SERGIO A. VENEGAS ALARCÓN
Con el antiguo ritual de los cuatro puntos fue purificado el presidente Andrés Manuel López Obrador en Amealco ante más de dos mil indígenas reunidos para su dialogo con el pueblo otomí, en donde refrendó su compromiso con los pobres, “por el bien de todos” y escuchó demandas de obras y servicios, además de denuncias en contra de los gobiernos fascistas y de la acostumbrada compra de votos en Querétaro con la complicidad del INE, la Defensoría de los Derechos Humanos, el INPI y la Fiscalía del Estado.
Recibieron cálidamente los grupos originales al primer mandatario, pero con mantas y pancartas en contra del gobernador Francisco Domínguez, ausente, además de los abucheos y gritos -¡fuera, fuera!- para el presidente municipal Rosendo Anaya.
El Ejecutivo –con el bastón de mando empuñado y un collar de flores amarillas, azules y blancas en el cuello- oyó atento todas las quejas, como la de los maestros despedidos y ofreció reinstalarlos, así como las peticiones formuladas por Ángel Sánchez a nombre de la asamblea en temas de carreteras, puentes, servicios de agua potables, escuelas y salud.
Muchas de las peticiones las encargó ahí mismo a su delegado federal, el senador con licencia y ex rector de la UAQ, Gilberto Herrera Ruiz, que lo acompañó en su visita junto con el director del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, Adelfo Regino.
Los indígenas, respondió López Obrador, son la prioridad de la Cuarta Transformación, al grado de que la mitad de los hogares del país ya tienen al menos uno de los programas de bienestar, pero en el caso de los pueblos originales son el 95 por ciento y este año tendrán cobertura total.
LA REALIDAD DE QUERÉTARO
Ovaciones rubricaban los logros y compromisos presidenciales hasta que después su intervención y fuera de programa y protocolo pidió la palabra la doctora de origen ñäñhü Estela Hernández Francisco, hija de la famosa Jacinta Francisco, para decirle que sólo el pueblo puede salvar al pueblo y que la pobreza, la marginación, el lucro y la ignorancia al que se ha sometido a nuestros pueblos indígenas, tiene que ver con proyectos neoliberales de muerte.
En Querétaro, acusó, existe el conflicto de intereses, los delitos electorales como la compra de votos se han hecho costumbre, la corrupción y la impunidad es causa de la complicidad de algunas instituciones como el INE (Instituto Nacional Electoral), la Defensoría de Derechos Humanos, el INPI (Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas), la Fiscalía del estado de Querétaro.
Estamos organizados por sectores para la resistencia, anunció Estela, “estamos preparados, solicitamos de tu valioso apoyo para que se determine, se reconozca, se dé la autonomía y la transferencia directa de recursos a nuestros pueblos originarios, que se dé la representación de ñhöñhö en el INPI Querétaro, que el diálogo se dé directo con la federación sin intermediarios, se revisen las leyes para la protección de nuestros recursos naturales, tianguis, ejidos, patrimonio cultural, nuestro Lele”
En Santiago Mexquititlán y en San Ildefonso (Tultepec), afirmó, “estamos ya organizados por consejos de acuerdo a nuestros ejes de transformación y comunitaria para el buen vivir de las presentes y futuras generaciones.
Luchamos para que los cuatro maestros cesados se reinstalen.
Hoy estamos de fiesta, hoy nos pronunciamos los pueblos indígenas de Amealco como autónomos, le pedimos un gran favor ciudadano presidente, que cumpla los principios de su mandato, no nos traicione, no nos mienta y no nos vaya a robar.En pie de lucha, hasta que la dignidad y la justicia se hagan costumbre”.
Para rubricar el encuentro con las etnias de Querétaro, un grupo de niños cantó el himno nacional en su lengua, tras lo cual el presidente Andrés Manuel López Obrador se despidió para continuar en el Estado de México su periplo del fin de semana por la región otomí y mazahua.
Por cierto, el mandatario se dio tiempo a la llegada y a la salida para escuchar asuntos particulares, firmar oficios, tomarse selfies y hasta dedicar libros a sus seguidores, entre ellos a María del Carmen Nina García Pedraza, dirigente de una agrupación de libreros, quien le narró cómo las policías estatales y municipales la detuvieron y golpearon a ella y sus compañeras la madrugada del 5 de febrero para que no pudieran quejarse del gobernador Francisco Domínguez y el alcalde capitalino Luis Bernardo Nava, a quienes la mujer calificó como enemigos de los pobres, esos que son la prioridad de López Obrador.