QUERETALIA
EL QUERÉTARO DEL MURO
No crean mis eximios lectores que mi Santiago de Querétaro sufrió la construcción de un muro discriminatorio como el de Berlín en mi natal Alemania: no, pero sí tiene un muro –allá en el ex convento de La Cruz- que da mucha lata a gobernantes, vecinos, historiadores y a este Divo Cronista. Da lata a los políticos estatales y municipales porque cualquier requiebro, fractura o contaminación del mismo provoca la intervención gubernamental que debe ser autorizada por el INAH, ya que el citado muro data de 1683 y es competencia de éste el protegerlo. Da guerra este muro a los vecinos porque se les puede caer encima, a los deportistas del interior y a los viandantes del exterior. Y da mucha pero mucha lata a los cronistas e investigadores serios que no nos dejamos llevar por la leyenda popular de que por allí entraron los soldados republicanos el 15 de mayo de 1867 anunciándose con un cañonazo a la citada pared.
Pues bien, ese muro se terminó de construir allá por agosto de 1683 cuando los crucíferos inauguraron su Colegio de Propaganda Fide, el primero en América, y que en materia de propaganda de la Fe católica aportó grandes predicadores que llevaron la palabra de Dios hasta las lejanas Norte América y Centroamérica. Entre sus más renombrados frailes peregrinos encontramos a fray Antonio de Linaz y al casi santo fray Margil de Jesús, sin olvidar que fray Junípero Serra estuvo brevemente en esas instalaciones antes de dirigirse a las Californias vía Puerto de San Blas, lo mismo que cuando regresaba de la Alta California a la Ciudad de México para arreglar sus litigios.
Desde que se terminó de construir el citado convento, la Corona española lo quiso derruir, con todo y muro, por no haber obtenido el permiso del Regio Patronato, institución creada por Carlos I de España y V de Alemania para regular la entrada en vigencia de las bulas papales, la construcción de templos y conventos, la entrada de frailes y monjas así como la entrada de sacerdotes seculares a territorio español, incluyendo los territorios ultramarinos. La destrucción de ese muro de casi dos kilómetros de longitud comenzó y fue detenida esta negativa acción hasta que los cronistas franciscanos –incluyendo los franciscanos crucíferos- justificaron a través de sus escritos los milagros de la Santa Cruz y la labor pastoral de sus misioneros. ¡Hasta con casos de resurrecciones y cura de ceguera documentaron sus alegatos!
Durante la Guerra de Independencia, La Cruz fue preparada como el bastión realista más poderoso y su muro recibió alguno que otro obús y fusilería insurgentes, poco en realidad el daño, ya que en Santiago de Querétaro solamente hubo algunas escaramuzas en este tiempo, sobre todo por el rumbo de la hoy Zaragoza con Ezequiel Montes. Batalla insurgente de importancia la que se dio en el cerro de El Moro, allá por La Griega, en el Marqués, muy lejos de Querétaro capital.
Es durante los setenta y un días de sitio –entre el 6 de marzo y el 15 de mayo de 1867- que el citado muro sufrió cañonazos cada hora por parte de la artillería juarista, sobre todo la apostada en el cerro de Patehé, frente a La Cruz por el lado de Hércules, donde el comandante general Escobedo tenía su cuartel general y se le hacía fácil cañonear al ex convento crucífero por ser éste el punto más alto citadino, además de que casi siempre fue el lugar donde vivió el Sitio Maximiliano de Habsburgo. Cuando los sitiados y sitiadores pactaron con “inteligencias entendidas” la caída de la ciudad de Querétaro para el 15 de mayo de 1867, la soldadesca no fue enterada de esta concertacesión, solamente sabían de ella los cabecillas. Por el lado imperialista solamente estaban enterados Maximiliano –que la ordenó-, su compadre Miguel López –que la ejecutó- y un ayudante de éste de apellido Yablouzky. La entrada del Ejército Republicano esa madrugada del 15 de mayo de 1867 a La Cruz se dio por el lado del panteón, es decir, muy lejos del famoso “muro del cañonazo”; concretamente entraron los juaristas por donde hoy es el Panteón y Recinto de Honor de las Personas Ilustres de Querétaro. ¿Qué mejor testimonio y testigo de esta entrada que la de Alberto Hans, jefe de la Artillería imperialista que estaba apostado en la zona del panteón haciendo la guardia y al que desarmaron los republicanos que eran guiados por Miguel López y su gato polaco atrás mencionado?
El cuento de que entraron los republicanos con un cañonazo esa madrugada del 15 de mayo es netamente queretano, avivado por gente sin cultura histórica, ociosos del pasado, entre los que cuento al ex gobernador Francisco González de Cosío que en 1897 mandó poner la reja y un pequeño monumento en el lugar por donde dizque entraron los republicanos. ¡Qué poca mádere! ¿A quién ingaos se le ocurre entrar a una acción estratégica y sigilosa echando cañonazos?
Que yo sepa a nadie, a menos que estés enteramente idiota y quieras anunciarles a tus enemigos que allí vas. Este monumento y esa reja que cubre el hoyanco de un cañonazo volvieron a reinventarse por el entonces gobernador Manuel González de Cosío y Rivera y el presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz el 15 de mayo de 1967 al conmemorarse el centenario de la toma de Querétaro. ¡Otra vez la burra al trigo! ¡Chingao! Si ya desde 1887 Mariano Escobedo había rendido un informe exigido por el presidente de la República Porfirio Díaz para que aquél aclarara cómo había sido la toma de Querétaro y éste explicó que por una negociación con Maximiliano a través de Miguel López. ¿Cuál entrada triunfal a sangre y fuego? ¿Cuál cañonazo de entrada?
Sí, el muro fue cañoneado miles de veces y también ese agujero enrejado es la marca de un cañonazo sobre el muro, pero decir que ese hoyo lo ocasionó un cañonazo a la hora que entraron los republicanos a la plaza sitiada es un error.
Si no me creen o quieren debatir conmigo aquí estoy presto: yo como cronista oficial no puedo ser comparsa de historias fantásticas e inventos populares del vulgo. Generación que no reescribe su historia está condenada a desaparecer del mapa. Nunca me prestaré a seguir confundiendo la mente de los queretanos: si quieren venderle al turista mentiras allá ellos, pero a mis niños y adolescentes queretanos me los dejan en paz y les cuentan la verdadera historia. Les vendo un puerco ignorante y turístico.