EL JICOTE
Años y años padeciendo la condición de opositor, tanto en los gobiernos del PRI como del PAN, lo que sin duda fue un verdadero vía crucis, dejó al Presidente una inclinación obsesiva a la victimización. Como opositor no había nada malo que le sucediera, que no se lo atribuyera a la existencia de un “compló”. El problema es que López Obrador todavía no se ha percatado que ya se encuentra del otro lado de la barandilla del poder y que ahora es él quien tiene el sartén por el mango. El problema es que sigue con ese tic político, lo único que cambió es la palabra, ahora no es “compló” sino sabotaje. Fue sabotaje el desabasto de gasolina; sabotaje la escasez de medicinas, sabotaje la mala operación del INSABI. El más curioso de todos los sabotajes fue el del Aeropuerto de Santa Lucía, a la serie de amparos contra la obra, le llamó “sabotaje legal”, lo que representa un oxímoron. Si es sabotaje es algo obscuro y malicioso, por lo tanto, fuera de la ley. Es algo tan incongruente como hablar de un vandalismo inofensivo. Hago otra sugerencia respetuosa al Presidente, en la posición de la más alta jerarquía política ya no es víctima, ya no le quedan esas quejas y lamentos, que francamente se escuchan como pretextos muy burdos para justificar algo que no está funcionando bien y que es de su responsabilidad. Analicemos otra floritura retórica con la que pretende López Obrador esquivar la realidad. Denostar a sus críticos porque antes no tenían esa actitud crítica. Si señalan las deficiencias de la política de seguridad, el Presidente responde criticando a sus críticos, quejándose de que no denunciaron antes a García Luna. Recientemente el Presidente, en una declaración deplorable, increpó a los manifestantes que marcharon al Zócalo en contra de la violencia. Majaderamente les dijo: “Ahora gritan como pregoneros y antes callaron como momias”. Señor Presidente, la gente cambia, Usted tiene en su gabinete a funcionarios que no solamente se quedaron callados sino que incluso lo persiguieron. Recordé a Clemenceau que coincide con la trayectoria de Usted. Clemenceau en su juventud había sido un militante revolucionario. En su madurez fue presidente del Consejo de Ministros, y un periodista le preguntó: “¿Qué piensa ahora el señor presidente acerca de las revoluciones? Respondió: –“Exactamente lo mismo que pensaba en mi juventud. Con una sola diferencia: que ahora lo pienso desde el otro lado”. Un cambio en la posición política, en el peor de los casos, quita autoridad al crítico pero no invalida la crítica. Usted mismo, fue priísta, y también fue un áspero y vehemente opositor a la política de Trump, ahora cuando se refiere a él su discurso es acomedido y aterciopelado. Esta metamorfosis, que podría escandalizar a Kafka, ¿le quita prudencia y oportunidad a su política? Personalmente no lo creo, simplemente antes era opositor y ahora es Presidente. Licenciado López Obrador, ya no le queda el papel de víctima, ya no le quedan las denuncias contra la mafia en el poder ni considerar sabotaje como coartada para tapar sus propias deficiencias. Me siento falto de imaginación con este chaca chaca, pero no encuentro otra sugerencia. Señor Presidente, si no admite la crítica, practique la autocrítica.