GOTA A GOTA
Durante los años del Tercer Reich (1933-1945), la impartición de justicia se vinculó estrechamente con el sentimiento popular. Adolfo Hitler, abrigaba la creencia aborrecible de que “sólo es camarada del Derecho quien es camarada del pueblo”. En concordancia con esta equiparación, instauró el Alto Tribunal Popular, órgano represor de la disidencia que dictó cerca de 5 mil sentencias de muerte, al propio tiempo que obligó a renunciar a jueces socialdemócratas o judíos, pues éstos permanecían fuera de la comunidad del Derecho, es decir, del Pueblo.
Digo esto porque el mandamás tabasqueño, en una de sus conferencias matutinas, reiteró lo ya dicho una y mil veces: que en él no habita la venganza y que si por él fuera, no juzgaría a sus antecesores, pero si el pueblo se lo pide, tendrá que hacerlo. ¿Cuál pueblo y cómo se lo pediría y por qué delitos? No sabemos. Pero sea cual fuere el procedimiento, significará abolir el estado de Derecho y abrir la puerta a la barbarie, a una especie de linchamiento, contrario al proceso civilizatorio. ¿Habrá caído en la cuenta este hombre de dónde está y de la resonancia jurídica y ético-política de sus palabras? ¿O como en otras ocasiones sólo habla por hablar para condescender con una audiencia silente frente al aluvión de injurias que el cristiano, cabeza de la República Amorosa, lanza sobre sus adversarios? ¿No habrá quien o quienes le digan al oído que su verbo lo coloca al borde del abismo y que lejos de contribuir a la pacificación del país, alienta la violencia; una violencia análoga a la de la plebe nacionalsocialista que sembró el terror en el mundo? Debo suponer que nada hará, so pena de poner en riesgo su mandato mismo. Pero queda ahí, en su aberrante discurso, la constancia de una irresponsabilidad imperdonable. Pues bien sabemos que después de aquellos crímenes que cubrieron de sangre a Europa, otro tribunal, el de Nuremberg, puso, al menos por un momento, el orden devastado por aquel demente que contó con la voluntad mayoritaria de un pueblo que hoy desearía olvidáramos aquella tragedia.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes y a los ciudadanos. Sí a la vida y a la libertad de expresión.