Francisco Morales V
Desde la terraza de un hotel sobre República de Guatemala, el arquitecto Wang Shu contempla la vista de la Catedral Metropolitana, el Templo Mayor y, a lo lejos, la Torre Latinoamericana: tres momentos de una misma historia.
“Es la historia de todas las ciudades: tirar todo para volver a construir”, observa, tras preguntar por los vestigios mexicas que fueron devueltos a la superficie.
Durante toda su carrera, el ganador del Premio Pritzker 2012 -conocido como el “Nobel de la Arquitectura”-, se ha opuesto, precisamente, a que esta condena histórica a la destrucción se repita en su natal China y en el resto del mundo.
De visita en México para dictar una conferencia como parte del festival Mextrópoli, Wang (Urumqi, 1963) viene a reflexionar sobre un cuerpo de obra que, a contracorriente con el impulso modernizador y occidentalizado de su país, voltea a la tradición y la historia.
“No me gusta el sistema profesional de la arquitectura”, lanza de inmediato, como lo ha hecho desde el inicio.
Es por ello que, en 1997, fundó junto a Lu Wenyu (Hangzhou, 1966), su colega y esposa, el despacho que lleva en el nombre una declaración de principios: Amateur Architecture Studio.
“En ese tiempo, cuando empezamos, teníamos desarrollos de la ciudad a gran escala, proyectos de desarrollo a gran escala que se construían en todos lados”, recuerda.
“Creo que los arquitectos gradualmente olvidaron su responsabilidad y se convirtieron en las personas que usan su conocimiento profesional para ponerse al servicio de los grandes desarrolladores”.
Y plantea: “Yo creo que la arquitectura debe de ser para la gente común”.
Aunque compleja en sus matices y formas de trabajo, su noción sobre su disciplina se basa en un enfrentamiento entre dos visiones opuestas.
“En este mundo, quizá sólo el 5 por ciento de los edificios están construidos por el sistema profesional, y el otro 95 por ciento por la gente común. Y ésa es mi familia: quiero pararme del lado de la mayoría de la gente”, declara.
“Por eso se llama Amateur Architecture Studio; significa que me estoy negando al sistema profesional”.
Uno de sus proyectos que mejor ejemplifica esto es el Museo Histórico de Ningbo (2008), en la segunda ciudad más importante de la provincia de Zhejiang.
Al momento de realizar el diseño, Wang tuvo noticia de que la construcción del nuevo distrito de negocios en la urbe había implicado la demolición de 30 aldeas tradicionales para el desarrollo de modernos rascacielos.
“Entonces, para mí, lo primero fue reciclar todo los materiales desechados de esos 30 pueblos y, luego, pensar en cómo usarlos, porque no sólo se trataba de materiales, sino de la memoria de las personas”, relata.
El resultado fue un proyecto que reutilizó las tejas de cerámica y los ladrillos hechos a la manera tradicional, para crear un edificio de aspecto terroso, que rinde honor a la topografía e historia de la ciudad portuaria, pero que es innegablemente contemporáneo.
“Tengo un gran interés en buscar una forma en la que las técnicas de construcción de la gente común puedan coexistir con el sistema moderno”, ilustra sobre la construcción de 40 mil metros cuadrados.
“Para un proyecto así tienes que depender del sistema moderno, pero aun así quería crear la oportunidad para los materiales locales y los artesanos locales, y ésa fue mi manera de hacerlo”.
Este interés por la arquitectura amateur, de la “gente común”, no es solamente teórico ni conceptual, pues Wang pasó la mayor parte de los años 90 con escasos proyectos para dedicarse a aprender técnicas de construcción tradicional y realizarlas con sus propias manos.
“Cuando las personas hacen edificios pequeños, usan las cosas que ya están ahí, usan materiales viejos y reciclados que están ahí, que son muy baratos, tan baratos como se pueda.
“Y luego usan estas habilidades especiales para lograr que estos materiales sencillos se vuelvan realmente hermosos, y eso me conmovió tremendamente, entonces por eso me decidí a que ésa se convirtiera, gradualmente, en mi manera de hacer las cosas”, explica.
El Campus en Xiangshan de la Academia de Arte de China, un complejo construido en dos fases (2001-2004 y 2004- 2007), con más de 20 edificios, se ha convertido en un ejemplo de ello, como un espacio de gran tamaño y perfectamente funcional, pero que se mezcla con su entorno y que utiliza técnicas tradicionales de construcción.
“En este mundo, hay dos tipos diferentes de edificios: el primero, donde la gente común hace los edificios dentro de la realidad, con entornos verdaderos, y cuando empiezan a construir, respetan su entorno, respetan lo que ya existe y luego crean nuevas cosas, tienen un diálogo”, dice Wang sobre la postura que apoya.
“El otro sistema es la arquitectura moderna, en donde, primero, quieren demoler todo, y luego construyen un edificio en ese lugar vacío. Es una actitud completamente diferente. Una actitud completamente distinta sobre la arquitectura”, contrasta.
Los proyectos de Wang tienen un profundo respeto y admiración por la cultura tradicional china, que se extiende a su propia vida, pues inicia cada jornada laboral con una taza de té y una sesión de escritura caligráfica o de lectura de poesía.
“Mi sistema nervioso es sensible”, dice sobre este ritual indispensable.
Su concepción del paisaje chino y su vocación como dibujante, por otro lado, vienen de los viajes de cuatro días en tren que llevaba a cabo de niño entre Beijing y su ciudad natal, ubicada al oriente.
En ese momento, como si se tratara de uno de los largos rollos paisajísticos de la tradición china, Wang pasaba el trayecto dibujando lo que veía por la ventana.
“Para mí, eso me ayudó a entender cuál es el significado de la historia y cuál es el significado de la cultura de la geometría a gran escala”, reflexiona.
Que las urbes aprendan del campo
Wang Shu y Lu Wenyu, del Amateur Architecture Studio, expondrán en el Palacio de Bellas Artes en el marco del festival Mextrópoli, entre otras temas, uno de sus preceptos clave para pensar el desarrollo urbano: “Permite que las ciudades aprendan del campo”.
Como desde hace 26 años, Wang espera que, poco a poco, la arquitectura de la gente común vaya ganando terreno a la del sistema profesional.
“Un solo arquitecto no puede hacer nada al respecto, porque se trata de un movimiento a gran escala, pero sigo creyendo que, si uno hace las cosas de manera distinta, más y más personas entenderán por qué la historia es importante, por qué la memoria es importante y por qué la vida real es importante”, advierte.
“Ahí es donde pongo mis esfuerzos. En cada proyecto, quiero decir algo sobre esto a todos”.