Ofrecida como fórmula de control para admitir la presencia de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública hasta el año 2028 (un año después de una eventual iniciativa de renovación del mandato ejecutivo), la comparecencia de los mandos militares y civiles responsables de la seguridad fue un verdadero acto teatral en el Senado de la República.
Un día después de su puesta en escena en la cual se suavizaron los temas, se vetaron las cuestiones complejas y se optó no por la fotografía sino por él maquillaje, las cifras reales (del propio gobierno) impusieron su cruda verdad: en los 43 años y seis meses de este gobierno ha habido 156 mil 114 homicidios dolosos, lo cual retrata (sin maquillaje), el rostro de un país hundido en la violencia y sin institución es capaces de controlar la barbarie.
Con un promedio de 73 homicidios diarios, cuando acabe esta primera etapa dorada de la Cuarta Transformación (17 meses nada más), la mezcla entre la violencia y la ineptitud para impedirla o controlarla, habrán impuesto una marca de espanto con casi 210 mil asesinatos; o sea más de 200 mil mexicanos muertos en las calles urbanas; las veredas rurales, los campos, la sierra, las montañas, los poblados grandes o medianos. Sangre, sangre por todas partes.
Pero lo más grave de todo es la convocatoria declinante del presidente de la República, quien ante este panorama, apenas ayer, les pedía a los delincuentes su comprensión y se ufanaban del respeto con el cual tratan a sus enchalecados servidores de la nación y el resto de sus promotores electorales.
Los respetan; ha dicho.
“Y les puedo aquí contar de muchas anécdotas de cómo en las casas, en las familias, los adultos mayores traen a raya a los jóvenes, y cuando ven que andan mal nos ayudan los adultos mayores. Hay casos en donde detienen a alguien de los que trabajan en las comunidades, algún grupo de la delincuencia, y usan los que trabajan en las comunidades un chaleco, y ya los identifican y los respetan”.
Pero más allá del remedio de usar chalecos con colores y logotipos del gobierno (son como el “detente” contra el Coronavirus y la pandemia de COVID 19), la simulación política impide ver el remedio. La elevada cifra se pudo evitar con la proveeduría indumentaria; no sobran muertos, faltan chalecos.
Pero llevar a los señores secretarios de la Defensa, la Marina, la Guardia Nacional y a la señora secretaria de Seguridad a un picnic en el Senado, para tapar el ojo del macho–, no solo justifica los malos resultados sino además, engaña con una pantalla de rendición de cuentas, absolutamente falsa.
Por eso estas consideraciones valen la pena:
La pregunta de Emilio Álvarez Icaza, “¿Qué está pasando con el espionaje a periodistas y defensores de derechos humanos?, no tuvo respuesta. Y en un sentido amplio, no tuvo ni siquiera derecho de ser planteada.
“No ha lugar a esa pregunta”, dijo la secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez.
De acuerdo con lo expresado por Don Emilio, ni el secretario de la Sedena, el general Luis Crescencio Sandoval, ni el de Marina, el Almirante Rafael Ojeda intervinieron en su propia comparecencia. Es decir, fueron “floreros” uniformados.
Pero las comparecencias pactadas, “planchadasd” se dice en la jerga parlamentaria, no son nada nuevo. Casi todo cuanto ocurre en nuestro sui generis parlamento, está arreglado desde las Junta de Coordinación Política. Lo demás. Es materia de la propaganda, de la simulación.
Pero si quisieran saber sobre Seguridad Pública, no deberían perturbar a los responsables (en teoría) de ella.. Bastaría escuchar esto:
“…Que no actúen (los violentos) con violencia, claro que sí. Si ese es el planteamiento, un exhorto a que no actúen de manera violenta…”
Mejor bien portados, lo cual es pedirle peras al Olmo y alas a los alacranes; chichis a las culebras y brassieres para las gallinas.