GOTA A GOTA
La subasta
Paso obligado para cruzar desde África del Norte el Mediterráneo. Pero también muralla para impedirlo. Eso es libia. La pobre Libia que aún no cicatriza las heridas de la dictadura de Muamar el Gadafi y sufre ahora tres gobiernos que no consiguen darle un poco de paz. Por el contrario, vive crispada por guardias costeras bien fortalecidas y crímenes de la humanidad.
La cifra de las atrocidades es inaudita. 20 mil inmigrantes africanos que huyen de la violencia y la miseria, como nuestros humanos centroamericanos, han sido capturados por bandas criminales y llevados a centros de detención. Otros muchos dibujan el escenario, macabro de cuerpos mutilados y asados vivos. 3 mil de esos desesperados han sido, por fortuna, rescatados. Y son incontables las personas que han sufrido torturas y abusos como la sodomización. La Unión Europea, tan anhelada, ha facilitado embarcaciones, fondos y entrenamiento a los guardacostas para frenar el flujo de los refugiados. Y de nada ha valido las acusaciones de Amnistía Internacional.
En mitad de este caos, la esclavitud de seres humanos regresa con toda su fuerza. Se sabe y se calla. Pero no falta quien desea comprobarlo con sus propios ojos. Una reportera afroamericana de CNN se arriesga disfrazándose de comerciante de esclavos e ingresa a la zona de las subastas. Como todo es clandestino, esconde sus intenciones y su cámara. Pero en la penumbra podemos entrever a esos jóvenes que serán objeto de la compraventa. Las ofertas oscilan entre los 400 y 500 dólares. Casi todos son nigerianos, carne de esta siniestra operación. Cerrado el trato, como en una subasta de antigüedades, los jóvenes pasan a ser propiedad de algún desalmado. ¿Qué hará con estos seres humanos? Solo Dios sabe, por así decirlo.
Ya en Atlanta, sede de la cadena noticiosa, la reportera edita su relato de la crueldad, de esa bajeza que puede parecernos inverosímil. Pero no lo es. En pleno siglo XXI, asistimos al testimonio de aquello que suponíamos pertenece a los tiempos de la barbarie. Esos nubarrones asoman en el cielo de México. Nadie podrá alejarlos. Ni el Mesías.