En el infructuoso –hasta ahora— intento de resurrección de su (innecesaria) Reforma Electoral, cereza en el pastel de las primeras modificaciones estructurales necesarias para la Cuarta Transformación (aun cuando no se les llame así, por repugnancia al neoliberalismo), el presidente AM, acusó a sus opositores con los argumentos reveladores de sus propias intenciones.
Fueron como las palabras detrás de las palabras. Las acusaciones convertidas en confesiones.
–¿Imprudencia o acto fallido? Cualquier cosa, menos sinceridad.
Veamos:
“…el bloque conservador no quiere que haya menos diputados, menos senadores, quiere seguir manteniendo a los plurinominales, quieren seguir entregando muchísimo dinero a los partidos, quieren que sigan los partidos nombrando, sobre todo los partidos al servicio de la oligarquía conservadora, a los consejeros no quieren los elija el pueblo, eso es lo que ya resolvieron: el INE no se toca.
“Entonces, lo que vamos a hacer es proponer una reforma electoral, no la reforma constitucional, sino una reforma electoral que no se contraponga, que no viole la Constitución y que permita reafirmar principios establecidos en la propia Constitución…”
Si lo propuesto e impugnado por el “bloque opositor” ha sido exhibido como violatorio de la Constitución y el presidente anunció una nueva fórmula QUE NO VIOLE LA CONSTITUCIÓN, está reconociendo de manera abierta, su pecado anterior: actuar contra la Carta Magna, conducta por la cual se le frenaron sus iniciativas, el ataque constitucional, especialmente (aunque no lo diga), la mutilación del Instituto Nacional Electoral.
Pero dónde el presidente comete un acto equívoco mayor es en su perorata sobre la legitimidad del voto. La compra del voto.
“… Por ejemplo (pretenderán sus nuevas iniciativas) , el que no se compren los votos, porque ¿qué tiene esta oligarquía y este bloque reaccionario y conservador, básicamente?, dinero, mucho dinero, y no aceptan que es lo mismo el voto de un campesino que de un potentado, que eso es la democracia.
“Entonces, antes, como todo era formal, podían mantener el principio de que todos los votos cuentan, pero con dinero traficaban con la pobreza de la gente y entregaban migajas, y materiales de construcción, y dinero en efectivo, porque la democracia para ellos es el sistema en que todos los intereses cuentan, menos el interés del pueblo. Entonces, se sienten superiores, entonces la democracia es cuando ellos se imponen y mandan y dominan. Entonces, vamos a buscar la forma de que no haya esa compra de voto… (comprando el votante)”
Cuando alguien recibe algo paga. Eso de recibir y pagar, está implícito en las primeras líneas del mensaje presidencial del domingo pasado, cuando en cita fervorosa de José Martí les dijo a sus seguidores: “amor con amor se paga”.
–¿Cómo expresa este neo sistema su amor al pueblo? Con dinero, con “programas sociales” cuya rentabilidad electoral es evidente. No se les da dinero para alejarlos de la pobreza –eso ya está probado–, sino para seducirlos en la urna.
Esa es la verdad, por eso se aumentan y se aumentan los montos, conforme se acercan las fechas de futuras elecciones. Por eso se quiere el control del padrón, hoy en manos del INE; para empatarlo con los listados del Bienestar, con todo y sus bancos.
La otra forma como se garantizaba el voto; mediante la captura del votante, la tenía el PRI a través del corporativismo obrero, campesino y popular. La afiliación obligatoria y el voto colectivo, garantizaban la fidelidad electoral. lo mismo ocurría con las comunidades ejidales y los grupos de productores agrícolas. Todo trámite requería adhesión al partido.
Hoy eso no se hace así. Ahora se hace desde las familias. Según el presidente casi el 90 por ciento de las casas en México tienen acceso al menos a un programa social (electoral). Eso y el fervorín de cada mañana, el discurso polarizante de excelencia moral del PUEBLO, y la prioridad de la pobreza garantizan el triunfo.