ALHAJERO
El portazo que le dio la Suprema Corte a la Ley Bonilla no sólo fue unánime. Fue un portazo sonoro, iracundo, bañado incluso por un sentimiento de indignación (sobre todo por parte de su presidente, Arturo Zaldívar).
La pregunta es ¿por qué? La respuesta primera podría ser: porque el caso lo ameritaba, en fondo y forma. Era todo un “fraude a la Constitución”, una “reelección disfrazada”.
Cierto. Sólo que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha resuelto otros casos, tanto o más indignantes que la intentona de “fraude a la Constitución” perpetrado por el Congreso panista de Baja California (señalada así por el ministro presidente), con discursos en un tono más moderado.
¿Entonces? Entonces, parte de la respuesta está en los “mensajes” detrás del discurso que quisieron enviar los hombres de la toga y muy particularmente Saldívar, cuya imagen se ha hallado bajo fuego por su cercanía con el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
(Don Arturo trae clavada la imagen que dio el día en que anunciaron la iniciativa de reforma al Poder Judicial de la Federación en que se le ve sentado junto al resto del gabinete en Palacio Nacional como si fuera uno más del equipo presidencial).
Están también, como cortina de fondo, los cuestionamientos que se han planteado desde diversos ámbitos por los perfiles de los últimos ingresos al máximo tribunal (señalándolos de morenistas), poniendo en entredicho la independencia de la Corte.
Todo este contexto, obligaba a la Suprema Corte a demostrar su independencia del poder ejecutivo. Y qué mejor que con un tema que, por donde se le viera, estaba perdido –era un “atraco a la democracia”- y ni más ni menos que frente a un amigo personal de AMLO.
Zaldívar sabía que ese era el mejor momento para mostrar una posición independiente y de recomponer su propia imagen. De ahí la dureza de sus calificativos.
Pero hubo otros mensajes que no habría de perder de vista. Destacadamente los relacionados con impedir la reelección:
Por un lado, el ministro Luis María Aguilar —con un discurso espléndido también- advirtió que prorrogar desde el poder político el periodo de duración de mandato para un cargo ya elegido, “se convertiría en una reelección disfrazada”. Mientras que Yasmín Esquivel hizo hincapié en evitar que cualquier autoridad federal, estatal o municipal, cambie las reglas sobre el voto ya emitido y pretenda perpetuarse en el cargo.
Y este otro, del proyecto del ministro Fernando Franco: “La modificación extemporánea de la duración de los cargos de elección popular no puede justificarse constitucionalmente mediante su idoneidad o conveniencia desde el punto de vista económico o de la organización o planeación gubernamental”.
***
GEMAS: Obsequio de Jaime Bonilla en el noticiero de Jesús Martín Mendoza: “Yo sí creo que los calificativos que usó (Zaldívar) contra el congreso son fuera de lugar”.