Los óles contra la Selección Mexicana comenzaron al 65′. Minutos después, los abucheos al portero Raúl Rangel, luego de que el Valencia firmara el 2-2 definitivo en el estadio del Puebla.
La afición no abandonó al Tricolor. El tema es que la gente está tan sensible con el Tri que castiga duro los errores, más ante el antepenúltimo de la Liga española y que aun así tuvo la osadía de viajar con su equipo B.
Todo parecía festivo cuando Alexis Vega anotó apenas al 8′, de tiro libre, pero después Guillermo Martínez falló un mano a mano y la gente comenzó a impacientarse. A la media hora se escuchaban los primeros silbidos de desesperación, acallados por el golazo de Ozziel Herrera.
En el Tricolor todos repiten de memoria el discurso de reconectar y reconquistar a la afición, pero tendrán que hacer mucho más porque no se ayudan mucho con errores de marcación como los que derivaron en los goles de Daniel Gómez (41′ y 61′).
El técnico Javier Aguirre carga una herencia muy negativa por ese disgusto colectivo, aunque dos empates en tres partidos tampoco parecen la mejor solución.
Al 86′, la escena más ácida: mientras el sonido local presumía que los “incondicionales” apoyaban hasta el final, esos mismos “incondicionales” emprendían la huida, presos del desencanto.
Irónicamente, los fans que sí se quedaron le dieron más chamba al encargado del sonido local, que tenía que subir el volumen de la música en cada despeje del portero rival porque todos saben que la frustración de la gente es la ruta más corta al grito homofóbico.
El martes una oportunidad más para la reivindicación, contra Estados Unidos en Guadalajara, en la despedida de Andrés Guardado.
Por lo pronto, ayer en Puebla algunos incondicionales solo se quedaron para castigar a los futbolistas en su camino al vestidor. México se fue abucheado, pero, ¿cuál es la novedad?