Hay una amplia coincidencia entre los críticos en el hecho de que Diego Alatriste es la más grande invención de Arturo Pérez-Reverte, una creación leída y celebrada por millones de lectores en todo el mundo y que es también el pasaporte que ha llevado a su autor a la Real Academia de la Lengua y a un reconocimiento universal.
Luego de un sinnúmero de obras que han dado la vuelta al mundo (La carta esférica, El maestro de esgrima, La Reina del Sur, El tango de la guardia vieja, Falcó o Revolución, entre otras muchas) y que han sido valiosa materia prima para diversos ejercicios cinematográficos, Pérez-Reverte ha tenido en Alatriste su paso a la posteridad, del mismo modo que Cervantes encontró la trascendencia en su Quijote.
Al instalar a su personaje en el Siglo de oro (ese que corre con enorme esplendor entre finales del XVI y el fin del XVII) Pérez-Reverte adoptó un reto mayúsculo del que salió bien librado gracias a su profundo conocimiento histórico de esa época. Sin ese bagaje cultural del autor, el personaje podría haber tenido gracia, pero no sustento; hay montones de historias que se pierden por no tener un buen navío intelectual con el cual navegar en el contexto elegido, extraviando personajes y argumentos por carecer de los elementos indispensables para otorgarles algo que sólo los buenos lectores conceden: credibilidad.
Ya desde las primeras páginas de El capitán Alatriste (Alfaguara, 1996), nuestro autor consiguió que la audacia de presentarnos a su protagonista como amigo de Don Francisco de Quevedo no fuera vista como una descabellada intentona para impresionar a un público lego, sino como un sólido y delicioso planteamiento literario. El retrato que hace del poeta en la taberna del Turco nos hace sentir en ese lugar y entender la complejidad del vate:
“La mesa estaba llena de botellas vacías, y cada vez que a Don Francisco se le iba la mano con el vino de San Martín de Valdeiglesias -lo que ocurría con frecuencia, se empeñaba en tirar de espada y batirse con Cristo. Era un poeta cojitranco y valentón, putañero, corto de vista, caballero de Santiago, tan rápido de ingenio y lengua como de espada, famoso en la Corte por sus buenos versos y su mala leche. Eso le costaba, por temporadas, andar de destierro en destierro y de prisión en prisión; porque si bien es cierto que el buen Rey Felipe Cuarto, nuestro señor, y su valido el conde de Olivares apreciaban como todo Madrid sus certeros versos, lo que ya no les gustaba tanto era protagonizarlos. Así que de vez en cuando, tras la aparición de algún soneto o quintilla anónimos donde todo el mundo reconocía la mano del poeta, los alguaciles y corchetes del corregidor se dejaban caer por la taberna, o por su domicilio, o por los mentideros que frecuentaba, para invitarlo respetuosamente a acompañarlos, dejándolo fuera de la circulación por unos días o unos meses”.
Así que revivir el Siglo de oro con absoluta soltura, encanto y seriedad a través de Alatriste y sus amigos es el gran mérito de Pérez-Reverte, quien ahora, más de 14 años después de El puente de los asesinos (Alfaguara, 2011), séptima entrega de esta saga, nos trae de regreso a su héroe en una nueva aventura: Misión en París (Alfaguara, 2025).
Como recordarán sus lectores, Alatriste viene (en El puente de los asesinos) de jugarse la vida en Venecia, a donde el buen Francisco de Quevedo le ha pedido que vaya para una tarea ingrata pero en favor de la corona española: asesinar al Dogo y abrir la puerta para al dominio hispano. Enfrenta para ello a su viejo enemigo Gualterio Malatesta, ese auténtico hidepu, espadachín a sueldo del mejor postor y de las conspiraciones más oscuras.
Aunque sabemos que el capitán Alatriste muere en la Batalla de Rocroi en mayo de 1643, como anuncia el autor en El oro del rey (Alfaguara, 2000), lo que veremos en la nueva entrega es que se da tiempo para viajar a París con Francisco de Quevedo y Sebastián Copons a París para entregar unos documentos al conde de Guadalmedina.
La editorial Alfaguara ha adelantado un poco de la novela que seguramente pronto tendremos en todas las librerías de México: “Son tiempos complejos para Francia: desde hace unos meses, los hugonotes de La Rochela, con apoyo inglés, están viviendo un duro asedio por parte de las fuerzas francesas a las órdenes del cardenal Richelieu. Por mediación de Quevedo, Alatriste y sus amigos se ven envueltos en una peligrosa misión secreta ideada por el conde-duque de Olivares. Esta vez el objetivo es de tal magnitud, que la aventura a la que se enfrentan podría cambiar para siempre el curso de los acontecimientos”.
Así que sus seguidores estamos listos para ver de nuevo en acción al entrañable personaje de Pérez-Reverte, quien ha prometido que en estas páginas encontraremos al “Alatriste de verdad, aventuras, estocadas, lances e historia”. ¿Qué más podemos pedir?
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez







