GOTA A GOTA
Hace 75 años, el gran escritor Alfonso Reyes escribió una “Cartilla Moral” dedicada a la formación de los escolares mexicanos, que el gobierno de la República ha vuelto a editar. La edición fue retocada por José Luis Martínez (S/F), ‘en busca de mayor sencillez’, pero sin apartarse de ‘la intención y el espíritu’ del texto. La actual edición abre con una presentación del presidente López Obrador que es muy poco afortunada. Pues que sus primeras líneas nos hablan de ‘la decadencia’ que hemos padecido por la corrupción y la falta de oportunidades de empleo, amén de la pérdida de valores… Y añade que la Cartilla es su propuesta para lograr “el renacimiento” de México. Si la decadencia supone un esplendor, ¿cuándo se dio?; si la pérdida de valores es una verdad, ¿cuándo acompañaron nuestras vidas?; si se busca el renacimiento, ¿cuándo ocurrió la muerte? Como puede advertirse, la palabra es importante y no puede proferirse así nomás.
Pero vayamos al contenido de la Cartilla. Somos hombres porque tenemos conciencia del bien. El bien es el conjunto de nuestros deberes. Desobedecerlos es el mal. El discurso de Don Alfonso se desenvuelve en un plano de universalidad tal que no hay lugar a cuestionamiento alguno, aunque él esté pensando en la sociedad moderna, pues remite el bien a la rectitud, la verdad, el aseo, el decoro, la cortesía, la benevolencia, la laboriosidad. “El bien nos obliga a sí mismos a ser discretos, cultos y educados en lo posible”.
Como el formidable helenista que fue, encuentra en los griegos, particularmente en Aristóteles, su fuente de inspiración. El bien es la virtud; la virtud, la felicidad. Su guía corre de la mano de la “bondad natural” que emerge de un instinto, pero también de la educación. Aunque yo diría que más de la educación que del instinto. Pues que de manera natural, el ser humano no es bueno ni malo: somos vástagos de una historia, de una circunstancia. Así pues, el naturalismo de Don Alfonso no es del todo convincente. Crecemos en un entorno que es nuestra moldura: nos conduce al bien o al mal, a la empatía o a la sociopatía, al amor al otro o a su destrucción. El predominio de Eros o Tanatos, de las pasiones alegres o tristes, son frutos sociales que encarnan aquí y allá, en el cuerpo y el alma de cada persona.
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