QUERETALIA
“Miénteme más, que me hace tu maldad feliz” Alfredo Domínguez
David Wright es bastante crítico cuando menciona a la “Real Cédula de la fundación de Querétaro (1537), publicada en un artículo de Manuel Septién y Septién en 1981. Este documento se presentó en el Heraldo de Navidad sin explicar su procedencia, mismo que también Wright encontró en la Sombre de Arteaga del 30 de mayo de 1892. A decir de Wright en esta versión porfiriana del documento llamado “Testimonio de Cédula de Fundación de Querétaro”, Manuel Septién explica que viene de un manuscrito elaborado el Querétaro en 1761, donde consta que el gobernador del Concejo de indios solicitó que se sacara una copia de la Real Cédula de la Fundación de un manuscrito que estaba en poder de “Bentura Reyes”, indio vecino. Wright no le da crédito alguno a este documento hasta que encuentre algo de mayor peso; de preferencia un original con sellos oficiales del Archivo General de Indias de Servilla.
Hay una mayor congruencia en la perspectiva bajo la que se presenta la conquista pacífica de Querétaro, como un proceso paulatino, sin grandes demostraciones bélicas ni milagrosas. Hay tiempos distintos en el proceso de la fundación del pueblo de Querétaro. No hay un solo acto o hecho fundacional sino una serie de ellos. No existe pues, un documento en el que se hubiera formalizado el evento fundacional. No hay constancia en los libros matrices en los cuales toda cédula real debía asentarse. De haber una cédula que autorizara la fundación, faltaría por localizar el acta notarial de su debido cumplimiento
El éxito de las campañas militares no hubiera sido posible sin la ayuda voluntaria de aliados indígenas, por ello la labor de convencimiento empleada por los españoles mediante regalos, promesas de títulos y privilegios especiales dio como resultado un gran número de auxiliares indios que engrosarían sus huestes, las que harían el trabajo pesado. El mando de los ejércitos no estuvo siempre en manos de los peninsulares ya que algunas veces recayó en los caciques e indios principales, quienes lograrían la pacificación de los rebeldes chichimecas, algunas veces siguiendo la política de persuasión de los españoles y, en otras, después de sangrientas batallas.
El nombre elegido por De Tapia para el nuevo asentamiento fue el de Querétaro, la traducción tarasca de Cancha de Pelota o Lugar del juego de Pelota. Al elegir el nombre de Querétaro, “Cancha de Pelota” en tarasco y no el de Tlachco, “Cancha de Pelota” en náhuatl, se deduce que Fernando dee Tapia prefirió su filiación michoacana de Acámbaro y expresó su rompimiento con Xilotepeque del reino Mexica. No obstante de ser otomíes los nuevos protagonistas, el vocablo de Maxei, “Cancha de Pelota” en otomí, no aparece en la documentación de esa época.
La leyenda sobrevive porque queremos creer en ella. Y no ha de soslayarse que la Historia se reescribe cada vez que se dispone de hallazgos documentales o a partir de la revisión de los documentos pocos conocidos.