La mañana era fresca. No solo por el clima, también porque se terminaba una época, aun cuando al gobierno le quedan todavía unos cuántos meses. Gustavo Díaz Ordaz rendía su último informe al Congreso y la ventolera populista de Luis Echeverría anunciaba nuevos tiempos. Después sabríamos la diferencia entre novedad y mejoría.
Para el joven reportero aquella cobertura era un paso importante en su incipiente carrera.
–Se va usted al informe y hace una crónica del interior y el exterior. Color, mucho color, le ordenaron.
El escenario estaba dominado desde temprana hora por los cadetes del Colegio Militar cuya ordenada presencia de fusil y bayoneta, flanquearía el auto descubierto del señor presidente. Los empleados del gobierno de la ciudad ya tenían listas las bolsas de papel picado por Bolívar, Tacuba y Cinco de Mayo. Los pájaros del Estado Mayor anidaban balcones y azoteas.
El joven reportero llegó temprano. Solo un hombre, con chamarra de cuero color café con leche y un sombrero tejano en el regazo, ocupaba una curul en el pasillo derecho.
¿Quién es?, preguntó curioso el aspirante.
Es Gonzalo N. Santos.
Buenos días, Don Gonzalo. Llegó usted temprano.
Santos, lo vio como si dijera y a usted qué le importa, pero contestó amablemente. “Si, luego hay mucha pelotera. Prefiero esperar aquí tranquilo”.
La chamarra entreabierta dejaba ver la cacha dorada de una escuadra. Don Gonzalo, como siempre, andaba “ensillado”. Después de una charla insulsa le dije:
¿Es cierto, Don Gonzalo, que el Reglamento de la Cámara prohíbe personas armadas en el recinto?
Si; así es desde hace muchos años.
Pero usted, digo sin afán de molestarlo, viene armado, señor…
¡Ah!; Bueno. Sus punzantes ojos verdes se me hundieron y después casi con benevolencia de abuelo, me dijo:
Pero yo soy yo, joven. Y puso una mano sobre mi antebrazo.
¿Y si los de seguridad lo vienen a desarmar?
Pues no creo que se atrevan –y ostentó la pistola–, pero si vienen los mando a la chingada.”
Esa misma actitud tuvieron los diputados serviles al militarismo emergente de la Cuarta Transformación en su prolongado sainete contra Santiago Creel, presidente de la Cámara de Diputados, cuando impidió la entrada de soldados con armas de alto poder al salón parlamentario del pleno, fuera de los límites del vestíbulo como había sido el acuerdo inicial con la Secretaría de la Defensa Nacional para participar con banda y escolta en la apertura del periodo ordinario de sesiones.
Los diputados ofendidos, en el extremo de la manipulación, prefirieron defender a los uniformados en vez de preocuparse por la integridad del recinto parlamentario. En lugar de aceptar el Reglamento y sus consecuencias, atacaron al presidente de la Cámara –en verdad–, por su imperdonable pecado de albergar aspiraciones políticas, como todos ellos.
“Como presidente del Congreso no puedo permitir armas en este Salón de Sesiones que es un parlamento, que es una soberanía, que es el Congreso de la Unión, al cual me debo”, dijo Santiago Creel, mientras el Coordinador de los morenos, Ignacio Mier, daba otra muestra de pequeñez:
“Lamentable la conducción del diputado Santiago Creel en la sesión de Congreso General, constitucional. Habló de diálogo sin dialogar. Le ganó su protagonismo. Al final demostró falta de pericia, sensibilidad y de recursos parlamentarios. La Jucopo más tarde emitirá un comunicado”.
Sin embargo, por encima del comunicado está la ley: Artículo 25.
1. El recinto es el conjunto arquitectónico que alberga a la Cámara, incluyendo Salón de sesiones, edificios de oficinas, patios, jardines, estacionamientos y demás bienes nacionales destinados para el funcionamiento de la Cámara.
2. El presidente velará por la inviolabilidad del recinto haciendo uso de todos los recursos legales a su alcance.
3. En el recinto ninguna autoridad podrá ejecutar mandatos judiciales o administrativos. Los mandatos de cualquier autoridad deberán dirigirse al presidente.
4. En el recinto estará estrictamente prohibida la entrada a toda persona armada. En caso de que alguien transgreda esta prohibición, el presidente hará que abandone el recinto por los medios que estime convenientes y lo pondrá a disposición de las autoridades competentes”.
POLÍTICA FICCIÓN
La retirada del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas del grupo “Mexicolectivo” en el cual participó, hasta antes del rapapolvo presidencial, ha convertido su largo ensayo “Por una democracia progresista” (Debate, ISBN978-607-380-449-3) 2022., en un texto de Política Ficción. Su actitud es una contradicción de estas palabras: “(P.238) La democracia que necesitamos hoy en México no puede ser sino una democracia construida COLECTIVAMENTE. Tenemos que convenir cómo la construimos y para ello hace falta una propuesta a partir de la cual abrir el debate, y con base en éste y los resultados de la discusión, contemos con un proyecto a desarrollar. ¿Puede pensarse en una gran convención nacional de la que sólo se excluya quien quiera incluirse? De ir por ese camino, ¿quién o quienes convocan y cómo
“Las páginas anteriores tienen el propósito de que se les considere como una propuesta abierta a la discusión, un primer borrador (un punto de partida) que contribuya para llegar a la elaboración COLECTIVA de un proyecto de nación para el presente y para el futuro en el que se consolidaran los anhelos y los grandes logros de una auténtica democracia progresista…
“…Las primeras tareas, entonces, son empezar a discutir el proyecto y al mismo tiempo, comenzar a conformar la mayoría social que lo respalde políticamente para llevarlo a la práctica. Vistas así las cosas es grande y será ardua la tarea de reconstrucción, construcción y reencauzamiento (entonces hay destrucción y pérdida de cauce). Políticas distintas a las que han estado vigentes en estas últimas cuatro décadas…”
Y quien habla de cuatro décadas recientes, habla también de cuatro años recientes. Los de la IV-T.
Pero eso no le importaría al presidente López Obrador. Su ira se desató por el riesgo de una gran fotografía de Cárdenas con los adversarios declarados de su gobierno y (vaya osadía) su persona. Eso no se lo podía permitir. Y lo probó de un plumazo, o un manotazo.
Los análisis y diagnósticos, pueden llenar bibliotecas. Son pura palabrería, fantasiosos recursos contra el ocio. Es política- ficción. “Remedio para melancólicos”, diría Ray Bradbury.