AZIMUT
Vuelta a la hegemonía? La victoria de López Obrador
El pasado 1o de julio los mexicanos elegimos a un nuevo presidente. Los resultados confirmaron lo que las encuestas anticipaban desde hace meses: que Andrés Manuel López Obrador, AMLO, ganaría con más del 50% de los votos —30 puntos por encima del segundo lugar, Ricardo Anaya del PAN. No solo eso, el partido de AMLO, el Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, se hizo de la mayoría en el Congreso. Las razones de este desenlace tienen mucho que ver con la impopularidad del presidente Enrique Peña Nieto, que llevó al PRI a su peor derrota en su larga historia. Durante su administración (2012-2018), los mexicanos perdieron la paciencia con los niveles de inseguridad, el mediocre crecimiento económico, y los escándalos de corrupción en su círculo cercano. Enojados y exasperados, los votantes voltearon a ver a AMLO y sus promesas: seguridad, crecimiento, y no más corrupción. Una “república amorosa” donde todos seremos felices.
Vale notar que el resultado de la elección no estaba decidido de antemano. Si el PAN y el PRI hubiesen entendido a tiempo que la elección era un realidad un plebiscito sobre AMLO, habrían podido establecer una alianza non sancta para unificar el voto anti-Peje. Difícil imaginarlo, pero sólo así hubieran tenido un chance. De hacerlo, AMLO ya estaría ahorita en La Chingada, su rancho a donde prometió volver si perdía la elección. Y MORENA tarde o temprano se hubiera desinflado sin su caudillo. Pero nada de eso sucedió.
La elección de aquel domingo fue la cuarta organizada por el Instituto Nacional Electoral (INE antes IFE) desde que le fue otorgada la autonomía con respecto al poder ejecutivo en 1996. Tarde ya en la noche de ese domingo, su presidente, Lorenzo Córdova Vianello, anunció al ganador y el resto de resultados oficiales. Vueltas que da la vida: AMLO ha sido un crítico implacable del INE. Al día de hoy no reconoce sus derrotas en las elecciones presidenciales de 2006 y 2012, y nunca ha retirado sus acusaciones contra los consejeros electorales de haberse vendido en ambas ocasiones. Hay quien dirá que se trata de pura demagogía, pero el pensamiento de AMLO es más complejo. Para él, el concepto de democracia no se basa en el simple actor de votar, sino en el sentido revolucionario de una supusta voluntad general del pueblo —”el pueblo no se equivoca” le gusta decir. Desde esa perspectiva, sus derrotas no fueron el resultado de los caprichos del electorado, sino necesariamente consecuencia de las trampas de sus adversarios con la complicidad del INE. De esta forma, en 2006 acusó falsamente a los consejeros de permitir el embarazo de urnas y fraudes cibernéticos en favor del PAN, y en 2012 de hacerse de la vista gorda con una supesta campaña masiva de compra de votos por parte del PRI. En ambas ocasiones acosó e intimidó durante meses a los consejeros del INE llamandoles ladrones y traidores.
¿Qué tipo de relación establecerá AMLO con el INE ahora que ha logrado su largamente acariciado sueño de ser presidente? La pregunta es de capital importancia para la supervivencia de la democracia en México. Dada la cantidad y alcance de sus promesas, lo más seguro es que su presidencia sea una enorme decepción, lo que llevará los votantes a buscar otras opciones partidistas. En ese momento, y dados sus antecedentes, es muy probable que intente restarle autonomía al INE, ya sea abiertamente o en lo oscurito, para modificar la arena electoral en favor de su partido. Esto no es de modo alguno una probabilidad remota: MORENA controla el congreso, y el presidente AMLO en control del presupuesto federal no tendrá ningún problema en unificar a su alrededor a los partidos de izquierda y a los sectores más nacionalistas del PRI. Y ahí sí agárrense: MORENA estará a un paso de convertirse en un nuevo partido hegemónico y AMLO en el líder supremo del país.
Si eso llegará a pasar, México habrá completado un círculo histórico de vuelta a un sistema de partido hegemónico tal como existió en el siglo veinte con el PRI. Las décadas de democracia que siguieron despues del otorgamiento de autonomía al INE en 1996 llegarán a su fin, y un nuevo regimen autoritario habrá surgido. De llegar a suceder esto, AMLO ciertamente habrá cumplido su promesa de transformar a México.
Alejandro García Magos es candidato a doctor en Ciencia Política por la Universidad de Toronto, Canadá. En su tesis doctoral analiza el desarrollo económico y político del estado de Querétaro.