“Sólo es posible el crimen organizado, en el caso de que la sociedad lo pida”, dijo un profesor de la Universidad de Chicago a uno de los biógrafos del mítico gángster Al Capone.
El reclamo para que la paz como antídoto contra la violencia regrese a nuestro país, ha empujado a laicos, sacerdotes y ministros de diversas creencias religiosas a unir sus peticiones, directa o indirectamente, al Presidente de la República, a fin de que imponga una política más agresiva para abatir a la delincuencia, y con el propósito de darle un “raspón” al mandatario, el obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, advirtió: “siempre está latente la tentación de querer responsabilizar a terceras personas y no asumir nuestra propia responsabilidad como ciudadanos, sociedad y como Iglesia”. Siendo éste tema político, las terceras personas a que se refiere el prelado son ex funcionarios públicos, pero seguramente incluye que la responsabilidad de “desconstruir” la maquinaria generadora de violencia es responsabilidad de primeras, segundas y terceras personas, todas las que construyen, alientan, solapan y viven de acciones ilícitas.
El crimen organizado se ha ido incrustando en la sociedad desde hace dos o tres décadas, porque como dijeron de Al Capone, ésta lo ha pedido. La piratería, por ejemplo; antes de concluir el siglo pasado ya se había instalado legalmente para ofertar copias pirata de películas, música, juegos virtuales, cigarros, bebidas alcohólicas, etc. Hasta hace dos años, las diez áreas de negocios más importantes para el crimen organizado eran: medicamentos falsificados, prostitución, productos electrónicos falsificados, marihuana, apuestas ilegales, cocaina, piratería de software, contrabando de cigarrillos y más adelante también se encuentra la piratería musical y la venta de zapatos falsificados. Además de las ganancias multimillonarias que obtienen desde la ilegalidad, evaden impuestos y han desplazado laboralmente a millones de mexicanos, productores y transformadores. Aunque sea producto de lo ilícito el crimen organizado es impulsado y hasta exigido por la sociedad a quien no le importa de donde vengan los productos con tal de tener acceso a ellos. Igual que lo es la prostitución, que suele caer dentro de la organización subterránea por ilegal y por tanto sometida a la explotación, trata de blancas y abuso de menores; ni hablar de la madre de todos los vicios que es el tráfico de drogas, que suele arrastrar consigo otras facetas más violentas, como tráfico de personas, extorsión, secuestro y cobro de piso.
Para que el negocio sobreviva se requiere una organización empresarial que oferte el producto y clientela que lo demande, pero que en cualquiera de sus manifestaciones traerá violencia porque obviamente, sus desacuerdos no pueden dirimirse en tribunales, ni exponerse a ser delatados, y también porque muchos de los “trabajadores” solamente son usados para ciertos objetivos. El único código válido ahí, es el de la lealtad.
La industria del crimen organizado involucra a cientos de miles de personas. De los niños, adolescentes y jóvenes, hombres o mujeres ¿cómo puede pasarles inadvertido a sus padres que estos posean armas, que no van a la escuela, que se ausenten por días, que vistan y se comporten diferente a los chicos de su edad, qué tengan dinero o amistades “raras”? En dónde están los hermanos, tíos, abuelos, o quienes puedan alertar a la familia sobre el riesgo que corren los menores. En dónde están las novias, esposas, hijos, amigos, de quienes participan de asuntos ilícitos. Lo más seguro es que el dinero o beneficios obtenidos les haga aceptar y callar o prestar su nombre y establecer complicidad.
Así pues, el llamado crimen organizado no existiera si la sociedad no le hiciera el caldo gordo. Si no les consumieran, si no les solaparan, si no viviera también de él. Revertir sus efectos fatales es trabajo hormiga y casi imposible de erradicar en una sociedad en que poseer es el objetivo final, como dice la canción “antes muerta que sencilla”. Castigarlo y detenerlo es responsabilidad gubernamental, pero como ya se ha visto que la fórmula campirana de “a fregón, fregón y medio” solamente alienta otra industria que es la de la “guerrita”, para evitarlo, mientras las autoridades les combaten desde la trinchera financiera y fiscal, igual que a Al Capone, aunque sea lentamente la sociedad puede irla desplazando de su ámbito de necesidades. La Paz como antídoto de la violencia no llega solamente con buenos deseos, bien dice un refrán: “A dios rogando y con el mazo dando”, las consecuencias de no hacerlo, Al tiempo.