VENENO PURO
¿La mayor parte de los mexicanos no se han percatado de su enorme contribución al fracaso del modelo político y, por ende, cuanto devino de un gobierno putrefacto, ilegítimo –reprobado por nueve de cada diez ciudadanos-, me refiero al de peña, y presidencialista con la fusión además de la partidocracia intolerante? Creo que no si evitamos caer en la cursilería de ablandar los hechos para no comprometer al pueblo, liso y llano, que siempre se siente víctima, jamás victimario, y señala hacia la cúpula del poder para zafarse de cualquier responsabilidad ante la historia y su país. De allí la tremenda remontada que se le exige a la actual administración federal.
El conformismo, acaso una de las peores ramificaciones de la demagogia que nutre de elementos para asegurar la pasividad de las masas y su sometimiento “voluntario”, cada vez se deja sentir con mayor fuerza entre nosotros a la vez que escuchamos las quejas y reproches reiterativos contra el mal gobierno y los efectos devastadores de una economía vapuleada por la escasa visión de los “sabios” economistas al servicio del Estado, la violencia reiterada cada día y el horror de temer hasta a nuestra sombra al grado de optar por vivir con la cabeza viendo hacia los pies. Terrible disyuntiva ésta en medio de un mundo globalizado e insensible ante las diferencias sociales agudas.
La Anécdota
Hagamos un poco de memoria:
Recapturan a “El Chapo”, luego lo extraditan –tras breve temporada en Ciudad Juárez-, y los escépticos presuponen, enseguida, que se trata de un montaje por efecto de tantas mentiras gubernamentales y de la manera como suele manipularse a la opinión pública. No hay credibilidad porque nos la han arrebatado y ni siquiera existe la certeza de que Mario Aburto Martínez –acusado por al magnicidio de Colosio y ahora reo en una prisión de “seguridad media” cerca de Coatzacoalcos-, sea quien dice ser considerando las fotografías tomadas en Lomas Taurinas y las de él en prisión, sin el bigote exhibido a la hora del crimen. Lo mismo pasa con Joaquín Guzmán Loera cuyas diferencias en el rostro y estatura han sido obsesivamente mencionadas por un amplio sector si bien las explicaciones “científicas” son avales de las versiones oficiales. Yo lo entrevisté en 2002 en Almoloya y debo certificar que es el mismo.
Pero lo anterior no es lo grave. Lo verdaderamente lamentable, más allá de los usos políticos de la captura, fue la efervescencia de no pocos sinaloenses quienes manifestaron abiertamente sus simpatías por el criminal, sea o no quien está en el Reclusorio de Almoloya, desestimando sus horrores y exaltando sus orígenes y hasta la pinta de “valiente” cuando se trata de un cobarde que asesina por la espalda, azuza a sus huestes y siembra el caos. Ninguna justificación existe para los cientos de homicidios perpetrados por el “cártel de Sinaloa” con tal de preservar la guerra entre mafias que no sirve para impedir el tránsito de las drogas hacia los Estados Unidos.
Y a pocos sorprendió la reiteración de algunas chicas con blusas entalladas y la leyenda: “Chapo, Hazme un Hijo”, sobre los pechos voluminosos. Como si se vendiera carne; peor: cual si se tratase de un concurso, de esos que organizaba el “pato” Donald Trump –quien para colmo de males sigue y seguirá enseñoreando el ámbito político de la superpotencia-, para ofrecerse a cuantos tienen capital de sobra, tanto que hasta les pica a los bolsillos, e imponen la economía del narcotráfico para volcarla a los palacios de los palacios de esos que enorgullecen al premiado anciano Alberto Bailléres y en donde, como en los casinos, sólo comer es medianamente barato… si nos conformamos con las sobras.