Ariel González
El Presidente López Obrador empezó cancelando un aeropuerto y está por terminar su mandato cancelando los contrapesos democráticos y las instituciones autónomas. Faltan sólo unas cuantas semanas para que la nueva Legislatura, constituida ilegalmente con una mayoría artificial del partido en el poder, pueda cumplir oficialmente todos sus caprichos (que él y sus fieles más obtusos no dejan de creer que corresponden a un “proyecto histórico”).
¿Pero qué ha sido realmente su “proyecto”? Se supone que López Obrador lidera un movimiento que se ha propuesto “hacer historia”, y es obvio que por el peso de su cargo y el impacto de sus decisiones lo ha conseguido, pero difícilmente él o sus seguidores podrían explicar el sentido real y profundo de su “transformación”, a menos que con toda objetividad reconocieran que más que nada ha sido una regresión mediante la simple destrucción de lo hecho por otras administraciones.
Alguno de sus “ideólogos” podría señalarnos que la meta más amplia de su proyecto era acabar con el “neoliberalismo” o lo que ellos entienden como tal, lo cual ha implicado en su lógica poner “primero a los pobres”. Sin embargo, en los hechos, la dinámica neoliberal no ha dejado de funcionar y al cabo de su sexenio tenemos a un puñado de empresarios felices porque vieron incrementar sus ganancias como nunca antes. El caso de Carlos Slim, notablemente favorecido por diversos contratos con la 4T, como el Tren Maya, es a este respecto muy ilustrativo: Forbes calculaba hace unos meses su fortuna en alrededor de 102 mil millones de dólares, es decir, unos 34,900 mdd más que al comenzar este sexenio.
Se me dirá que varios millones de mexicanos salieron de la pobreza. Pero la medición de la pobreza es a veces como una fotografía de ocasión: este 2024, particularmente, año electoral, muchos mexicanos se sintieron con dinero en la bolsa. Y lo tuvieron, sin duda, porque el gobierno dispersó subsidios y transferencias como nunca. Nada más en los primeros cuatro meses del año el gasto neto del sector público creció 18.1 por ciento, con respecto al mismo periodo del año anterior, la mayor alza en un cuarto de siglo (unos 2 billones 998 mil 710 millones de pesos), pero haciendo pasar el déficit de 59 mil 189.6 millones a 377 mil 540.8 millones de pesos en el mismo trimestre. 2023
“Hacer historia” ha salido muy caro y no será raro que la factura sea pagada, dolorosamente, con medidas de austeridad que el gobierno de Claudia Sheinbaum tendrá que poner en marcha, a menos que irresponsablemente se haga de otros recursos (se habla de que ya con la mayoría en el Congreso pueden disponer tocar los dineros del Banco de México), pero eso en todo caso sólo aplazará las medidas de ajuste más drásticas, porque resultará imposible mantener el despilfarro gigantesco que suponen empresas como Pemex o el Tren Maya, junto con el compromiso de los programas sociales. ¿Cómo sorteará el déficit el nuevo gobierno? Con más “neoliberalismo” y del peor: despidos, ajustes, austeridad y más austeridad.
Sea lo que sea el “neoliberalismo” para los “humanistas” que nos han gobernado, nadie debe dudar que seguirá prevaleciendo, con todo y un Tratado de Libre Comercio con Norteamérica que ellos no inventaron, pero que ha tenido tantas cosas positivas y tanto peso en el perfil del México de hoy que les será imposible abandonarlo.
En lo que hace a “no mentir” y “no robar”, la historia de estos seis años es infinita: vivimos las mentiras más grandes (y costosas) del México contemporáneo, así como el atraco y corrupción más infames de los que tengamos memoria. No me detendré aquí a enumerar los hechos, pero los escándalos han sido cotidianos y mantienen a Morena en el más absoluto desprestigio internacional (para no hablar de sus ligas, directas o indirectas, con el narcotráfico, cada vez más documentadas).
Hace unos días, el Subcomandante Marcos dijo que López Obrador ha gobernado “con el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz, el nacionalismo de cartón piedra de Luis Echeverría Álvarez, la demagogia corrupta de José López Portillo, la mediocridad administrativa de Miguel de la Madrid, la perversidad de Carlos Salinas de Gortari, la vocación criminal de Ernesto Zedillo, la ignorancia enciclopédica de Vicente Fox, el militarismo y la mecha corta de Felipe Calderón, y la frívola superficialidad de Enrique Peña Nieto”.
Este retrato debió calar mucho en Palacio Nacional, sobre todo porque viene de un protagonista de la izquierda a la que Morena dice adscribirse. Marcos viene a revelar de nueva cuenta lo que muchos ya sabíamos, pero que los fanáticos de López Obrador intentan ignorar: no viene de la izquierda, nunca perteneció a ella y nunca ha actuado bajo ninguno de sus ejes, a pesar de que con su retórica demagógica ha insistido en lo contrario.
Los últimos días de su gobierno, en la antesala de que se oficialice el autoritarismo y bajo el temor de que la economía –neoliberal al fin y al cabo– se desplome, es posible ver sin maquillaje lo que ha sido la Cuarta Transformación. “Es –como decía Guy Debord hablando de la China comunista– el grotesco final de las mentiras ideológicas: se mueren de ridículo”.
Su “historia” dirá lo contrario, por supuesto, pero la Historia los pondrá en su lugar.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez