GOTA A GOTA
El Seguro Popular atendió durante quince años a una población creciente. Sus servicios cubrieron las necesidades de todos aquellos ciudadanos que no eran obreros ni burócratas, bajo el principio de corresponsabilidad de los gobiernos federal y estatales. Aunque el diagnóstico de operación no se ha precisado, es de suponerse que navegó, por así decirlo, entre luces y sombras. Las luces: la buena intención de una cobertura universal de los servicios de salud. Las sombras: propiciar la economía informal cada día más extendida, amén de desvío de recursos, insuficiencia de infraestructura clínica… Que había que mejorarlo, sin duda. Eso pretende el actual gobierno federal. ¡Y qué bueno! Cada gobierno tiene derecho a cambiar el estado de cosas, pero a condición de hacerlo meditadamente, pues de un asunto delicado se trata. Pero lo que ocurre es que el INSABI que reemplaza al antiguo Seguro Popular, padece, como muchas decisiones adoptadas por la grandilocuente 4T, improvisión y apresuramiento.
¿Cuáles serían los problemas de este Instituto? La reconcentración que agravia el federalismo, esa sabia fórmula política que reconoce la complejidad del país, sus diferencias regionales, la vastedad de su territorio… Pero lo más grave: el desabasto de medicamentos, sobre todo de aquellos en los que está en riesgo la vida de los pacientes, como el cáncer, el sida y otras enfermedades catastróficas, por así decirlo. Desabasto no asumido por el gobierno federal, en particular por el presidente tan dado a arrojar la culpa a otros, como fue el caso del Hospital Infantil de México a cuyo director Jaime Nieto Zermeño, un profesional de elevadas convicciones, el tabasqueño acusó, sin pruebas, como un inquisidor que a todos puede juzgar desde el tribunal en que se ha convertido la odiosa tarima de Palacio Nacional.
Añadamos a tales vulnerabilidades, los recortes presupuestales, que el prestigiado oncólogo Pablo Lezama, Jefe de Cirugía Oncológica, ha denunciado: mengua de su tiempo para ocuparse del tratamiento de niños y adolescentes, reducción del personal de enfermería; en fin que en vez de ampliar las posibilidades de salvar vidas, las tijeras presidenciales condenan a muerte segura a pacientes que confían en el gobierno de la “esperanza”. Un crimen de lesa Humanidad.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes y a los ciudadanos. Sí a la vida y a la libertad de expresión. Sí a la solidaridad con la marcha de Javier Sicilia y los Le Barón, sí a las protestas de las víctimas del desabasto de medicamentos.