. Querámoslo o no”, vocifera rabioso el tabasqueño que habita en Palacio Nacional. Sí, el mismo que llama a la paz, a la concordia, a vivir en los vergeles de la serenidad. El tren va porque va, aunque no tenga de maya, absolutamente nada. Aunque implique la destrucción de la selva, santuario de México y de la humanidad entera; aunque traiga consigo el desplazamiento de las comunidades, la atroz devastación de las plantaciones; aunque aniquile el maravilloso verdor que da cobijo al jaguar, al tapir y al quetzal; aunque el tendido de las vías acabe, con sus vibraciones, los mantos acuíferos. Cualquier ecologista sensato tiene presente estas devastaciones. Pero así son los caprichos de los poderosos como este tabasqueño que, por ser vencedor en las cifras del sufragio, cree haber transitado de la encomienda para ser un buen administrador a dueño de lo que es de todos los mexicanos. Impunemente además. Y va porque va, dada su voluntad ‘non sancta’, dada una promesa que nadie le ha pedido.
¿Y quiénes serán los beneficiarios? Por lo pronto, los constructores venidos de quién sabe dónde. ¿Acaso chinos rapaces que devorarán elevados porcentajes del presupuesto destinado al turismo? ¿Y después? A quienes puedan, con sus caudales, gozar un paisaje lastimosamente degradado, que, si son conscientes, llorarán la desdichada herencia que dejamos a las próximas generaciones.
Esta es la 4T: la imposición del Ser Único, el invierno de la polifonía de nuestro devenir, Y frente al silencio de la mayoría, lo irremediable, la fatalidad de una dictadura que enrarece la trama del desarrollo plural. Y va porque va. Pues lo que cuenta en nuestro amado México es el monólogo y, por supuesto, el falso diálogo con una ciudadanía representada por quienes cubren las ‘mañaneras’, ese banquete de propaganda oficial, alimento de un pueblo espiritualmente anémico. Quiero decir: sin sangre, sin coraje, sin dignidad, conforme con las dádivas de un ‘padre espurio’ que a su tiempo reclamará la recompensa.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes y a los ciudadanos. Sí a la vida y a la libertad de expresión.