FERNANDO VENEGAS RAMÍREZ
Pensé que iba a morir. Es lo que responde Gabriela Campos Arreola. Una joven madre que en el Día Internacional de la Mujer, fue salvajemente golpeada durante horas por su esposo Julio “N”. Desde la casa de su madre, donde halló refugio junto a sus tres pequeños hijos, relató a PLAZA DE ARMAS el infierno que vivió primero en su casa y luego con los elementos de la Fiscalía 4 que atendieron su llamado de auxilio. Gaby, reconoce que no es el primer episodio violento al lado de su esposo. De hecho, esta es la quinta vez que la golpea, pero nunca -dice- se había ensañado tanto.
Cuando se le pregunta sobre las primeras señales de violencia que detectó en su esposo Julio “N”, Gabriela recuerda un episodio en el que su “compañero de vida” intentó quitarse la vida con ácido muriatico “Su familia ha escondido este hecho. Yo no sabía que él consumía drogas. Usa crack”.
El pasado 8 de marzo, alrededor de las 8 de la noche, la joven madre está en una pequeña vivienda de Paseos de El Marqués con sus tres hijos y el agresor. Su pecado y detonante de la ira, fue haberle pedido dinero para comprar algo de comida “No tenía para darle de comer a mis niños. Le exigí que me diera el gasto de la semana. Me dijo cosas tan vulgares. No paró de golpearme hasta pasadas las 10:00 de la noche. Fueron dos horas de mi vida que nunca podré olvidar. Ni cerrando los ojos”.
Con dificultad para hablar, cuello ortopédico y los ojos con derrames, Gabriela recuerda que Julio la tomó por la cabeza y la arrojó contra la ventana de su habitación. Trató de escapar y recibió un segundo golpe con un celular que le arrojó al rostro “Me jaló por detrás. Mi niño le gritaba que no me pegara. Que a las mujeres no se les pega. Él solo le contestó que se callara o también lo iba a matar”.
Apenas alcanzó a decirle a sus hijos que se fueran al otro cuarto y Gaby sintió su cabeza retumbar en el suelo “Fueron 5 golpes seguidos en la cara. Después comenzó a patearme y me pegaba en el estómago. Mis niños solo gritaban que dejara de pegarme y él solo gritaba que mi prima y mi hermana cogían mejor que yo. Que ya se había metido con ellas”.
Mientras continuaba propinándole toda clase de castigo, Julio le sentenció que disfrutaría el momento de matarla y que no pararía hasta que ella dejara de respirar. Con el cuerpo adormecido por los golpes, Gabriela comenzó a perder el conocimiento. La había tomado del cuello para ahorcarle “Empecé a ver gris.No tenía fuerza en el cuerpo. Vi una sombra en la puerta y dejé de sentir. Pensé que en ese momento me iba a morir”.
Cuando Gabriela estaba por abandonarse, un grito de uno de sus hijos que rogaba a su papá no matar a Matías con el cuclillo , su hijo más pequeño de tan solo tres años, la regresó a la vida “Le dijo que se callara. Que a Santiago (de 4 años) lo apuñalaría por la espalda. No se de donde saqué la fuerza y le di una patada. Me abrió la mano derecha. En ese momento lo único que quería era salvar a mi hijo”.
Julio soltó el cuchillo y salió del cuarto para regresar con un cable para ahorcar nuevamente a Gabriela. Como pudo, se defendió del agresor “Me dijo que si estaba pendeja. Que él no me había hecho nada. Que así de golpeada había llegado yo. Tomó de nuevo el cuchillo y picó un bote de cerveza. Toma cerveza pendeja. Se te ve la boca seca. Descansa por que todavía lo que te falta”. Las súplicas de Gabriela para que su agresor parara, solo parecían motivarlo a golpearla más.
Para ese momento, ya pasa de las 10:00 de la noche y Julio, cansado de patearla, decide parar. Toma una televisión y un estéreo que cambiará por droga sintética cristal no sin antes, dejar encerrada a su familia en el cuarto. Por la ventana que rompió con su cabeza, pidió ayuda a los vecinos y lo único que Gabriela encontró, fue la indiferencia cotidiana hacia la violencia que enfrentan las mujeres “Gritaba que nos ayudara. Que llamaran a la policía. Que nos habían pegado y nadie hizo nada. Fue una vecina la que alcanzó a escuchar y llamó a la policía”.
Un elemento de la Secretaría de Seguridad Pública de El Marqués se brincó para ingresar al domicilio y hacer el primer contacto con Gabriela y sus hijos. Fue necesario romper los cerrojos de las puertas para que pudieran salir.
LA REVICTIMIZACIÓN
Gabriela Campos, recordó con impotencia el momento en el que llegaron los elementos de la Fiscalía 4 a su domicilio. Les molestó que la víctima no tuviera fracturas expuestas o algo más visible que justificara su presencia en el sitio “Me dijeron que no tenía derrames en los ojos. Sin ninguna lesión. Que yo podía desplazarme a hacer mi declaración en la Fiscalía. Dijeron los paramédicos que no estaba grave”.
Como pudieron, los familiares de Gabriela la trasladaron a la Fiscalía 4 en donde los malos tratos continuaron.No permitían la presencia de familiares al momento de hacer la denuncia ni dejaban que la ayudaran a caminar. Aseguró que una mujer, la fiscal asignada, llamó a los paramédicos que se presentaron en la casa de Gabriela y reiteraron que “No tenía nada”. Que no había fracturas y que podía ver bien “El ojo izquierdo lo tenía completamente cerrado por los golpes. Me dijeron que no podía irme en la ambulancia. Que eso era si acaso, para irme en la patrulla. Me jalonearon y se portaron muy déspotas”.
Cuando por fin Gabriela pudo llegar con el médico legista, apenas la vio y el diagnóstico fue claro “Ni. Siquiera tiene que quitarse la ropa. Los golpes que trae son de nueve grados. Esto tendría que ser suficiente para que detengan al responsable. Esto no puede quedar impune”. Gaby salió de la Fiscalía 4 a las 5:30 de la madrugada. Tras la valoración del médico, se determinó su traslado al hospital del Niño y La Mujer. El temor se avivó por que un familiar de su agresor, es empleado en ese nosocomio. Ahí estuvo internada hasta el lunes en la tarde. Ahora esperan a que su cabeza se desinflame para determinar el grado de las lesiones internas.
Los hijos de Gabriela declararon el martes y ratificaron -a su modo- los hechos que su madre y ellos vivieron la noche del 8 de marzo. En la Fiscalía le han dicho que difícilmente detendrán a su agresor. Que ya pasaron varios días y que los golpes no serán visibles para entonces.
Gabriela exige justicia. Sabe que mientras su agresor ande en la calle, ni ella ni sus tres hijos estarán seguros “Tiene que pagar lo que me hizo y lo que le hizo a mi hijo. Es un niño de tres años. Me van a hacer caso hasta que salga en un ataúd. Mis hijos declararon más de tres horas. Ellos ni siquiera quieren escribir lo que uno declara”. Por lo que ha vivido en la Fiscalía 4. Gabriela asegura que no hay empatía ni con las víctimas ni hacia los familiares “Uno se siente impotente. No se toman la molestia de grabar para después escribir lo que uno dice. Cuatro veces he vivido lo mismo y ni siquiera me dijeron que derechos tengo. Te dan un número de registro, una fecha de audiencia y a ver si puedes venir”.
La rabia y la impotencia de ver a Julio “N” con sus amigos presumiendo lo que le hizo, le carcomen las entrañas a Gabriela . Aún con orden de restricción, el agresor ha sido visto rondando la casa donde se refugia Gabriela. Denuncia que hablan a la patrulla y para cuando se presenta en el sitio, el agresor ya se fue.Aunado a lo anterior, hay antecedentes de agresiones públicas en donde debieron intervenir peatones que se percataban de los sucedido con todo y orden de restricción.
Gaby Campos hace un llamado a otras mujeres a no quedarse calladas. Dice que aún cuando las autoridades sean indiferentes, siempre habrá gente que les ayude. “No se dejen. Nunca digan nunca por que les puede pasar a todas”.
El caso de Gabriela Campos es una historia que se repite a diario en Querétaro. Las cifras del Instituto Querétaro de la Mujer, señalan que tan solo en enero, se registraron 213 denuncias de violencia familiar. De ahí, 168 corresponden a agresiones físicas y 89 a violencia sexual; 21 agresiones psicológicas, 1 de tipo económica y otra más sin especificar. En lo que ve al grupo de edades, 88 mujeres de entre 21 y 30 años, sufrieron violencia. Le sigue el grupo que va de los 31 a los 40 con 70 agresiones; 11 a los 20 años con 55; Mujeres de entre 41 y 50 años con 36 agresiones; De recién nacidas a 10 años se tienen 15 niñas violentadas; 9 agresiones a mujeres de entre 51 y 60 años; 3 a mujeres de 61 a 70 años e igual número. Para el grupo que va de los 71 a los 80.
Sobre la “modalidad” de violencia, la información oficial refiere que 213 se dieron en el entorno familiar; 55 en la comunidad; 6 en el noviazgo;4 en su círculo laboral y solamente 1 por parte de docentes.
Cuando se observan los números del Instituto Queretano de la Mujer, causa escalofríos el hecho de que en 2019, 14 mil 200 mujeres fueron víctimas de la violencia. De ellas, 454 fueron internadas en los refugios a cargo del DIF por sufrir violencia física extrema.
En el sitio web de la Fiscalía General de Querétaro,https://fiscaliageneralqro.gob.mx/NoLocalizados/NoLocalizados_Mme.html se encuentran vigentes las fichas de búsqueda de 32 mujeres adultas y 24 menores que no han sido localizadas.