GOTA A GOTA
El denuesto
Todos los diccionarios, ya sea el Autoridades o el de María o el de María Moliner o el Etimológico de Corominas equiparan la palabra ‘denuesto’ a otras de uso más común como injuria, insulto, vituperio. Proviene del latín ‘honestus’ que con el prefijo ´de´ equivale a calificar a alguien de deshonesto. Pues bien, el señor López Obrador que ha recorrido el país con la intención de conquistar el voto ciudadano, ha colocado en el centro de su discurso no, como sería de esperarse, lo que propone, sino justamente el denuesto, ya refiriéndose, en abstracto, a la ‘mafia del poder’, ya personalizando, trátese del presidente Enrique Peña Nieto o de José Antonio Meade de manera explícita, ya insultando a Ricardo Ricardo Anaya calificándolo de ‘pirruris’.
¿Es el discurso de la indignación o del odio? Más bien de este último. Comprendo que el odio es un sentimiento vital, una señal de que estamos vivos, pero también habla de nuestras heridas, de nosotros mismos, por tanto. Frente a las masas, nos desnuda. Revela lo que somos, nuestras carencias, nuestros fracasos, nuestros resentimientos. En su miseria, López Obrador, solo sabe el insulto, la mofa, el recelo.
Me pregunto por qué tal reiteración en el caso de ese señor. Por qué ese empeño en querer acabar con todo, en decir ‘no’ a todo. ‘No’ a las reformas sin argumentar sus deficiencias. ‘No’ a las obras, así sean aprovechables, como el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. ‘No’ al ejercicio de la autoridad y el uso legítimo de la fuerza por parte del Estado cuando, bajo ciertas circunstancias, se combate al crimen organizado, y ese ‘sí’ a una posible amnistía que sólo garantiza la impunidad. Triste indulgencia con los devastadores de la paz.
¿Por qué no crear, en vez de destruir? La creación es un arte; gobernar, es también un arte. Arte de conducir al pueblo, por el sendero de su bienestar. Por qué consumirse con esa ‘frase hecha’ de la ‘esperanza de México’. Frase hueca de moralista que ha adoptado para su movimiento, con o sin intención subliminal, el nombre de Morena, que nos remite a la guadalupana, icono de amor de muchos mexicanos.
¿No podría el señor López Obrador perdonar? Y al perdonar no aludo a olvidar todo, sino olvidar el discurso del odio y sustituirlo por el de la justicia. Pero, como lo afirma Alice Miller, “el perdón no puede ser exigido con preceptos ni mandamientos, ha de ser vivido como una gracia y surgirá espontáneamente cuando ningún odio siga envenando el alma.” La de ese señor tan obcecado y la de sus seguidores, atrapados por un populismo indeseable, verdadero enemigo de la democracia.