QUERETALIA
EL QUERÉTARO CONSERVADOR
Nos quedamos en que la viuda del general Tomás Mejía enseña una carta que le dirigió a Porfirio Díaz en gratitud por la ayuda que le proporcionó a su hijo al periodista Víctor Venegas, enseguida transcribo dicha misiva.
“Señor General Don Porfirio Díaz presidente constitucional – Casa de usted; enero 30 de 1878.- Señor de mi respeto: Hoy mi salud me lo permite, me apresuro a manifestarle a usted mi gratitud imperecedera por el señalado favor y deferente bondad con que se ha dignado proteger a mi pequeño hijo Tomás Mejía que lo es también del infortunado señor General de igual nombre muerto en Querétaro hace diez años.
Es ilimitada mi gratitud. Al mirar abierto el porvenir de mi niño de una manera tan espontánea y desinteresada, no menos que magnánima de parte de usted, en su digno gobierno y lo es, porque desde la muerte del autor de los días de aquel niño hasta hoy, sólo he sufrido decepciones y miseria, sin haber contado en nada con el favor, con los auxilios, ni siquiera con la conmiseración de nadie, con excepción de un tío cuya situación usted conoce.
Con menos dolor y aflicciones seguiré soportando mi desesperada miseria a lado de mi joven hija, una vez que veo esperanza de dar carrera y formar el porvenir del varoncito mencionado. Dios Bendiga a usted, señor presidente, por tan caridad acción y me de vida para seguir enseñando a mis hijos a agradecer lo que por usted ha hecho a favor de uno de ellos.
Acepte usted, señor presidente, mi actual demostración de sincera gratitud. Y esté seguro de que siempre rogará por usted a Dios Nuestro Señor, la que se repite de usted Su Servidora que Besa Su Mano. (S.S.Q.B.S.M.)
Agustina Castro.”
Continúo la crónica del periodista Venegas sobre la entrevista con la citada señorona: “¿Y actualmente el general Díaz conoce su situación?
No señor. Desde que salió mi hijo del Colegio Militar, no le he vuelto a ver, he temido abusar de sus bondades; por otra parte, ha hecho tanto por nosotros, le debemos tanto mi familia y yo…
¡Y de los antiguos amigos de su esposo, no ha recibido ninguna prueba de atención, ningún auxilio!
No señor, acaba usted de leerlo, ni favor ni auxilio, ni siquiera conmiseración debo a ninguno de los míos. Por el general Díaz, he vivido mucho tiempo; por el general González tengo casa, sin su proceder noble no tendríamos ni yo ni mi hija un techo en donde ocultar nuestra miseria. La pobre niña, baldada como usted ve, sin poder servirse de sus brazos, casi sin poder caminar, hace demasiado; me ayuda a ganar nuestra subsistencia. ¡Pero pagan tan poco por las labores de mano; le cuesta tanta dificultad tejer lo más insignificante, por la enfermedad que la agobia!
Tarda dos o tres semanas en hacer unas puntas. ¿Es posible que comamos cada dos o tres meses?
En esta situación, escribí una carta al señor general don Manuel González a Guanajuato, hace dos años, el día 3 de abril. Dos días después, recibí la siguiente contestación -dijo enseñándome una carta- y como usted verá, en ella me dice que acudiera a la casa del general don José Montesinos, a quien ya avisaba; que viera la casa que me conviniera y que la habitara todo el tiempo que quisiera sin pagar un solo centavo.
¡Cómo ha rebosado mi alma de gratitud para estos señores!
Después, la señora refirió cómo en enero del presente año un amigo de la familia, que no ignora el ofrecimiento que Maximiliano le hizo la víspera de su fusilamiento, escribió una carta al emperador de Austria, Francisco José, explicándole la situación de la desventurada viuda. Hasta hace pocos días, el 22 de abril, se recibió contestación de Viena por conducto de la Legación alemana. El emperador austriaco probablemente ignora quién es la viuda del general Mejía. ¡Está tan lejos México y han pasado tantos años del drama queretano!
Salí de la entrevista con el corazón oprimido, pero con el alma confortada.
Duele el corazón al ver tanta… desgracia, pero el alma se conforta al sentirse en presencia de un espíritu superior a quien ni el infortunio abate, ni la miseria irrita; al ver a una mujer así, fuerte como las que nos pinta el Evangelio, altiva sin orgullo, digna y sin altanerías, cristiana sin hipocresía y que al verse en la situación horrorosa por que atraviesa, dice como Job en el estercolero: “Me diste todo, me quitaste todo; gracias Señor”.
Por eso ahora el incienso sube en perfumadas ondas al espacio, cuando la música llena de armonías el recinto sagrado y veo las bellas damas con sus elegantes tocados -que heridos por el sol figurárseme una orgía de colores-, no puedo menos que recordar aquel templo, aquellas luces, los pebeteros ardiendo en los ángulos del tumulto, la majestad de aquella mártir desconocida, repetir: “Señor: tú todo lo das, todo lo puedes quitar”. ”
Una vez más interrumpí mi lectura al ver que el doctor Páramo me invitaba a almorzar, cosa que acepté para platicar con él acerca de la pésima redacción del periodista Venegas, el cual no tenía la redacción ni puntuación tan finas de mi Director General Sergio Arturo Venegas Alarcón. Terminando el opíparo desayuno pasé a leer la crónica del susodicho doctor Páramo sobre la vida de don Tomás Mejía a manera de “Reminiscencia Histórica” según él:
“El 2 de noviembre de 1857 fue atacada la plaza de Querétaro por las fuerzas del general Tomás Mejía. Éstas avanzaron desde las tres de la mañana hacia la Plaza de Armas, Cuartel de Gendarmes (palacio de La Corregidora) y templo de San Francisco, localidades defendidas por las tropas del Gobierno, al mando de los generales liberales José María Arteaga, gobernador del Estado, y J. Longinos Rivera, comandante militar de la plaza queretana. Después de un reñidísimo combate fue tomada la ciudad y hechos prisioneros los generales Arteaga y Rivera; heridos ambos, además del teniente Crescencio M. Pérez, diputado al Congreso del Estado, y multitud de oficiales del Primer Batallón de Línea federal.
Acompañaron al señor general Arteaga ha rendirse al enemigo al convento de San Francisco los señores. Dr. Siurob, Antonio Véjar, Luis Revilla, Ventura Verdusco, José de la Puerta e Hipólito A. Vieytez y otros que no recordamos, sin carácter militar. Era prefecto del Centro el señor Manuel Alvarado; era jefe de gendarmes el comandante Teodoro Salazar y secretario de Gobierno don Daniel Alfaro. La plaza estaba defendida por cuarenta gendarmes de Querétaro, 180 hombres del Décimo Batallón de Línea, dos cañones de a 8 y un obús de montaña, con una incompleta dotación de artilleros.
Poco después de tomada la plaza se incendió el parque en la portería del convento franciscano, causando algunas desgracias y bastante alarma en la ciudad.
Evacuada la plaza el 6 de noviembre al aproximarse las fuerzas del señor general Doblado, los pronunciados se llevaron entre otros prisioneros, al general Longinos Rivera -herido de la cabeza- y a otra multitud de oficiales, paisanos y empleados. Los prisioneros fueron posteriormente liberados.”
Cansado le dije al cronista Páramo Quero que me diera sus conclusiones sobre Tomás Mejía, sobre las grandes mentiras de una oferta de salvación y si era éste merecedor de ser llevado al Panteón y Recinto de Honor de las Personas Ilustres de Querétaro y su alegato fue y es el siguiente:
“Que Mariano Escobedo le ofreció darle un salvo conducto a Mejía y que éste se negó diciéndole que lo aceptaría si era para todos sus compañeros.
Totalmente falso pues Escobedo no hizo ningún intento para salvar a Mejía, quien le perdonó la vida al tomarlo preso en Río Verde, San Luis Potosí, junto con su Estado Mayor, incluyendo al general Jerónimo Treviño, en el año de 1861.
Quien sí trató de salvarle la vida fue Jerónimo Treviño, a súplica de la esposa Agustina Castro.
Otro personaje también liberal, don Hipólito A. Vieytez, fue al alojamiento del señor Mejía, cuatro días antes de la caída de Querétaro, para ofrecerle un salvoconducto para su huida, mismo que no aceptó solicitándole a cambio pasaportes para sus ayudantes, comandante Manuel Prieto y coronel Ignacio de la Cortina; el primero murió al amputársele un brazo y al segundo sí le dio el salvoconducto. Este hecho de Hipólito Vieytez fue en agradecimiento a Mejía, porque en el año de 1857 que tomó la ciudad de Querétaro, Hipólito fue hecho preso, siendo liberado más tarde por Mejía. El general Arteaga fue hecho preso por el general Tomás Mejía en dos ocasiones. Mentira que Juárez haya pagado la tumba de Tomás Mejía. El gasto lo hizo su esposa doña Agustina Castro. Llegó a México, dio cristiana sepultura al cadáver, gastando el resto de lo que poseía en el modesto monumento que aún existe en el cementerio de San Fernando. Es y será un personaje ilustre de México para orgullo de los queretanos que siempre lo amaron y admiraron.”
Les vendo un puerco conservador, valiente, patriota y serrano.