El presidente López Obrador ha sido muy hábil para dominar la conversación política durante su gobierno. Su capacidad para mantener constantemente a sus adversarios a la defensiva y la falta de credibilidad de los líderes de oposición le han permitido mantener el monopolio de la verdad legítima, parafraseando a Max Weber. No obstante, en los próximos meses, y de manera creciente, su capacidad de controlar la conversación pública se verá erosionada. Aunque esto es natural en la fase final de un sexenio, el proceso se ha acelerado con la decisión presidencial de adelantar los tiempos electorales.
Cuatro son los factores que contribuirán a minar el discurso presidencial: la cesión de espacios, la fortaleza de la oposición, la construcción de un nuevo discurso en Morena y la emergencia de la seguridad como tema electoral central.
La cesión de espacios. El presidente ha reconocido que debe pasar el bastón de líder de la Cuarta Transformación a quien salga seleccionado en el proceso de Morena y permitirle que ocupe los espacios mediáticos para que pueda crecer. El papel central del presidente como comunicador de su movimiento y los logros del gobierno hoy ya lo comparte con los precandidatos de Morena, PT y Partido Verde. Pero más allá del voluntarismo presidencial, la competencia por la cobertura mediática en los próximos tres meses será intensa y la naturaleza del proceso electoral hará inevitable que los medios ofrezcan más espacio a múltiples personalidades políticas y achiquen el del presidente.
La emergencia de una oposición activa. El presidente también se enfrenta a una oposición renovada y fresca. No es solo el surgimiento de Xóchitl Gálvez sino la proyección y legitimidad que adquieren sus señalamientos y críticas al gobierno, como los de Santiago Creel, Enrique de la Madrid y Beatriz Paredes, ya en su carácter de aspirantes a la presidencia. Sus declaraciones despiertan más interés que las declaraciones de los líderes de partido, Marko Cortés, Alito Moreno, Jesús Zambrano o Dante Delgado. Como nunca antes, el electorado está abierto a escuchar propuestas nuevas y los medios más dispuestos a cubrir sus actividades.
El rey ha muerto, viva el Rey. Los candidatos del frente opositor y de la coalición de Morena inevitablemente tendrán que posicionar su discurso vis a vis el gobierno, pero serán las corcholatas las que mayor daño hagan al récord gubernamental. Para adquirir una voz propia, las “corcholatas” harán declaraciones y propuestas que llevarán implícito un juicio sobre lo que el gobierno de López Obrador ha dejado de cumplir o lo que falta por hacer y esto se prestará para que actores y medios traten de confrontar el discurso oficial con las propuestas de los precandidatos. Los precandidatos del gobierno tratarán de caminar sobre una fina raya para presentar proyectos propios y evitar que sean usados para atacar al presidente y al mismo tiempo conscientes de que un discurso kosher quizá no prenda al electorado.
La creciente inseguridad. El tema de seguridad se perfila como una de las mayores vulnerabilidades para el gobierno de López Obrador. Él lo sabe y ha tratado de vacunarse insistiendo que la oposición y los medios buscarán sobredimensionar los hechos delictivos y las estadísticas para debilitarlo. Pero parece inevitable que la violencia se incremente en los próximos meses. A medida que avance el proceso electoral, el crimen organizado aprovechará el vacío de poder que dejarán los cambios en los puestos de elección popular en los tres niveles de gobierno. Los grupos criminales buscarán ganar más espacios para luego negociarlos con la autoridad y veremos casos de violencia extrema para amedrentar a candidatos, negociar apoyos o probar la determinación de las autoridades. En este contexto, la realidad de la violencia hará más daño al presidente que las declaraciones de la oposición, y lo pondrá con frecuencia a la defensiva, dificultándole el control de la conversación pública.
La pérdida del monopolio de la verdad legítima será otro elemento más del ocaso del gobierno lopezobradorista y representa una oportunidad para los precandidatos de oposición y un reto para los de la coalición del gobierno. Es probable que el presidente se sienta golpeado desde muy diversos frentes: desde su partido, desde la oposición y desde la opinión pública, si la inseguridad se intensifica. Ante este escenario, el discurso presidencial se podría radicalizar para defender el récord gubernamental y dar línea a Morena sobre cómo defender el legado de la Cuarta Transformación. En los próximos meses, la versión presidencial del país, será cuestionada severamente por los “otros datos” de quienes aspiran a sucederlo y eso marcará el fin de “la verdad” del presidente.