ANTORCHA CAMPESINA
El 24 de mayo pasado un medio impreso afin al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, publicó la desgarradora narración que hace la jefa de neonatología a los directivos del Hospital General de Tijuana. Allí describe cómo sin poder hacer nada, vio morir a 13 recién nacidos que pudieron haberse salvado, durante los meses de marzo, abril y mayo, por falta de camas, insumos y equipo para atenderlos. Describió cómo un neonato requería una cirugía de urgencia, pero debido a que las camas estaban ocupadas no hubo espacio para atenderlo y murió. La pobreza del hospital y de la familia del pequeño es tal que ni siquiera supieron con exactitud de qué falleció, porque los médicos no cuentan con los reactivos necesarios en los laboratorios.
Pero el problema no es privativo de la población de Baja California ni del Hospital General de Tijuana, lo mismo sucede en todos los hospitales del sector público de México, a raíz de que llegó la pomposamente autollamada “4T” al gobierno de la República. El Instituto Nacional de Pediatría, el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía “Manuel Velasco Suárez”, el Instituto Nacional de Cancerología, los enfermos con diabetes y VIH, viven, algunos, porque otros muchos ya fallecieron, la limitación de recursos, consecuencia de la “austeridad republicana” del presidente de la república, provocando que no cuenten con personal suficiente y capacitado; doctores, enfermeras, cirujanos, anestesiólogos, de laboratoristas, choferes de ambulancias, personal administrativo e intendencia y con ello el retraso en la atención de los pacientes que asisten a consultas, cirugías o curaciones.
Así se enmarca la renuncia de Germán Martínez Cázares a la direción del IMSS y la urgente petición que hacen 11 de los 13 directores de Institutos de Especialidades Médicas del país a los diputados federales para que intervengan ante las secretarías de Hacienda y Salud para que atiendan la crisis que enfrenta el sector. La problemática de sector salud para los ciudadanos humildes se explica por recorte o retención, por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público de 2 mil 400 millones de pesos del presupuesto. Todo esto a pesar de que durante sus 18 años de campaña electoral, López Obrador pregonó que “primero los pobres”.
Para justificar su desastre, AMLO y sus apoyadores, argumentan, como en el caso del huachicol y el aeropuerto, que el problema de la salud ya es viejo y que son consecuencias de que administraciones pasadas cometieran actos de corrupción con los medicamentos, materiales de curación y otros insumos. No lo dudo, seguramente que así era, pero una cosa sí es cierta; eran más expertos y más inteligentes. Con todos los errores, tranzas y demás, cosa que obviamente no justifico, crearon cuando menos, el seguro popular que López Obrador destruyó, como todo. ¿Por qué si de verdad quiere corregir y acabar con la corrupción y la impunidad como dice, en lugar de destruir todo lo hecho, no investiga, castiga a los corruptos y corrige lo malo que se venía haciendo? ¿Por qué opta por matar a los mexicanos pobres, como los indefensos bebés de Tijuana? Eso, en buen mexicano, se llama tirar el agua sucia de la bañera con todo y niño, lo que no es de personas responsables, sensibles e inteligentes.
Pero, como cuando dijo a los comunicadores en uno de sus sermones mañaneros, “por qué se excitan” cuando afirma que México se fundó hace más de 10 mil años y corrigió diciendo que el hombre existe en América desde hace cinco o 10 mil millones años, con esa frialdad, con esa inocencia, por no decir ignorancia, es con la que miente y asegura que todo lo que él hace está bien hecho, que la salud de los mexicanos, como la economía, está bien, cuando estos mueren por falta de atención y medicinas y tienen que consultarse con el Dr. Sími.
No, así no señor presidente, así no se debe tratar a los mexicanos. Jugar con su salud no solamente es una gran irresponsabilidad sino un delito que debe ser castigado por las leyes y por su Dios.
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