EL JICOTE
La depresión es la gran plaga de finales del siglo XX y lo que va del XXI, no es nuevo el tema, los médicos griegos le llamaban la “bilis negra”, Winston Churchill, que la padecía con frecuencia, sin precisar bien si era depresión o una cruda terrible por su gusto por el alcohol, le llamaba “el perro negro”. La depresión va tomada de la mano de las adicciones y de ahí la causa de su aumento. La depresión es un desorden psicológico que se gesta por un desorden físico, producto de las drogas. De la depresión como de la democracia se puede decir todo, el cuadro clínico es zigzagueante y contradictorio. Algunos deprimidos reaccionan eufóricamente otros, al contrario, con un absoluto ensimismamiento; los hay valientes, los hay pusilánimes. La palabra “deprimido” nos refiere más bien a lo oprimido, empujado hacia abajo, apretado en el fondo. El síntoma más común es la indolencia, la tristeza, la dejadez. Pero reiteramos, en el tema todo es oscilante, hay suicidas que piensan que son demasiado malos para recibir tantos cuidados y provocar tantas preocupaciones, Hay otros, en sentido contrario, que desprecian al prójimo tienen, sospechas lúgubres a todo lo que les rodea; hay un deseo de manifestarles su reproche, su falta de comprensión. Una buena cantidad de suicidas actúa bajo la lógica; “Para mí la muerte, pero para ti la culpa”. Mayoritariamente el suicida es muy raro que manifieste su intención de destruirse, pero va dejando pistas, realiza actos en los que refleja una tristeza profunda, un llamar la atención, hace algo que debe interpretarse como un grito desesperado, que generalmente es sordo. Suplica ser atendido, ayudado, comprendido, socorrido. Ya no tiene ni la claridad mental ni la fuerza para enfrentar la vida. A nadie, por supuesto tampoco a la familia y a los padres les agrada estar en el banquillo de los acusados, pero hay una realidad apabullante, si bien el suicida es muy raro que manifieste sus intenciones de auto aniquilarse, el círculo familiar es el más indicado y el principal responsable para detectar ese síntoma, pero ¿quién le puede reclamar a la familia si está abrumada en la lucha por satisfacer las necesidades básicas? Conscientes de ello, algunos empresarios, profesionales y organizaciones civiles de Europa y Asia reconocen la necesidad de apoyar a la familia en esta tarea y han puesto a andar la iniciativa “Hay ayuda”, el Presidente de la organización “Confianza e impulso ciudadano”, Louis Wertman, explica la preocupación que se tiene en estos países por el aumento de suicidios entre los jóvenes de 20 a 24 años. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada 40 segundos una persona se suicida, y que por cada adulto que se suicida hay más de veinte intentos. Es la segunda causa de muerte entre el grupo de jóvenes de 15 a 29 años. Han enfocado su estrategia a través de twitter e internet, pues se ha detectado que son las principales formas de comunicación de los que se encuentran en situación vulnerable. En la red detectan frases como: “Me quiero morir”; “Ya no puedo más con esto”. En ese momento brindan apoyo emocional y primeros auxilios, hasta terapia completa. Es responsabilidad de todos, en medio del griterío público que nos aturde, escuchar la llamada de auxilio de los que quieren acabar con su vida.