ENTRE LÍNEAS
La crisis hospitalaria que ha tenido lugar en todos los países afectados por la pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto una crisis moral que nos debe llevar a reflexiones profundas sobre la ética y la concepción social en todos los niveles de la organización humana, desde la agresión al personal hospitalario y la violencia intrafamiliar exacerbada por la reclusión hasta los actos de piratería y egoísmo de los gobiernos que han hecho tambalear los principios básicos de la organización y la cooperación internacionales.
En México se ha propuesto, ante la insuficiencia real de insumos y tratamientos hospitalarios, la aplicación del “Proyecto Guía de Triaje para la Asignación de Recursos de Medicina Crítica”, que en pocas palabras se resume en las reglas para decidir a quien se da preferencia para atender con respiradores u otros insumos hospitalarios y a quien no. Reglas obligatorias en una situación de emergencia como la actual. Proyecto totalmente desenfocado, ideológico y prejuicioso desde mi punto de vista.
El “triaje” es en realidad un protocolo de intervención, un método de selección y clasificación de pacientes dentro de la medicina de emergencias y desastres que permite una gestión de riesgo clínico para poder manejar adecuadamente los flujos de pacientes cuando la demanda y las necesidades clínicas superan los recursos con que se cuenta en casos como la actual pandemia del Covid-19.
Se trata de un método de selección de pacientes que se ha utilizado ampliamente y es utilizado en diferentes países ante el aumento de emergencias, pero con reglas muy claras, probadas y consensuadas. Las escalas de medición con que se aplican esas reglas se han ido incrementando, actualmente se aceptan al menos cinco escalas para: 1. Identificación de pacientes en riesgo vital; 2. Asegurar la priorización en función del nivel de clasificación. 3. Asegurar la reevaluación de los pacientes que deben esperar. 4. Decidir el área más apropiada para atender a los pacientes. 5. Aportar información sobre el proceso asistencial. No son escalas para decidir entre la vida y la muerte de los pacientes, sino para contar con indicadores de la calidad de la atención.
Las diferencias y capacidades de los distintos países han derivado en modelos de aplicación para cumplir con esas escalas mínimas, de manera que, por ejemplo, tenemos el modelo australiano (Australian Triage Scale (ATS); el canadiense (Canadian Emergency Department Triage and Acuity Scale (CTAS); el inglés (Manchester Triage System (MTS), el Emergency Severit Index (ESI) y el Sistema Español de Triage (SET), entre muchos otros. Todos con un periodo de prueba, de controles y de supervisión que han sido utilizados fundamentalmente como indicadores de los índices de calidad de la atención hospitalaria, indicadores en los que se ha cuidado evitar la opacidad, la ideología y la discrecionalidad. Sin embargo, el Proyecto “Guía de Triaje propuesto al Consejo de Salubridad General”, es un producto elaborado a toda prisa por la emergencia sanitaria, sin criterios claros y con muchas dudas y oscuridad sobre su conceptualización, testeo y supuestos ideológicos o prejuicios sociales. Por lo que es necesario revisar tanto las escalas, como la suficiencia de las pruebas para elaborarlas y aplicarlas, así como el grupo de decisión que lo aplicará en lo inmediato, pero fundamentalmente los criterios y supuestos ideológicos que subyacen en este instrumento de selección.
La tesis de Darwin sobre la prevalencia, la supervivencia, de los individuos de una especie que mejor se adaptan a los cambios del medio ambiente, se ha trasladado al hombre con intenciones de dominio. Esto se conoce como darwinismo social. De esta manera, surgió la doctrina del “Destino Manifiesto”, por la que los hombres mejor dotados, los blancos protestastantes estadounidenses, estaban destinados por Dios para apropiarse de las tierras de los indios, de los mexicanos, negros y asiáticos y de quienes ellos consideraran con inferioridad tecnológica, social y “moral”, o que estaban corrompidos por el mestizaje o la religión católica. El supremacismo blanco protestante ha permeado la política exterior de Estados Unidos durante su auge y dominación, desde principios del siglo XIX.
¿Quiénes deben ser atendidos y quiénes no, ante la insuficiencia de insumos hospitalarios? ¿A quien se dará prioridad cuando llegue la saturación de pacientes infectados por el virus Covid-19? ¿Quién o quiénes decidirán sobre la vida o la muerte, la selección y eliminación darwiniana a que ha sometido a la humanidad el virus? Hemos visto cómo en otros países se han quitado respiradores a personas de la tercera edad para favorecer a los más jóvenes. ¿Es suficiente el criterio de la edad, sin tomar en cuenta otros criterios?¿A simple vista se tomará la decisión, o serán necesarios estudios sobre las biografías de los infectados, o las posibilidades reales de supervivencia?¿No hay otras posibilidades de invertir en la compra de más insumos? ¿Ya es lo último que se puede hacer para atender a todo aquél desafortunado que se encuentre en un hospital mexicano?¿Por qué estamos en esta situación de vida o muerte? ¿De verdad no hay de otra?
Plantearse desde ahora la necesidad de un triaje hecho a toda prisa es del todo inmoral, ya que el estado está obligado como primera prioridad a proteger la vida de todos los ciudadanos, sin tener que llegar a la disyuntiva darwiniana de tener que escoger entre la vida y la muerte de los más viejos. Si hay dinero para obras, para eventos sociales, campeonatos, deportes, campañas políticas etc, primero está la vida de los ciudadanos. No debe existir la necesidad del triaje. No se puede estar en la disyuntiva de una decisión para favorecer a quien se supone puede vivir más tiempo. Un volado sobre la vida o la muerte de un ciudadano es totalmente inmoral, poner previamente en la vía de la muerte a una persona por su edad es darwinismo social.
En sociedades más avanzadas, como Japón, a las personas mayores se les valora mucho por la experiencia, se ha dicho que un anciano es una biblioteca ambulante por los conocimientos adquiridos durante toda la vida. En las comunidades indígenas de México también existen los consejos de ancianos, que deciden sobre la vida de la comunidad, precisamente por su sabiduría acumulada. La pirámide poblacional de México ha ido engrosando progresivamente los rangos de las edades mayores de los sesenta años. Los abuelos no sirven sólo para cuidar a los nietos cuando sus padres no tienen con quien dejarlos, es un disparate del exsecretario de hacienda (no muy joven por cierto) pensar que sólo para eso son los abuelos. Los ancianos otorgan a la sociedad la tranquilidad de la experiencia, del conocimiento, por haber recorrido antes un largo camino. Las sociedades funcionan mejor cuando se toman en cuenta sus consejos y su sabiduría.
El asunto es que no se debe llegar al punto de tener que aplicar ningún tipo de triaje, menos aún cuando no se trata de aplicar criterios de calidad, sino de “selección natural”, darwiniana. Existen recursos para la compra de insumos y la habilitación de hospitales, esa debe ser la prioridad para no tener que llegar a decidir sobre la vida o la muerte de nadie. Es inmoral, como sucedió en algún país latinoamericano, en el que se están muriendo los infectados por el Covid-19 y al mismo tiempo destina 300 millones de dólares para el pago de la deuda externa. Se renegocia la deuda o se cae en mora, pero primero son los ciudadanos. Si en México se llega a esa situación de tener que elegir entre un joven y una anciano es que estamos en la escala más baja éticamente de la sociedad de naciones, se aplica un darwinismo social criminal contra la propia población. Esa no es selección natural, sino antinatural. El personal hospitalario no puede ser puesto en la disyuntiva entre quien vive y quien muere, la obligación de los políticos es buscar los recursos para que todos vivan, de lo contrario estaríamos aceptando como normal y ético el darwinismo social. No estamos en una situación de guerra, los políticos deben contar con los medios imaginativos y presupuestales para solucionar un problema grave de la sociedad, “por sus hechos los conoceréis”. Los que deben ser eliminados de la política, que no de la vida, son los ineptos, los que no son capaces de idear soluciones viables ante un problema como el Covid-19.