Este tiempo de la medicina social: “quédate en casa”, de la realidad virtual como único espacio exterior, de la muerte que navega a todo vuelo por los confines del mundo, tiene al ritmo del Coronavirus -Covid 19, que impacta de manera -hasta hace poco impensable- a la salud; a la conducta de individuos, poblados, ciudades, naciones, continentes, ha transformado: la economía, las relaciones sociales, las historias íntimas, los espacios cotidianos; las maquinarias institucionales, los sueños, todo, hasta la concepción del futuro; sin embargo en épocas de Pandemia, la que no cambia es la tarea de la música.
El 2020, es un año diferente; en siglos anteriores hubiera sido llamado de la “peste”, como nombraron aquel 1695, en el que una enfermedad infectocontagiosa terminó con Juana Inés de Asbaje Ramírez Santillana, Sor Juana Inés de la Cruz- 12-XI-1648/ 17-IV-1695-, en el Convento de San Jerónimo, de la Capital de la Nueva España. La “Décima Musa” vivió 26 años enclaustrada, su capacidad creativa venció al peso del aislamiento, al hermetismo de los muros religiosos; la Poeta novohispana dentro de su confinamiento, dio vida a una obra que ha vencido entre otros, al paso de los siglos. En su larga temporada conventual, dedicó una gran parte de sus días a sostener una intensa relación con la música; la -no documentada- Teoría del Caracol, sus Villancicos- con música de??, existen diferentes datos sobre los compositores- son ejemplos musicales en su lenguaje poético.
La música y las enfermedades infecciosas que golpean a localidades y ciudades dejan efemérides de honda huella. En Mazatlán, Sinaloa, el treinta de agosto de 1883, la Fiebre Amarilla que asoló al país entre 1880-1884, cortó los 38 años de vida de María de los Ángeles, Manuela, Tranquilina, Cirila, Efrena, Peralta Castera, “El Ruiseñor Mexicano”, Ángela Peralta. Las costas del Golfo de California, del Océano Pacífico, de Baja California hasta Colima sufrieron el embate epidémico, que causó una cantidad enorme de infectados y fallecidos entre pobladores e integrantes de la Compañía de la soprano – “Angelical de voz y de nombre”- que se encontraba en el puerto, para presentar una serie de actuaciones, de la cuales sólo realizó una función, la última de su carrera artística.
A la llamada “Gripa española”, 1918- 1920, se le considera la primera Pandemia por su alcance mundial -hay discusión sobre este planteamiento- los viejos de casa hablaban de ella como la puerta del apocalípsis, contaban con los ojos llenos de espanto, historias dantescas sobre lo ocurrido. Se dice que uno de cada tres humanos sufrió secuencias de la enfermedad. Artistas famosos y anónimos junto a millones cayeron en sus garras. El 25-III-1918 murió en París, Claude Debussy, a los cincuenta y seis años. “El creador de la música nueva”, como lo definió Manuel de Falla, cerró su hoja pautada; la versión aceptada, señala al cáncer como motivo, hay alguna que atribuye su final a la temida epidemia, que inicio en Francia ese año y se propagó a España, de ahí al mundo. En México, el cuatro de noviembre de ese año, el compositor hispano, Quinito Valverde: “Clavelito”, “Serenata de Achares “-con texto de José F. Elizondo- y una buena cantidad de cuplés, fue fulminado por la Pandemia del virus H1N1. Ese 1918, nació el genio norteamericano, Leonard Bernstein, paradójico, el 14-X-1990, en N.Y., el compositor de “West Side Story”, entre otras obras, murió de neumonía en la ciudad de Nueva York.
Entre 1920, fin de la Gripe Española y diciembre de dos mil diecinueve, otras epidemias han azotado al mundo; claro, al Covid 19 se le considera la de mayor impacto masivo, especialistas la clasifican como la más agresiva en su propagación. El período hasta los primeros días del quinto mes del 2020, ha dejado en el mundo casi 250 mil muertes -las cifras son aproximadas y cuestionables -, millones de infectados, una regular cantidad de escépticos; el otro lado de la cara de la Pandemia nos permite ser testigos del heroísmo de los integrantes de los sistemas de salud que han visto diezmadas sus filas, pero son los primeros en luchar por la vida de los otros. La sociedad civil- una mínima parte tiene actitudes condenables con ellos- dentro de los límites de las cuarentenas ha salido a balcones, ventanas, azoteas, tal y tal, a cantar como agradecimiento; en otras trincheras donde se combate el Coronavirus; ejecutantes, interpretes, compositores, famosos y desconocidos muestran su ingenio y han desarrollado conciertos, recitales, estrenos, serenatas, “shows”, para romper/ romperse como en el ayer, aislamientos, depresiones, soledades… con música.
Son muchos nombres entre intérpretes, ejecutantes, divas, ídolos compositores, figuras de “medio pelo”, anónimos, que han muerto en esta temporada de “la sana distancia”, me resulta necesario mencionar la del compositor, escultor, cineasta, poeta, cantor, Luis Eduardo Auté, 13/IX/1843, Manila, Filipinas, a quien un infarto le segó la vida en Madrid el 4-IV-2020; la del compositor, actor, cantor, Oscar Chávez, el pasado 30 de abril, en la ciudad que lo vio nacer-1935- y cantar. Los dos representan una actitud distinta en la canción popular contemporánea, lejana a la frivolidad del “estrellato” y comprometida con las mejores causas del pueblo. Horas antes del fin del “Caifán Mayor”, los habitantes de la Unidad Miguel Alemán, aprovechando las primeras horas nocturnas, de manera espontánea sin romper las reglas cívicas de la cuarentena, interpretaron una pequeña serenata dedicada al servicio heroico de los trabajadores del Hospital 20 de noviembre; fue la última noche de Oscar en el nosocomio, fue noche de canto.
El Coronavirus como sus antecesoras, deja en su andar huecos difíciles de llenar, ¿Cuántos faltan en la lista de caídos? ¿Cuántos se recuperarán? difícil predecirlo, de lo que estoy seguro es que al final de la Pandemia, la música continuará presente.