ENTRE LÍNEAS
Es por demás ilustrativa la historia de Dionisio, rey de Siracusa, que siempre era envidiado por Damocles, hasta que un día el rey le cedió su lugar a su amigo al frente del reino por un día, pronto Damocles se dio cuenta que una espada filosa pendía sobre su cabeza una vez sentado en el trono real, temeroso de que en cualquier momento se rompiera el delgado hilo que la sostenía, decidió dejar inmediatamente ese lugar deseado y no envidiar más a Dionisio, sobre el cual pendía un gran número de responsabilidades y decisiones en el gobierno del reino, que en cualquier momento lo podían hacer caer y romperse el delgado hilo del que pendía la espada.
Sergio Aguayo nunca envidió el gran poder de Humberto Moreira, sólo puso un riesgo ligero sobre su fama, riesgo al que todos los gobernantes están sometidos. Sergio, en un programa televisivo, dijo dos palabras que le costaron cinco millones cada una: “huele a corrupción”. La sentencia del juez para que pagara 10 millones de pesos y de embargar a Sergio por esas dos palabras, que según el exgobernador de Coahuila le afectaron en su persona, demanda por“daño moral”, lo llevaron a un juicio y a una sentencia a todas luces injusta. Me parece que hay que examinarla con detenimiento en todos sus efectos: La espada se movió del trono del rey al que lo puede examinar, como es el oficio de todo analista político. Así no va la historia. El gobernante debe ser sujeto del escrutinio público, la espada debe pender sobre él, no sobre Damocles.
El dicho de Sergio Aguayo sobre Humberto Moreira, “huele a corrupción”, no es un simple dicho: Se falsificaron papeles por al menos cinco mil millones de pesos durante la administración de este gobernador demandante de “daño moral”, su secretario de finanzas, Javier Villarreal, se declaró culpable en un juzgado de Estados Unidos por lavado de dinero que extrajo del erario, otro empresario conocido como “El rey de los dragones”, también se declaró culpable en una corte de Texas de haber otorgado bolsas de dinero a cambio de contratos, el exsecretario de Desarrollo Social, de apellidos Torres López, gobernador interino cuando Moreira se fue a presidir el PRI nacional, fue extraditado a Estados Unidos con cargos de lavado de dinero del erario. Está claro, son otros los actores, aunque cercanos a Moreira, no el exgobernador que, por cierto, dejó a su hermano como su sucesor. Claro, el pueblo lo eligió. No fue para nada encubridor, ni protector de las espaldas de nadie.
A Humberto Moreira, ya como un simple becario, lo detuvieron las autoridades españolas por “dudas” sobre fondos no delcarados y dejado en libertad por la gestión inmediata y pertienente del gobierno de Peña Nieto, el exgobernador dejó endeudada a Coahuila con más de 30 mil millones de pesos no comprobados en su totalidad según la Auditoría Supeior de la Federación y las calificadoras de la deuda pública, pero ese tufo de “posible” corrupción no fue todo lo que llegó al olfato de Sergio Aguayo, que no al del juez, cuyo veredicto en contra de Sergio lo condena a pagar 10 millones de pesos, no, lo que desató la animadversión de Humberto Moreira en contra de Sergio, fue la investigación que éste realizaba sobre la matanza de Allende que, como la de San fernando en Tamaulipas, fue ejecutada por los zetas, que se asentaron en Coahuila, al amparo del gobernador indignado por el daño moral. Me cubro, por si acaso, toda la información de esta columna la he obtenido de información publicada en la prensa, no he tenido el cuidado de ver las sentencias y las pruebas presentadas en las cortes de Estados Unidos o de México. No pretendo dañar moralmente al exgobernador, ni su imagen pública con juicios morales sin fundamento, eso dice la prensa y los columnistas como Raymundo Rivapalacio, Salvador Camarena y muchísimos escritores e intelectuales que han manifestado su indignación por la corrupción del juez que, con el olfato atrofiado, llegó a tal sentencia. Confieso que no estuve ni de cerca de los cadáveres de Allende, como para percibir olor alguno, pero Sergio sí se adentró en tal investigación.
La amenaza de la espada de Damocles, para la mayoría de los que escribimos para la ciudadanía está entre los límites difusos de la libertad de prensa y el ejercicio autoritario del poder de los gobernantes. Afortunadamente el Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena atrajo el caso y será la Suprema Corte de Justicia la que decida sobre la sentencia previa que había pasado por alto el conflicto de interés del juez que lo sentenció y rompió el delgado hilo de la espada que pendía sobre el actor más débil. El más alto tribunal del país será el que decida si la sentencia del juez de distrito huele o no a corrupción y libera a Sergio del pago de 10 millones de pesos, porque con ello libera y fortalece los hilos de la libertad de prensa para que la espada no caiga sobre los que la ejercen, sino que siga pendiendo sobre los que ejercen el poder, como Dionisio.
Conozco a Sergio Aguayo Quezada desde que estudiamos juntos la licenciatura en Relaciones Internacionales en El Colegio de México, compartimos, junto con el Dr. Pedro Castro, un departamento en la calle Tonalá, cuando El Colmex estaba todavía en la colonia Roma. Estudiamos y nos desvelamos juntos para preparar los exámenes, conozco a Eugenia su esposa y la trayectoria de Sergio como escritor y estudioso de la seguridad nacional, de la migración centroamericana, de la corrupción y de los Derechos Humanos.
Los que ejercemos de cualquier forma la función de análisis o el ejercicio de la prensa hablada o escrita no podemos estar temerosos como Damocles de que una espada pueda atemorizarnos a tal grado de tener que callar o aminorar un juicio sobre la actividad de los hombres públicos. A mí, en lo personal, los malos olores de la corrupción me indignan. Por el bien de la vida pública de la nación todos deberíamos unirnos con solidaridad a #todossomosSergioAguayo.