LA APUESTA DE ECALA
…imagine Sr. una lujosa sala de cine, de esas que parecen teatro de época, sus amplias cortinas de color marrón, un lujoso suelo de mármol se pone todo en oscuro, solo se percibe el delicioso aroma de dulces y caramelos, así como una que otra pepita de calabaza tostada, ahora se ve en la pantalla del cine y comienza una voz diciendo…
Depositario de la confianza nacional, el candidato presidencial General Lázaro Cárdenas del Río le dará a nuestra nación un remolino de oportunidades para lograr hacer de nuestro país “lo que nadie nos puede quitar” con políticas frescas y contemporáneas, descubriremos que con Lázaro Cárdenas México ¡tiene futuro!
Luego cierra con una fotografía de Usted Sr. General
—No mamen ¡me veo chimuelo!
—¡No! al contrario, es una fotografía que lo hace ver joven, fresco… ¡un líder!
—¡No diga pendejadas! creo que hasta medio joto me miro… ¿qué no?
Los secretarios encargados del departamento autónomo de prensa y publicidad, asuntos cívicos y morales a través de medios impresos, radiofónicos y conferencias le habían diseñado una campaña al general revolucionario, quien iba para candidato a la presidencia de México.
Nadie les había advertido de lo bragado del general, un hombre construido en la revolución, héroe de batallas que a los veinticinco años obtuvo su grado, no se andaba con medias tintas ¡le gustaba te lo decía! no le gustaba ¡te mandaba a la chingada!
—Pero mi general la idea es que la gente no lo vea agresivo o con intenciones de volver comunista al país, a las personas no les gustan los trajeados de militar.
—¡Ponme una falda cabrón!
—¡No! señor, no es la intención…
—Ustedes me quieren ver como un pinche “jotito” gringo, que muy bien peinado, que “perfumao” ¡a mí no me gustan esas mamadas! la gente debe ver que soy un presidente con huevos, con estilo recto, que no me va a temblar la mano para mandar a la chingada a esos catrines caritas de los ingleses y los gringos.
Ya para este momento de la charla los del departamento de prensa y publicidad ¡sudaban frío!
Para calmar las cosas se acercó un joven de cara dura y tez morena, un afamado líder sindical ya secretario de organización de la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, de treinta y cuatro años, gustaba de visitar al presidente cuando están sus equipos de campaña, los jóvenes publicistas se comen las uñas por tratar de lograr una imagen inmaculada de un general de la revolución.
«…sería como poner maquillaje a un buey!»
—Calmados señores, el candidato comprende muy bien su intención, pero aquí mi señor general sabe que las cosas son como son, o te alineas o te quedas detrás ¡así ha funcionado esto!… permítame, señor candidato de arreglarle su camisa y el traje… en esta foto se verá mejor… ¡andeles está listo!
¡Click!
22 de marzo de 1938. Zócalo de la ciudad de México.
«Cárdenas adelante con la Revolución para seguir con la liberación de México, ante el yugo de los yanquis e ingleses»
Millares de universitarios se hacen presentes en la plancha del Zócalo con la intención de lograr apoyar al máximo al presidente General Lázaro Cárdenas del Río, contingentes por facultades hacen sentir su vítores y felicitaciones por todo aquello que fue la expropiación de las empresas de extracción del petróleo de capitales ingleses y estadounidenses.
El general Lázaro Cárdenas justo en el momento de la expropiación tiene un altercado militar con el exgobernador (y su ex secretario de agricultura) General Saturnino Cedillo Martínez —ya en 1935 había querido asesinar al propio presidente de la república— así que se tenían cuentas por pagar, para evitar todo aquello escalara, el líder sindicalista Lombardo Toledano, en el congreso nacional magisterial realizado en la ciudad de Querétaro, levanta a siete mil trabajadores del sindicato de la educación para evitar que votaran por el general Saturnino y así sacarlo de toda jugada política.
¡La fuerza militar del general Cárdenas contra Saturnino será apabullante! las glorias y los vítores por la expropiación petrolera no iba a ser manchada por el general insurrecto, quien en todo momento —fueran entrevistas ante medios norteamericanos, nacionales y de centro américa— acusaba al general de desear crear un país de tendencia marxista.
Un general como Cedillo, de manos de campo, una amplia experiencia militar, con un cerco de capitanes que le idolatraban, lo trataban como generalísimo, jefe supremo y prócer de los ejércitos en contra de los cristeros —a quienes diezmó por todos los frentes de batalla— era ahora “la piedra en el zapato” de Cárdenas.
El padrino del general Saturnino era nada más aquel expresidente y general Plutarco Elías Calles —ya exiliado de México desde 1936— quien financiaba infinidad de movimientos durante un largo periodo presidencial a sus sucesores —primero como influyente amigo y después, directamente interviniendo en decisiones y consejos a los propios mandatarios—.
¿El factor que promovía hacer todo esto de Plutarco Elías Calles hacia sus presidentes? ¡que alguno de ellos quisiera convertir a México en un país comunista, por la moda del movimiento por todo el orbe y Cárdenas pareciera, era quien lo trataría de hacer.
Rancho del Valle de Santa Ana California —hoy Condado de Orange—, 29 de Julio de 1938, reunión entre el general Saturnino Cedillo y el general en el exilio expresidente Plutarco Elías Calles.
La suntuosa casa estilo de la zona, se alza cercana a la misión histórica del rancho —con unos buenos años de fundación— los residentes no conocen al expresidente, pero le llaman con cariño “Don Elías” —a los más lo dan como un ex general de la revolución mexicana— por supuesto que las historias en los crepúsculos de bebidas, cigarros y cerveza, rondan por platicar de sus andanzas junto a Pancho Villa, las horas son interminables para contar tales odiseas.
Observan los vecinos de Don Elías que una avanzada de militares mexicanos, enfundados en vestiduras color caqui y fuertes armas con vehículos de las propias fuerzas norteamericanas, le hacen la visita al general.
El espacio para las visitas es amplio, dentro de una biblioteca que rebasa las dimensiones de cualquiera familiar, pero esta vez, solo unos cuantos ingresaron a la casa, así, los generales quedaron solos, pero sí a la atención de lo que se ofreciera.
—Así que mi estimado general Calles, la situación que guarda el ejército con el presidente Cárdenas, una vez que tenemos información de nuestros equipos de inteligencia militar, es precaria, existe un desvarío de molestias porque se ha dedicado a utilizarlo solo como herramienta de amague en sus negociaciones de expropiación, toma de los pozos de petróleo y las plantas de petroquímica. Mientras Calles se servía un Ron con tónica, y le hacía uno al propio general Saturnino.
—Mira Saturnino, el que Cárdenas me haya mandado a la chingada no le da derecho propio de esgrimir alguna de sus ocurrencias comunistas, como parte de su “equipo de propaganda” haciéndome quedar mal ante los mexicanos.
—Lo intenta cada vez que le es posible mi general.
—¡Pues ya le llegó su hora a este marxista de pacotilla! te tengo apalabradas armas y municiones, así como hombres que darán por fin la bajada de ese trono llamado “silla presidencial”
—¡Ninguno como usted mi general!
—Pero en ello estará tu vida de por medio Saturnino, tus controles estrictos son precisamente lo que necesito para meterle un plomazo entre ceja y oreja a este traidor, debes saber que el destino de nuestra patria, como Morelos y Allende, está en tus manos… dime ¿crees poder bajar todo el armamento desde McAllen hasta San Luis?
—¡Son mis meras tierras señor! las domino y las tengo a su disposición, unos cinco mil efectivos en la sierra de resguardo, a mis órdenes y atenciones… y a las suyas por supuesto.
Todo quedó en las fechas de entre diciembre del treinta ocho o de enero del treintainueve, bajo a espera de lograr conjuntar a otros generales del ejército que no estén de acuerdo con el proyecto comunista que estaba gestando Cárdenas. Palacio Nacional, 4 de febrero de 1939.
«depositario de la confianza nacional»
En reunión del gabinete con el presidente Cárdenas, se contaban entre ellos a Eduardo Hay secretario de relaciones exteriores, Efraín Buenrostro de economía, Silvestre Guerrero de asistencia social y todo el gabinete encargado de la salud y pandemias.
Reunidos todos para presentar los avances en la guerra contra las enfermedades —que en aquellos tiempos se consideraban mortales— y que había sido una orden del presidente tomar decisión, tratar de diseminarlas de la manera técnica, médica y científica posible. El primero en hablar fue el licenciado Efraín Buenrostro de economía.
—Con su permiso Sr. presidente, aquí les muestro en estos resúmenes estadísticos, todas y cada una de las enfermedades que les costaron a los mexicanos pérdidas de vida y que, por tanto, se refleja dentro de nuestra economía, deseo hacerle un pequeño comentario de que los capitales particulares y privados, fueron parte importante de lograr disminuir estos números, aunque no ha sido nada fácil, debido a que las conductas de higiene de los mexicanos.
—¡No le pregunté eso don Efraín!
—¡Ah caray!… prosigo… una disculpa señor presidente.
Podemos observar cómo los números son altos en comparativos con los Estados Unidos e Inglaterra, mientras que a nosotros se nos presentó una cifra en 1936 de más de cien mil niños muertos los primeros ocho meses de haber nacido, incrementando significativamente hacia los meses de noviembre y diciembre, creemos que, por el clima siendo la mayoría de ellos en condiciones de pobreza.
Por parte de ochenta y tres mil muertos por infecciones intestinales.
—¿y eso cómo se pudo haber evitado?
—¡Sí señor presidente! no soy médico, pero me dicen que solo lavándose las manos antes de comer y por higiene, después de ir al baño.
—¡Habrá que hacer una campaña de ello!
—Les muestro también aquellos que fallecieron el año pasado por infecciones respiratorias, que van el orden de sesenta y tres mil, tan solo en 1938, teniendo que los recibimos en 1936 con aproximadamente cincuenta y siete mil muertos por estas causas.
—¿Por qué tantos muertos de esta enfermedad?
—¡Neumonías atípicas señor presidente! le respondió el jefe de controles sanitarios del gobierno.
—¿Eso es posible de parar o disminuir?
—¡No señor presidente! se requeriría de equipos avanzados como los de los norteamericanos, que nos indican la infección en etapas tempranas… algunos países como Italia vacunan a toda la población desde recién nacidos, con inoculaciones de las enfermedades… es decir, están creando sistemas de vacunación pública, no se vende la vacuna, se aplica sin costo.
—¿Cuántos mexicanos somos en este momento señores?
—16,552,782, señor presidente.
—¡Pues a vacunar a toda la población! que no les cueste a ellos, faltaba más “pobres y enfermos”, no puede haber que, solo los “ricos” puedan vacunar a sus hijos, le encargo Sr. secretario Eduardo Hay, que se vayan comprando las vacunas a los gringos… ¡a la voz de rápido cabrones!…