Katia Reséndiz
Estrés hídrico, calentamiento global, sequía, cambio climático, pérdida de los ecosistemas terrestres y acuáticos, extinción de especies de flora y fauna, escasez y contaminación de los recursos hídricos, problemas de la calidad del aire… ¿Cuántas veces al día escuchamos alguna noticia o leemos sobre el tema medioambiental?
Es un hecho que la contingencia se está agravando, no solo estamos cerca del día 0, al estar 15 de nuestras entidades con riesgo extremadamente alto de quedarnos sin agua, entre ellas, Querétaro. El estrés hídrico se suma a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), que se da cuando estos gases se quedan en la atmósfera.
El incremento de la temperatura, a nivel global, es provocado por el hombre. Un dato estremecedor es que las emisiones de gases de efecto invernadero se duplicaron de 1990 a 2018. Hoy en día, el consumo de energía origina el 76% de las emisiones de gases, siendo el transporte, las edificaciones, la industria manufacturera y de la construcción, así como la quema de combustibles sus principales causantes.
Si mantenemos el ritmo en el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, al término del presente siglo llegaremos a un incremento muy superior a los objetivos del Acuerdo de París, que es de solo incrementar de 1.5 a 2 grados centígrados.
Pero ¿qué implica el efecto invernadero? Este fenómeno trae como consecuencias: el deshielo de masas glaciares, inundaciones de islas y ciudades costeras (se estima que en el año 2100 el nivel del mar será entre 15 y 90 centímetros más alto que el actual y amenazará a 92 millones de personas), huracanes más devastadores, migración de especies (entre ellas, nosotros, pues para 2050 se prevé que el número de personas con necesidad de migrar por sequías extremas será de 140 millones), severo impacto en la agricultura y la ganadería, escasez de alimentos (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alerta de que un descenso en la producción agrícola derivaría en la escasez de alimentos) y la propagación de enfermedades y pandemias (afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS) que el calentamiento global provocará que enfermedades infecciosas y que el calor extremo agravará los problemas cardiovasculares y respiratorios).
El panorama no es alentador, más aún con el desdén de gobiernos y ciudadanos de actuar en consecuencia, quienes estamos preocupados por nuestro medioambiente, tenemos la obligación de no ignorar la emergencia climática. Este 2022 postpandemia, debe ser el año en el que la movilización social sea clave para detener retrocesos, impulsar el marco normativo y poner en la agenda pública la urgencia de atender la emergencia ambiental.
No hay elección, como ya lo dijo Greta Thunberg, con toda la razón: “si las paredes de nuestra casa estuvieran realmente desmoronándose, seguramente dejarían sus diferencias a un lado y comenzarían a cooperar.
El futuro, así como también todo lo que logramos en el pasado, está literalmente en sus manos ahora, pero todavía no es muy tarde para actuar. Dar lo mejor que puedan ya no es suficiente, todos debemos hacer hasta lo imposible.”
Hagamos, pues, lo imposible. No permitamos que el Día 0 nos alcancé.