Leo una carta que no recibí:
“¡Ay Braulio! Remedios Varo pintó esos mundos interestelares con luces que unen a personajes con el universo. Esas imágenes son las ocurrentes para sentirme contigo, contigo Braulio”.
Mucha gente creyó que tuve una relación amorosa con él. Gente que pensó que yo era un paciente con vih. No fuimos amantes. Amigos y hermanos en el activismo LGBT+, sí. Y jugamos a amarnos, pero la amistad fue suprema. Aquella misiva con su letra me la entregó su hermana. Después que se fue, el fotógrafo Óscar Sánchez Gómez me envía una imagen que sugiere sobre nosotros: empatía, complicidad, fraternidad; y diferencias, muchas. (Por ejemplo: no me atrae la pintora que bordea mundos, pero poco sabe de los abismos del arte).
Nos dejábamos de hablar hasta 10 meses por una discusión cruda, abierta, hiriente. Pero el amor sin sexo jamás dejó de existir. Al mirar la foto de Sánchez Gómez medito nuestra relación y el camino recorrido, desde hacer un concierto a favor de los crudos tiempos de los 80 —donde los pacientes de vih, fallecían—, hasta la conformación de la Fundación Mexicana Para la Lucha Contra el Sida (que Luis González de Alba se apropió).
Nos dejábamos de hablar hasta 10 meses por una discusión cruda, abierta, hiriente. Pero el amor sin sexo jamás dejó de existir. Al mirar la foto de Sánchez Gómez medito nuestra relación y el camino recorrido, desde hacer un concierto a favor de los crudos tiempos de los 80 —donde los pacientes de vih, fallecían—, hasta la conformación de la Fundación Mexicana Para la Lucha Contra el Sida (que Luis González de Alba se apropió).
Me he preguntado por qué se fue, aunque conozco la respuesta pues me lo dijo varias veces: “ya no, para qué”. Él creía que moriría en los 80 (partió en 2019). Dedicó gran parte de su tiempo a los grupos LGBT+. Hizo por los amigos: a los que siempre anteponía la sonrisa para salir adelante, aunque él estuviera resquebrajado. Esa multitud que lo quiere no me dejará mentir. Sus cartas, que sí recibí, tampoco mienten. (Antier un amigo en Facebook lo creía vivo; le di la noticia, tardía).
No crean que estoy loco: Alejandro Reza no ha muerto. Seguro el último pleito entre nosotros hizo que mi galaxia se alterara. Me he negado a perder a los amigos idos. (El otro día me llamó un sobrino del actor Rodolfo Alvarado, agradecido del tiempo que su tío estuvo en mi casa, antes de irse). Aquel vih de los 80 se los llevó inmisericordemente. Una generación que nos dijo adiós y que creo nunca será para siempre mientras uno los recuerde, no para hablar con ellos, sí para contar sus hazañas en esta vida donde hasta morir vale la pena.
Tres años.