EL CRISTALAZO
Muchas veces se ha dicho: la segunda pandemia es la insistencia cotidiana, constante, inevitable, morbosa y obsesiva de hablar sobre ella; escribir de su evolución, tomarle el pulso, leer sus signos vitales, cargarla todo el día sobre los hombros del correo electrónico, el Facebook o las plumas azules del canario del tuiter; las imágenes del Skype o los mensajes del Instagram, la radio o la televisión abierta; por cable o por satélite.
Y en esa actitud la interpretación tiene un espacio notable.
Uno de los síntomas de esta segunda pandemia es también la tentación de los políticos del mundo de convertirse, todos –cada quien con su estilo–, en los grandes emisores de información, opiniones, condenas, anatemas, órdenes, sugerencias, ucases, ordenamientos, bandos, dictados, dicterios y líneas de conducta.
Y cuando un medio electrónico, distinguido por su acomodaticio comportamiento de agente solidario con el poder político, divulga un mensaje subversivo; riesgoso para “las audiencias”, como ha sido el caso del llamado a la desobediencia por parte de TV Azteca, entonces el edificio de la información y sus naipes se sacude y parece venirse abajo.
–¿De veras Javier Alatorre y su poderoso ventrílocuo le han hecho tanto daño al país con su clarinada contra López Gatell en el inocente abuso de su quid pro quo habitual?, o su actitud es llamativa por la aparente traición del concesionario quien por segunda vez (la primera fue personalmente y en sus pantallas), se revuelve contra el Presidente y su estrategia sanitario-económica.
Porque antes del inoportuno mensaje de quien escandaliza desde hace muchos años, por una cosa o por otra, el propio Ricardo Salinas Pliego, concesionario del Ajusco, ya había renegado abiertamente del tratamiento oficial de la epidemia.
“…Nos han metido a todos el miedo por el Coivid-19… Este virus existe, sin duda, pero no es delta letalidad (como lo comprueban los muertos de medio mundo), como van las cosas parece que no moriremos por Coronavirus, pero si vamos a morir de hambre…”
Y nos regaló, además, la profecía de un tsunami de destrucción y del empleo, porque “dentro de poco tiempo se desatarán la delincuencia, la rapiña y el caos…”
Pero días después vino el ataque directo y frontal contra el “irrelevante” vocero de la pandemia, Hugo López Gatell, en una actitud de incordio, dañina y subversiva, como aseguran algunos, frente a la cual se actuó con la habitual doble conducta del gobierno.
Por una parte se le envió un rapapolvos desde la inútil Dirección General de Radio, Cine y Televisión de la Secretaría de Gobernación, y por la otra
Después, como Savonarola frente a la hoguera, el presidente de la República pasó por alto la reconvención enviada por Gobernación al concesionario, y calificó la clarinada contra su política sanitaria, como un simple error de su amigo, Javier Alatorre quien en este juego de espejos es irrelevante. O ni eso.
Por su parte el aludido, el “irrelevante”, López Gatell, orondo, condescendiente y analítico, y como terapeuta de la conducta se lanzó este rollo conciliador, después de haber sido canonizado con un ajardinado mensaje de respaldo absoluto del Presidente a su epidemiólogo favorito a quien elevó a los altares de la ciencia.
Esto dijo Hugo, como se le dice en las conferencias matutinas:
“…Los seres humanos frente a la incertidumbre a veces pueden reaccionar de una manera agresiva, no pasa nada, pero hay que procurar que esto no ocurra, porque si alguien reacciona de manera agresiva, con ansiedad o con miedo, puede propagar el miedo y las reacciones emocionales se pueden convertir en una adversidad y puede se pierda la claridad…”
Pero el fondo del asunto permanece intocado: la alianza estratégica del empresario Salinas Pliego con el gobierno de la tetramorfosis, cuya locomotora desvió sus rieles para no pasar por encima de la hacienda salinista. Quien lo dijera, el Presiente cercano a Salinas….
Todos los negocios de RSP están intocados; sus hombres en el gobierno acumulan poder ya sea en la SEP o en Banobras y sus mecanismos bancarios son vehículo para la distribución de las dádivas socio-electorales del gobierno. Nadie le mete lupa a su banca, ni a su Afore, ni a sus envíos de dinero. Todo está reluce como una patena. Lo demás es música de acompañamiento. Son fintas y ajustes sobre arreglos desconocidos para el público (fertilizantes, impuestos, subsidios, prebendas, etc.) y de cuyos detalles nada sabemos.
A fin de cuentas, como le dijo Úrsula a Amaranta:
“—Un minuto de reconciliación tiene más mérito que una vida de amistad.”
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