GOTA A GOTA
Hermosa ciudad la nuestra: Querétaro. Con sus templos, sus claustros, sus casonas. Limpias sus calles, sus cielos sin alambres. Por algo fue declarada “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO. Y sin embargo, recientemente ha ocurrido lo peor. En las manos torpes de Marcos Aguilar se convirtió en un adefesio: concesionó la recolección de desechos, modificó la calle de Ezequiel Montes arruinando a los indefensos comerciantes de la zona. Y aquella ciudad pulcra se convirtió en un basurero. ¿Un negocio? No tengo las cifras. Pero la gente lo sospecha. La cereza en el pastel podrido: una construcción cercana a los arcos, emblema de Querétaro. Con la complicidad del INAH: mancuerna siniestra con las autoridades municipales. En nombre de una modernidad inapelable. Argumento falaz. Me indigna, como a muchos otros queretanos. ¿Irremediable? Al parecer, sí. Nos han derrotado los intereses, los más mezquinos. Comprendo el callado repudio de un Jaime Font, celoso guardián de nuestra conservación monumental.
Y ya ni qué decir de las ciclovías cuyos trazos discontinuos, lejos de alentar el uso de la bicicleta, producen un desconcierto a quienes optan por este modo de movilidad.
En conclusión el balance de la obra cultural en nuestra amada urbe es paupérrimo: un museo que no lo es por carecer de acervos, nula política editorial, ausencia de una buena red de bibliotecas, descuido de los repositorios del patrimonio documental: archivos y hemeroteca.
¿Podremos dar un giro los próximos años? Dependerá de las organizaciones de la sociedad civil.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes y a los ciudadanos. Sí a la vida y a la libertad de expresión.