ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE
En las grandes ciudades, nos dice Everardo Camacho Gutiérrez, “hay fuertes presiones ambientales que inciden en la calidad de vida y la salud de los habitantes. No sólo se hace referencia a un medio ambiente físico, químico o biológico, sino a un medio psicosocial y laboral complejo en el que el ruido impacta sobre el bienestar y la armonía social y de los individuos que viven en ellas”. Lo recomendable de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un ruido de 55dB de intensidad, en tanto que es un nivel tolerable que no afecta a la salud, sin embargo, en muchos espacios o zonas de la ciudad de Querétaro se rebasan estos niveles.
Ello tiene múltiples impactos que se observan en Efectos biológicos, como lesiones irreversibles del aparato auditivo o pérdida parcial para oír; también tenemos Efectos psicológicos tales como el incremento en los niveles de ansiedad; o aquellos otros de Efectos sociales, que inciden en el decremento en la productividad laboral e incremento en la fatiga o incremento en la agresión; y por supuesto abarcan los impactos en la salud, que se traducen en mayor posibilidad de enfermedad coronaria del corazón e infarto al miocardio; aumento de probabilidad para hipertensión arterial esencial.
Por su parte, Rafael Trovamala nos alerta al compartir la información de ocho revisiones sistemáticas dirigidas a evaluar la relación entre ruido ambiental y salud, pues la OMS reconoce categóricamente que existe suficiente evidencia para vincular la exposición de las personas al ruido ambiental con efectos cardiovasculares y metabólicos, alteraciones del sueño, deterioro cognitivo, pérdida auditiva y tinnitus, resultados adversos en nacimientos, la calidad de vida, la salud mental y el bienestar. El ruido ambiental debe considerarse no sólo como una causa de molestia sino también como una preocupación de salud pública y ambiental (OMS, 2018).
En tanto que la ciudad y la metrópoli, siguen en ascenso, incrementando el parque vehicular, y en consecuencia el tráfico, lo que a su vez trae consigo un mayor ruido, por ello, se afirma El ruido emitido por el tránsito vehicular es por su extensión y magnitud la principal fuente de contaminación acústica de una ciudad. Y no basta las NOMs sobre el ruido de vehículos automotores, pues hay que llegar a regular lo que en otros países han hecho, sobre contar con un mapa de ruido, estudios de pavimentos, límites de emisión de vehículos y planes de mejora.
En el municipio Capital, se cuenta con un Reglamento en materia ambiental y se puede leer en sus artículos 142 que: “Se prohíbe la generación de vibraciones y de emisiones de energía térmica, lumínica, ruido y olores que provoquen o puedan provocar degradación o molestias en perjuicio de la salud humana, la flora, la fauna, y en general, de los ecosistemas.” Y en el Artículo 143, se dice: “Queda estrictamente prohibido dentro de la zona urbana el uso de aparatos de sonido o instrumentos de altavoces con fines de propaganda o distracción que afecten a la vía pública o causen molestias y alteraciones al ambiente o los habitantes del lugar.”
Pero ello no ha bastado para acallar el ruido, de ahí que se necesita de mejores y actuales políticas públicas para controlar la contaminación acústica en la metrópoli, antes de que perdamos parcialmente capacidades auditivas.
Pero ahí también confluye, el papel de la vegetación para amortiguar el ruido, por un lado, y por el otro, para preservar el paisaje sonoro natural del aire, de las aves, de los insectos y hasta del agua de lluvia. Tenemos una gran cantidad de ruidos artificiales producto de la modernización, incluyendo los videojuegos, y del crecimiento de la ciudad, quizá vale la pena llevar a cabo estudios etnográficos del ruido en la urbe, para entender mejor el contexto actual y la defensa del Derecho al Silencio.
El mapeo del ruido servirá sin duda alguna, para cruzarla con la zonificación de usos del suelo y representarla en el ordenamiento ecológico como otra categoría.
Ojala y nos oigan con tanto ruido que hace.