Desde la noche del 7 de mayo el Centro Nacional de Control de Energía (CENACE), ha venido declarado emergencias en el Sistema Interconectado Nacional (SIN) y provocado “apagones” en la mayoría de los estados del país.
Esto se venía venir, por la ineficiencia, el rezago tecnológico y la obsolescencia de mucha de la estructura de generación y distribución de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y el empecinamiento oficial en fortalecer su monopolio.
Desde el inicio de la administración en 2018, se dijo que las ideas que nutrían la política energética traerían consecuencias graves y hoy las estamos padeciendo. Desde entonces, la Comisión Reguladora de Energía (CRE), el ente regulador encargado de emitir los permisos, tanto para la CFE como para los privados que deseen invertir en generación eléctrica, empezó a rechazar todos los nuevos permisos solicitados por los productores privados y a cancelar o detener solicitudes en trámite.
La idea era que la CFE fuera preponderante y se dijo entonces que la prioridad sería la generación hidroeléctrica como fuente limpia y constante de energía, cuando estas generaban, en la matriz de generación eléctrica nacional, solo entre el 10-13% de la energía de este país. Hoy por la sequía las presas están en niveles mínimos y solo generan el 6%.
Los mayores aportantes de energía son las centrales de ciclo combinado que funcionan con gas natural y aportan aproximadamente el 60% de la necesidad total, mientras que las termoeléctricas convencionales, más costosas en su operación y contaminantes aportan el 10%. El resto de la matriz de abastecimiento depende de la producción eólica, solar y geotérmica.
Es notable la fragilidad y precariedad del sistema eléctrico en su totalidad y la solución no vendrá de la reforma propuesta por López Obrador. El que haya sido detenida por la Suprema Corte tampoco implica que pudiéramos estar mejor con ella.
Desafiando la resolución de la Corte, en los hechos, la CFE limitó la participación privada en generación por el prurito ideológico de la soberanía, pero lo que tenemos hoy es una precariedad soberana pues la CFE no ha sido capaz de producir la energía necesaria. La demanda crece y la oferta no.
Desde el inicio la reforma de AMLO empezó mal. La mayor parte de la producción de energía proviene de las plantas de ciclo combinado que funcionan con gas y sin embargo, no se crearon las reservas de gas natural suficientes, por el contrario, se combatieron los contratos de suministro y transportación por gasoductos.
Por otra parte, se tomó la decisión de privilegiar a la CFE en la producción y distribución, sin haber considerado que las condiciones financieras de la empresa del Estado no permitían la construcción y operación inmediata de nuevas fuentes de energía, necesaria según las estimaciones de demanda actuales y futuras, existentes desde antes de la reforma propuesta.
La reforma de Peña Nieto, echada atrás por la hoy combatida nueva ley, permitía que la CFE, limitada financieramente, pudiera adquirir energía donde la obtuviera más barata, sin los gastos de construcción de nuevas instalaciones, y esto era con los productores privados.
La reforma de AMLO lo que hacía, o pretende, es privilegiar a la CFE, hacerla producir energía y mandar al final de la fila a los productores privados.
Los fantasmas ideológicos aparecieron y lo que se planteó fueron condiciones comerciales adversas para cualquier entidad que quiera competir contra la CFE en generación porque compiten y le quitan mercado y eso, según el gobierno va contra la soberanía nacional.
Los apagones pues, no son producto del excesivo calor y aumento de los picos de demanda, sino de la imprevisión, de la priorización de consideraciones ideológicas por encima de razones técnicas pese al conocimiento de la precariedad de la situación del abasto de energía.
No hubo aprendizaje con la crisis del abasto de gasolina de principios de sexenio, cuyo origen no estuvo en el combate del guachicol como se dijo, sino en la imprevisión y la ignorancia sobre las reservas existentes, mismas que, al ordenarse el cese de las compras de gasolina al exterior originaron el desabasto y la caótica situación que se dio.
En el presente caso, había insuficiencia en la oferta de energía y se conocía la urgente necesidad de ampliar la capacidad instalada y garantizar las reservas de gas, sabían también de la situación financiera de la empresa que impedía la disposición de capital para la ampliación y aun así se cerraron a la participación privada y modificaron el régimen de pensiones de los empleados de CFE, restándole capacidad financiera.
En la actualidad la CFE opera con pérdidas millonarias, va retrasada en la construcción de infraestructura tanto en generación como en distribución, sigue sin crear las reservas de gas y de electricidad, hay apagones en 21 estados, mientras la población, las empresas y el near schoring, seguirán esperando que la soberanía los ilumine.