Pue sí, amor con amor se paga; que ni qué. ¡Impresionantes las escenas de la marcha! ¡Inquietantes, angustiantes incluso, en múltiples ocasiones!
Más de cinco horas de una marcha –con Andrés Manuel López Obrador al frente- que avanzó a trompicones desde el Ángel de la Independencia, a paso gallina prácticamente, con miles y miles queriendo acercarse al presidente, tocándolo, abrazándolo, besándolo, jaloneándolo, apretándolo, tirándolo de la camisa, tomándose selfies, ante el horror de su equipo de seguridad y los esfuerzos de Adán Augusto (lo fornido y la altura le ayudaban) haciéndola de guardaespaldas de AMLO y de Claudia Sheinbaum.
Remolinos de multitudes cantando, bailando, luciendo botargas; portando banderas y pancartas al grito de “¡Es un honor/marchar con Obrador”. Las imágenes se desplegaban desde la Estela de Luz hasta el Zócalo mismo, en una fiesta multicolor de las fuerzas de izquierda –aunque eran más bien obradoristas- como no habíamos visto.
Las voces que se escuchaban entre los cientos de miles -¿un millón? ¿más?- eran en buena medida de agradecimiento por los programas sociales. El de Adultos Mayores, sobre todo. “No habíamos tenidos un presidente como él, tan humano”, comentaban unos. Otros querían hacer sentir su apoyo: “Que el presidente sepa que no está solo, que el tigre está rugiendo con él”.
El sol pegaba duro. Los apretujones asfixiaban. No pocos se desmayaron. Hasta Epigmenio Ibarra (periodista y camarógrafo de AMLO) tuvo que hacer una pausa –mareado, descompensado- hubo de hacerse a un lado de la marcha y terminar sentado en el suelo mientras la gente en derredor le echaba aire. La imagen se hizo viral en las redes.
Preocupados, en el templete, los miembros del gabinete. Al pie de éste, los gobernadores morenistas, legisladores e invitados especiales. Todos aguardaban inquietos el arribo del presidente. No fuera a ser que él también se desmayara o algo le ocurriera en el camino.
Seis horas después del arranque de la marcha, Andrés Manuel subió al templete con una enorme sonrisa. ¡Son las tres de la tarde en punto!, anunció triunfal.
A partir de ahí, vino su elogio al pueblo. Ese pueblo que, en verdad, con amor le paga (despreciar esta marcha y pensar que aquí había puros acarreados es un error y es tan ridículo como el menosprecio de Martí a la marcha ciudadana del 13N).
Siguió su discurso y el recuento de sus cuatro años de gobierno bajo el Humanismo Mexicano, para terminar con un gran homenaje al pueblo. Ese pueblo cuyo grito se alzó una y otra vez en el zócalo cuando preguntó: ¿Quién defiende la democracia? ¿Quién respalda a la Cuarta Transformación? ¡El Pueblo!, respondieron.
GEMAS: Obsequio para López Obrador de un participante en la marcha: “¡Salió más grande que San Judas Tadeo! Reparte más milagros que nadie”.