ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE
Es posible que cuando se oficializó el Día Mundial del Medio Ambiente por la ONU en su resolución del 15 de diciembre de 1972, empezando a celebrarlo desde 1974 el 5 de junio de cada año, fecha con la que se inició la Conferencia de Estocolmo en 1972, cuyo tema central fue el Ambiente y dos días después del Día Mundial de la Bicicleta. En esta fecha de celebración, se pensó quizá, como un día para desplegar una amplia campaña de concientización, sin embargo, han pasado 45 años y los resultados que vemos en casi todo el mundo, es el deterioro, la contaminación, la perdida de especies, la alteración de la biodiversidad, la escases de agua, y un claro reto global frente a la principal amenaza, el cambio climático.
Programas van y vienen, compromisos mundiales se firman, se fortalece el marco jurídico e institucional, se incrementa o reducen los presupuestos, se establecen planes y metas, pero todo ello está lejos de lograr una mejora. Asistimos a una obra teatral que bien podría llevar como título La Distopía del Medio Ambiente, en la que sólo cambian las figuras, los actores, los nombres, pero lo que viene es más perverso. No obstante, todo lo anterior, hay genuinos y valiosos ejemplos, quizá dispersos y no reconocidos, en muchas partes del planeta, como salpullido, en donde se realizan prácticas sostenibles, la protección real de los recursos naturales, el respeto a los demás seres vivos, la producción orgánica, el uso racional del agua y el intercambio justo y sin lucro de los productos. Ahí encontramos las eco-aldeas, la economía colaborativa, los modos autárquicos desprendidos del mercado, el compromiso social verdadero, y una obra teatral en sentido contario llamada La Utopía del Medio Ambiente. La sociedad que se avecina, se ésta construyendo diríamos underground, como lo he ya plasmado en la novela de Código Red, se trata de un mundo en paralelo al que hoy conocemos, es la etapa de la transición y quizá nos lleve unos 25 años más, pero lo cierto es que cobra mayor dimensión mundial, no sólo en número de casos y ciudadanos involucrados, sino también, como forma de vida y producción.
Más que celebrar, hay que acelerar el paso de la transición, apoyar esos esfuerzos locales, las redes de productores responsables, mecanismos de colaboración y reciprocidad, y tratar de defender aquellos sitios claves y estratégicos antes que los urbanicen, los destruyan o los incendien.
Hoy se discute si el Plan de Desarrollo Nacional de la nueva administración federal no tiene ningún compromiso con el medio ambiente, pero eso es lo de menos, en cada sexenio se llenan páginas enteras de tinta color promesa, y al final son desastrosos los resultados, en el caso del nuevo gobierno, al menos fueron sinceros, no hay nada aparatoso, en casi todos los rubros, salvo en el tema de cambio climático, las metas al 2024 no rebasan el 1%, pero si es mayor el porcentaje de lo que se calcula de gasto defensivo o como costo total respecto al Producto Interno Bruto PIB del agotamiento de los recursos naturales y degradación ambiental que se sitúa actualmente en 4.04% (del PIB) y que el compromiso es bajarlo a 3.75%, es decir sólo 0.25% o si se prefiere, 0.0416666666666667% anual, sin saber si la reducción del presupuesto en el ramo ambiental permitirá lograrlo. Y si bien, el nuevo nombramiento del Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales SEMARNAT cuenta con todas las cartas credenciales, el problema no es únicamente de una persona capaz, profesional y visionario, el asunto es sistémico, de una forma de producción, que por donde se vea esta más allá de los alcances de una Secretaria.
Aún bajo éste panorama, lo urgente es saber cómo y cuánto se van a reducir las emisiones de carbono, lo que implica, descarbonizar la economía, y sería sano, establecer una meta real y no apostar a crear una refinería.