El fin de semana pasado, el “Tri” sufrió otra derrota contra Estados Unidos y empezaran otras semanas hablando de ello, otras semanas exigiendo cambios radicales, otras semanas pidiendo la cabeza de un DT, otras semanas de polémicas baratas, en fin, otras semanas de lo mismo… y todo terminara en lo mismo: en nada.
Uno es tan bueno o tan malo como su último partido. Y en el tema de la Selección Nacional, esta evaluación simplista resume a la mayoría de los aficionados de futbol en nuestro país. Contra Panamá, la semana pasada se hablaba de gran contundencia al frente y hoy se vuelve a hablar de fracasos. Definitivamente, no éramos mejores la semana pasada, simplemente se jugó contra un rival más a modo, es decir, un rival con concacafkiano.
Las derrotas contra Estados Unidos en los últimos años han ido generando bastante escozor en muchos, sobre todo en los que consideran al “tri” como un patrimonio nacional, cosa bastante absurda, por cierto. Nos abanderamos en un equipo creyendo que el orgullo nacional esta en juego, perdemos la cabeza y damos discursos emocionales que únicamente hablan sobre cómo vivimos y entendemos el futbol quienes no participamos en la cancha. Nos llenamos de palabras, orgullos, y emociones que dicen mucho sobre nuestra incapacidad de aceptar una derrota. No somos analistas de daños, simplemente somos jueces de lo absurdo y evidente de nuestro futbol y de nuestra pobre liga.
Podríamos argumentar que esto es culpa de los directivos y sus formas, pero también y sobre todo, tenemos que entender que, en realidad, tenemos muy pocos buenos futbolistas. Esa es la cruda realidad, no somos tan buenos como pensamos. Durante mucho tiempo hemos vivido de “supuestos y hubieras”. En el futbol, nuestras emociones nos llevan a lugares que no existen, como, por ejemplo, el éxito deportivo de la selección nacional. Vivimos de triunfos no vividos y seguramente, de éxitos que no llegaran jamás. Nos vamos haciendo viejos a golpes de mundiales y sin evidencia alguna de mejora. Nos colgamos de alguna experiencia épica o incluso de anécdotas extra cancha en los mundiales, estamos tan acostumbrados a recibir tan poco, que vivimos de cosas no reales, disfrutamos incluso, del “ya merito”. Estos resultados, a nosotros como mexicanos, nos reiteran como el futbol le ha fallado en reciprocidad a nuestra eterna tenacidad de ilusionarnos.
No tenemos un estilo definido, no tenemos referentes en la cancha y en el banquillo. Los resultados del equipo nacional, sus formas y sus “estrellas” son una simple y llana consecuencia, no son la causa raíz. ¿La causa raíz esta en los directivos?, es una respuesta fácil, pero en estos momentos, ya ni estoy seguro de ello, tal vez, todo el entorno es la causa raíz. En México, como sociedad nos estamos deteriorando cada día más y el futbol, no es la excepción. Como escribí anteriormente, simple y llanamente: no somos tan buenos como hemos creído. No hay materia prima para serlo.
Nuestras figuras no lo son, es duro admitirlo, pero no hay ni un solo jugador clase mundial en nuestras filas, el ultimo fue Rafa Marquez y él solo, logro maquillar lastimosos desempeños grupales durante muchos años, las cosas como son. Hoy, ante esa ausencia, tenemos a un Edson Álvarez con un ímpetu bastante respetable y destacable, dando tumbos y patadas, tenemos a un “chucky” Lozano gesticulador y pendenciero que aún vive de los créditos de un gol contra Alemania hace años, tenemos a un portero en decadencia que vive de un par de atajadas en mundiales pasados, y así podríamos desglosar a cada uno… Hoy no es que no tengamos lideres, simple y dolorosamente, no lo somos. No figuramos y eso se nota.
Veo como exfutbolistas, (como Garcia Aspe), se lanzan con todo el rencor acumulado y critican a los futbolistas actuales, haciendo alegoría a sus victorias en el pasado contra un Estados Unidos casi amateur, juzgan el futbol actual alegando que a los futbolistas de hoy les falta corazón, como si eso los hubiera llevado a ganar algo importante antes. No hemos sido, no somos y tampoco seremos. Esa es la realidad. Aceptémosla.
Hoy nuestro futbol puede tener los bolsillos llenos, pero las vitrinas, emociones e identidad vacías… Como siempre ha sido.
Esto me recordó que en su libro: “El cuerpo en que nací”, la escritora Guadalupe Nettel, nos platica sobre un problema visual con el que nació, el cual, obviamente, afecto su seguridad y forma de percibir el mundo. En el libro, nos narra que, siendo adolescente, por los ahorros de su madre, cuando tiene la oportunidad para atender dicho problema, el médico le informa de los riesgos de perder el ojo y decide no correr el riesgo, lo cual le lleva a un proceso de aceptación, de sí misma; de aceptar el cuerpo con el que nació. Por sanidad mental y emocional, tal vez ha llegado el momento de imitar a la gran escritora mexicana: vernos como somos, reconocer nuestras debilidades, vivir y sobre todo, aceptar que este es el futbol con el que nacimos.
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