EL JICOTE
Me preguntan ¿Cuál es la causa principal del aumento de suicidios en comparación con mi generación? Es imposible la comparación, las razones del suicidio se hunden en un contexto económico, social y cultural lo que impide precisar cualquier causa. Durante mi época la marihuana era de uso común de soldados, la cocaína casi no se conocía y los hongos alucinógenos eran exclusivos de una élite intelectual y sofisticada. Hay un factor poco mencionado, el éxito del marxismo como un método científico de análisis que contrastaba con su fracaso completo en la realidad política, pero aún así el socialismo tenía una superioridad ética frente al capitalismo, pues pugnaba por la redención de la clase trabajadora. Muchos jóvenes fueron seducidos por ese altruismo, fuera por la vía violenta o pacífica, pero ese ideal animaba la chispa de vivir e inhibía la inclinación de la muerte. Por otra parte, durante la época de mis padres el diagnóstico de las personas se hacía vía las amistades: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. En mi época era; “ “Dime cuáles programas de televisión ves y te diré…” Ya recientemente: “Dime cuáles son tus redes sociales y te diré…”. Finalmente en la post modernidad: “Dime qué aplicaciones y video juegos utilizas y te diré…”. Los educadores se han diversificado, ya no son solamente los padres. los amigos y la escuela, también son los medios de comunicación, las aparatos electrónicos, la internet. No sólo se han masificado los medios de influencia sino que también la mayoría son anónimos. En suma, se ha perdido el control sobre el pensamiento de los jóvenes y un hecho es apabullante: ya no es el círculo de los padres, si todavía siguen casados, la principal influencia en la conducta de los hijos. Una anécdota personal, mi hijo el menor tenía aproximadamente cuatro años, un día le llamé la atención por su desdén cuando le hablaba. El tlaconete se me quedó viendo fijamente y con absoluta seguridad, dijo: “Yo te haría caso, lástima que no seas un papá de verdad”. El desprecio me cayó como un electroshock, me dieron ganas de agarrarlo y meterlo a la estufa y abrir el horno de gas. Pasé saliva, no repliqué, me quedé callado pensando ¿De dónde habrá sacado este malvado escuincle esa capacidad blasfematoria? Le hice marcaje personal y la lista de sospechosos de quien le habría enseñado semejante insulto tan devastador: su mamá, la nana, la cocinera, el chofer, nada más para empezar. Estuve permanentemente con él. Un día estaba viendo en un aparato, una especie de televisión pequeña, donde venían varios cuentos clásicos infantiles. Le pedí que subiera el volumen para poder estar atento mientras yo hacía otra cosa. De pronto escuché, no recuerdo bien el diálogo, creo que es Pinocho quien le dice a su papá carpintero: “Tú no eres un papá de verdad”. Descansé, la dura ofensa no era algo que percibiera en todo su alcance. Eso espero. Los recientes asesinos y luego suicidas han tomado como inspiración los video juegos, donde el desprecio al ser humano y el empobrecimiento de la vida son la constante. La repetición de la práctica de esos juegos en mentes vulnerables hacen perder la realidad a los usuarios. El último mensaje encontrado en la computadora de un asesino y luego suicida, fue: “La vida es un video juego, donde uno puede ser el muerto”.