VOCES DE MUJERES
Ingrid Escamilla fue brutalmente asesinada por su pareja. Los vecinos reportaron a la policía que la escucharon gritar como otras veces y, como otra veces no hicieron nada. Las fotos de su cuerpo ensangrentado fueron filtradas y difundidas en redes sociales y retomadas por medios de información. Su asesino fue detenido y entrevistado en cámara al momento de su detención. Su feminicidio se convirtió en un espectáculo.
La nota roja ha sido una constante en la vida de México. La difusión de fotografías de las víctimas ha plagado los puestos de periódicos de nuestro país y ha expuesto a millones de mexicanos y mexicanas, desde la infancia, a la más terrible violencia. Páginas completas muestran, con la mayor falta de decoro, accidentes de tránsito, ejecuciones, crímenes y asesinatos enmarcados por encabezados que describen con lujo de detalle los acontecimientos más brutales. Niños y niñas de todos los grupos sociales son expuestos a este tipo de medios en cientos de puestos de periódicos, en cruces peatonales, semáforos, en internet, en televisión y en redes sociales. Hay medios que abiertamente se especializan en este tipo de notas, pero todos los diarios y noticieros televisivos de la República, aún los que se auto nombran “serios” hacen uso de este tipo de noticias para incrementar sus audiencias. Todos lucran con la muerte.
Me parece aún más reprobable que sean los funcionarios de las policías y fiscalías quienes alimenten esas páginas. Es en verdad un acto despreciable que funcionarios públicos, faltando a su obligación y comprometiendo las investigaciones, filtren las fotografías de las víctimas, tal y como ocurrió con las imágenes del cuerpo de Ingrid. Espero que los responsables sean castigados con todo el peso de la ley por el enorme daño que han causan a su familia y a la sociedad entera.
Sin embargo tengo que decirlo con absoluta claridad, me parece aún más vil que personas del público, en un afán de alimentar su “ego cibernético”, hayan diseminado esas imágenes entre sus conocidos en redes sociales. Lo que todos esos cibernautas no fueron capaces de vislumbrar antes de dar “enter” a su publicación fue el enorme daño y el terrible dolor que causaron a su familia, amigas y amigos.
El feminicidio de Ingrid se suma a los miles de feminicidios que pintan de rojo este país. Se suma a los miles de delitos cometidos por el crimen organizado en su campaña por aterrorizar a México. Se suma a las miles de familias que claman justicia de gobiernos que parecen empeñados en no escuchar. Se suma a las exigencias de las jóvenes que marchan hasta el hartazgo al parecer sin efecto alguno.
El feminicidio, el secuestro, la desaparición forzada, las fosas y los miles de cadáveres a los que hemos sido expuestos parecen habernos entumecido. Nos han convertido en un país de zombis insaciables que requieren de imágenes cada vez más repugnantes, cada vez más explícitas, cada vez más macabras para alimentar su morbo. Pareciera que no hay nada lo suficientemente horripilante para satisfacer nuestra hambre de terror. ¿Cuándo entenderemos que nuestras actitudes irresponsables en redes sociales causan un daño irreparable a las víctimas?¿Qué requerimos para dejar de divertirnos con el dolor de los demás?¿Qué hace falta para ser empáticos, para ponernos en los zapatos de los y las otras, para entender el duelo de las familias? ¿En verdad somos incapaces de comprender con nuestras acciones deshumanizamos a las víctimas y las convertimos en objetos de exhibición? Pareciera que tanta sangre nos ha convertido en personas que carecen de la más mínima decencia y humanidad.
Ingrid Escamilla era una joven. Ingrid Escamilla era hija y hermana. Ingrid Escamilla era una persona con un plan de vida. Ingrid Escamilla era una mujer y así es como debemos recordarla y nombrarla. Es lo menos que ella y su familia y las familias de las miles de víctimas merecen.
La familia de Ingrid Escamilla, al igual que las familias de Marlene, Mara, Lesvy, Laura, Griselda, Nancy, Brenda, Carmen y tantas y tantas más, merecen que sus hijas, madres y hermanas sean recordadas con dignidad. Merecen que sus vidas no pasen por un escrutinio público que busca culparlas de sus muertes. Merece que sus feminicidios se investiguen con perspectiva de género y con absoluta protección de su intimidad. Merecen que las autoridades comprendan que ocultar el feminicidio solo sirve para desaparecerlas a ellas. Merecen no ser vilipendiadas por desconocidos en redes sociales. Sobre todo merecen que todos y cada uno de nosotros tratemos su memoria con el mayor de los respetos.
La noticia de la muerte de Ingrid me llena de indignación. Espero que su feminicidio no se uno más de los que nos conmoverán esta semana y que de manera colectiva, excepto por las jóvenes que marcharán del brazo de su familia para pedir justicia, todos olvidaremos mañana. Espero que su asesinato sea la gota que derrame el vaso de la complacencia gubernamental. Espero que su muerte sea la que haga comprender al Presidente López Obrador y a su gabinete, a los legisladores, gobernadores, presidentes municipales, policías y fiscales, de la urgente necesidad de declarar una emergencia nacional. Espero que este sea el caso que haga entender a Gertz Manero que cambiar el nombre del tipo penal no terminará con la violencia feminicida y solo servirá para ocultar la verdad. Espero que los medios honren la memoria de Ingrid desapareciendo de una vez por todas las noticias que lastiman y mancillan a las víctimas.
Tristemente este ya no es el México “simple” de la nota roja. Nos hemos convertido en el México de las redes rojas y ahora la sangre de las víctimas está en las manos de todos y todas.