GOTA A GOTA
La escenografía
Todo un fenómeno, un genio, un mago de la comunicación, un nuevo modo de hacer política. Pero vaya modo de hacerla: para anunciar la cancelación impía de las estancias infantiles, considerar ‘hipocráticas’ a las calificadoras financieras internacionales, llamar a la purificación de la vida institucional, quejarse una y otra vez de las políticas neoliberales, deshacerse de los organismos autónomos, denostar a las universidades públicas como ‘mentirosas’, solo por el hecho de emplear métodos de selección para el ingreso, lo que me trae a la mente aquel año de 1933, cuando Antonio Caso, tan inteligente como olvidado, escribió, en el contexto de su célebre polémica con Vicente Lombardo Toledano, acerca de la educación universitaria. Algo que viene como anillo al dedo a propósito de las impertinencias del tabasqueño: “su fin es aristocrático: seleccionar capacidades; pero su base es democrática (…) todos los mexicanos están llamados a participar de los altos galardones universitarios.” Los tiempos han cambiado. Hoy los jóvenes tienen mil y una opciones para educarse, que no así espacios para encontrar empleo. Mi generación fue todavía de aquellas que veían en la educación universitaria una opción prestigiosa. Unos la aprovechamos, otros no.
Y vuelvo a mi asunto. Más que un modo nunca visto de hacer política, es un modo de deshacerla. Es convertir la política en propaganda, en el pueril afán de mantener una alta popularidad y, en lo peor, emplear un recinto laico para sancionar ‘moralmente’ al otro o desdeñarlo. Quien habla en el estrado no es un Jefe de Estado, sino un párroco gruñón. Y sus interlocutores no son el pueblo, sino unos pobres desmañanados que le festejan sus chistoretes cuando denigra con una sonrisa un tanto demencial, a sus críticos llamándolos “ternuritas”. El señor marca ‘la agenda del día’, es decir, una boruca entorno a él, pues es Narciso quien manda aquí. Pero no administra, porque tal vez no sabe que la administración pública es la mano de la política. Política sin administración es, valiéndome de una metáfora futbolera, solamente peloteo en la media cancha. Es decir, jugar a nada.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes. Sí a la vida y a la libertad de expresión.