Gerardo “Tata” Martino ha dado una lista de jugadores para los dos próximos partidos de preparación hacia el Mundial de Catar 2022 y para la mayoría de nosotros es una lista insulsa a la que hacen falta jugadores como el portero Acevedo, Chicharito o incluso la presencia del que ha manifestado no querer estar, Carlos Vela. Pero siendo realistas, aun con la presencia de los tres jugadores, es una lista que nos dice poco, una alineación de jugadores que nos emociona menos, es una alineación nada legendaria.
Soy de ese tipo de personas que mide la edad de gente con base a los mundiales y a los jugadores que ha visto jugar. Me gusta escuchar a los que han visto mucho futbol y respetar a los que han visto poco. Se podrá tener una idea de mi edad si digo que el primer mundial del que tengo ciertos flashazos de memoria es el de México 1986; del mundial que empiezo a tener recuerdos más nítidos es del de Italia 1990, pero con el que ya comencé a disfrutar, fue con el de Estados Unidos 1994; un mundial que, además, fue maravilloso.
En esa época, yo estaba en la secundaria y fue un verano espectacular, bueno, siendo sinceros, todo a esa edad lo era. Cerca de donde yo estudiaba, existe un auditorio muy grande (Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez), y ahí transmitían de manera gratuita, en una pantalla gigante, los partidos del Mundial de Estados Unidos 1994. Por los horarios, como era de esperarse, el auditorio estaba lleno de estudiantes que se habían salido de clases, y obviamente, mis amigos y yo estábamos ahí en primera fila. Tal vez por la edad, por la pureza de las emociones que nos generaban, veíamos a nuestros seleccionados como modelos a seguir; todos queríamos la agilidad e incluso el colorido uniforme de Campos, la puntería de Luis García, el cañón de Bernal, la ubicación de Claudio Suárez o el carácter de García Aspe. Todos ellos eran algo de lo que actualmente carecemos en la selección nacional: eran ídolos.
Aun hoy, a veintiocho años de distancia, con facilidad podría mencionar a los jugadores que participaron en los encuentros de ese mundial: Jorge Campos, Jorge Rodríguez, Claudio Suárez, Ramírez Perales, Juan Carlos Chávez, Marcelino Bernal, Nacho Ambriz, García Aspe, Luis García, Hugo Sánchez, Ramón Ramírez, Luis Roberto Alves “Zague”, Carlos Hermosillo, Joaquín del Olmo. Jugadores que formaban parte de una alineación legendaria, jugadores que transmitían algo. Y eso también me pasó con la selección mexicana del Mundial de Francia 1998, los jugadores que participaron en esa copa, de igual manera transmitían algo, ese algo indescriptible y mágico que te hacia creer. Los jugadores que nos representaban eran referentes en sus equipos, todos eran destacados en sus posiciones y aportaban ese liderazgo, y al menos yo lo percibía así.
Con claridad recuerdo en dónde y sobre todo, con quién me encontraba en cada momento memorable de esos mundiales; cuando Luis García metió un doblete, estaba con mis amigos de la secundaria; cuando la Bulgaria de Stoichkov nos eliminó, estaba en la sala de mi casa con mi papá; cuando Cuauhtémoc metió uno de los goles de su vida frente a Bélgica, yo estaba con mi familia viéndolo y todos volamos con él para encontrarnos con el centro de Ramón Ramírez; cuando vi con mis amigos a Luis Hernández, que nos hizo soñar en ese mundial con su gol contra Holanda; cuando Alemania nos devolvió a nuestra realidad y lo sufrimos en familia… si se dan cuenta, no todos los recuerdos son alegrías, más bien son sentimientos que nos genera el futbol y que compartimos con alguien. Y ahí está la magia: en compartir. El futbol es sentir y compartir.
En las anteriores ediciones mundialistas, en México, el ambiente previo siempre había tenido tintes muy festivos y figuras futbolísticas muy identificadas con la afición, había futbolistas que generaban empatía e ilusión. Pero al día de hoy, a pocos meses del evento futbolístico, con nuestra selección mexicana rumbo al Mundial de Catar 2022, el ambiente se percibe muy desangelado, frío, sin empatía e interés, y sin tener ni siquiera a algún futbolista que nos funcione como ícono, que nos una como afición y que nos emocione. Una selección soberbia y protegida que representa fielmente el bajo nivel de nuestra liga local de futbol, esa es la que irá a un mundial atípico, un mundial movido y protegido enteramente por los intereses económicos, y no digo que antes no fuera así, pero en esta edición, hasta el inamovible verano futbolero se convertirá en invierno.
Jugadores como los que mencioné anteriormente, han formado parte de esos jugadores icónicos, pero que, al irse, dejaron un hueco emocional y que, al día de hoy, no hay nadie que los haya llenado; ya ningún jugador de nuestra selección me emociona, o tal vez, simplemente, los jugadores de los equipos que amo, como me pasa con la selección, tienen esa irritante costumbre de ir volviéndose cada vez más jóvenes y yo más viejo. Recuerdo los mundiales y sus jugadores y me vuelvo a sentir adolescente al recordar esas alineaciones legendarias.
Ahora que estoy escribiendo esto, se me vienen a la cabeza muchos más momentos futboleros que nos emocionaron y nos hicieron llorar, y repito, de manera inevitable, a manera de fotografía mental, exacta, recuerdo con quién o quiénes estaba, eso me alegra, me transporta, pero también y de repente, me da un golpe de realidad al notar la cantidad de años que han pasado de esos sucesos hasta la fecha, y es que la vida es eso; momentos, detalles y sus sensaciones.
Estoy seguro que eso les pasa también a muchos de los que leen estas líneas. Muchos también recuerdan en dónde y, sobre todo, con quienes estaban. Disfrutaron esos momentos, estoy seguro de que recuerdan cómo se sintieron y cómo se emocionaron, o sufrieron al lado de esas personas en esos momentos futbolísticos. Y por esa razón, tal como en los anteriores mundiales, sin importar los buenos o malos resultados de nuestro equipo, estoy seguro de que habrá alineación legendaria.
…Y no me refiero a los futbolistas, me refiero a la alineación de amigos o familia con la que viviremos esos momentos, con los que compartiremos esas victorias y derrotas. Aunque el panorama parece más gris que nunca rumbo a Catar, habrá que disfrutarlo, el futbol nos da vida y la vida es lo que pasa por delante de los ojos a golpe de recuerdos de alineaciones legendarias. Eso es el Juego profundo.
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