La elección de 2020 será la cuarta vez en 30 años que un gobierno mexicano en funciones vea cambiar la Casa Blanca de partido. En 1992, en el cuarto año de Carlos Salinas de Gortari, los demócratas arrebataron la Presidencia a George Bush padre; en 2008, el segundo año de gobierno del Felipe Calderón, Barack Obama reemplazó a los republicanos; y en 2016, en el cuarto año de Enrique Peña Nieto, Donald Trump venció a los demócratas. En 1992, 2016 y 2020, el cambio de gobierno representó un reto para los gobiernos mexicanos que se habían entendido bien con el gobernante o partido previo en turno y habían apostado por su continuidad.
Salinas y Peña Nieto hicieron un replanteamiento de su relación con Estados Unidos que los llevó a cambiar de representantes diplomáticos. En 1993, Jorge Montaño sucedió a Gustavo Petriccioli y, en 2017, Gerónimo Gutiérrez a Carlos Sada, como embajadores en Washington. Más significativo aún, en 2017 Luis Videgaray suplió a Claudia Ruiz Massieu como Canciller. Estos movimientos no fueron simbólicos. Existió en ellos el deseo de tener una visión fresca de la relación bilateral, abrir nuevas puertas, hacer nuevos aliados y construir una nueva narrativa que ampliara el margen de maniobra de México en Estados Unidos ante la sacudida política que produjo la elección presidencial.
Ante el triunfo de Joe Biden, el Presidente López Obrador tiene la oportunidad de redefinir la relación con Estados Unidos, pero le será más complicado por las siguientes razones:
1.- La lectura de la elección: el gobierno mexicano necesita hacer una reflexión profunda de lo que pasó en las elecciones y donde quedan los temas de interés para México. El resultado electoral tan cerrado y la reconformación de alianzas, especialmente la del voto latino, obligan a México a tejer muy finas propuestas, estado por estado, legislador por legislador, para defender los intereses de México y de mexicanos en EU. Escuchar el análisis de los Cónsules Generales en EU será muy valioso, pero se resentirá la falta de una Subsecretaría para América del Norte que procese la información y presente propuestas.
2.- Vinculación remota: para entender y tomar el pulso a Estados Unidos hay que viajar e involucrarse, algo que al Presidente López Obrador no interesa. Será difícil leer bien al vecino a distancia.
3.- No habrá cambio de figuras: es impensable que AMLO cambie a la Embajadora de Washington. Además de su vínculo familiar, el Presidente considera que Martha Bárcena ha hecho un buen papel diplomático y no tiene adonde promoverla. Después de Washington, el mejor puesto para un diplomático es ser Canciller y no se ve factible que Marcelo Ebrard deje ese puesto.
4.- Agendas encontradas: en puntos importantes, como medio ambiente o energía, las visiones de AMLO y Biden chocarán. Biden considera que los ventiladores eólicos no afectan el paisaje sino que son fundamentales para detener el calentamiento global generado por los combustibles fósiles que AMLO promueve para dar viabilidad a Pemex y CFE. La confrontación se dará lo mismo en el espacio del T-MEC que de foros internacionales.
El ruido actual sobre el no reconocimiento del triunfo de Biden o la aparente lealtad de AMLO hacia Trump, no impedirán que López Obrador y Biden construyan una buena amistad personal y un buen ambiente de cooperación entre sus equipos, pero sería mejor darle una nueva dimensión a la relación bilateral a partir de un rediseño estratégico por parte de México que del simple pragmatismo.
Director de OCA Reputación
@aocaranza