EL CRISTALAZO
Obviamente no existe un premio Nobel dedicado al humor.
Ni siquiera veo en la farsa los motivos profundos por los cuales la severa academia sueca le confirió ese galardón a Darío Fo, quien nos dijo en memorable frase: “la sátira es el arma más eficaz contra el poder; el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos.”
Si eso fuera cierto, deberíamos analizar la idea conforme a los más recientes hechos de la vida mexicana, los cuales son en sus mejores momentos hilarantes. Y en los peores, absurdos.
Si en verdad lo bufo, jocoso, humorístico y demás tuviera el efecto descrito por Fo, los mexicanos estaríamos liberados del miedo, porque últimamente el gobierno, por voluntad o sin ella, nos hace reír como decía de sí mismo Pancho Liguori, con su prognatismo, a mandíbula batiente.
Hasta el mismo señor presidente se ha mostrado risueño a más no poder en alguna de sus recientes conferencias matutinas, y me refiero sobre todo a esa en la cual se acordó de todos los “memes” dedicados a su idea de rifar el avión presidencial, asunto de entera seriedad pública como para no tomarlo a chunga, sobre todo ahora cuando ya se nos han mostrado hasta los billetes de tan extravagante desafío a la fortuna.
Lo bueno es la diversidad.
Mientras algunos nos reímos de la “puntada” rifadora; otros, seguramente con un más acusado sentido del bien patrio, la toman muy en serio. Y para ellos ha sido esta nueva explicación, la cual soluciona el problema de cómo convivir con el enorme aeroplano una vez y cuando la veleidosa suerte le depare su propiedad a un suertudo, a cambio de 500 pesos, porque si hay una posibilidad entre seis millones de sacarse el pájaro de acero (sin albur), eso quiere decir nada más: hay una posibilidad y esa existe. Tanto como las otras 5 millones 999 mil.
Es como la carrera del espermatozoide. Llega uno entre millones. Pero uno llega y casi siempre en el peor momento.
Pero la pregunta más disuasiva para participar en el sorteo, es la del optimista: ¿si me lo saco dónde lo meto (otra vez sin albur)?
Y la respuesta, solución al mismo tiempo, está aquí, al alcance de la siempre fecunda habilidad presidencial.
“…Por eso se termina ya el uso de aviones, de helicóptero, el avión presidencial se va a rifar. Imagínense si me iba yo a subir al avión que iba a terminar costando siete mil millones de pesos. Un palacio para los cielos, con restaurant, con alcoba.
“…Se le averió su avión al primer ministro de Canadá, a Trudeau, y le mandamos decir que si quería comprar el avión presidencial de México; y no le entró, porque el avión que se le averió es de menor calidad y no tiene tantos lujos como el avión presidencial de México…
“Por eso como nos ha costado un poco venderlo, deshacernos de ese avión, se va a rifar a todo el pueblo.
“Y no se preocupen que si a dónde lo van a estacionar.
“El que se lo saque, ahí van a estar los aeropuertos de la Fuerza Aérea Mexicana para guardar el avión, al que lo obtenga mediante la rifa.
“Ya vamos a resolver ese problema, ya muy pronto, a más tardar la semana próxima ya vamos a tomar la decisión y todo lo que se obtenga por la rifa, por la venta de ese avión se va a utilizar para equipos médicos en centros de salud, en hospitales que hacen falta…”
Yo no sé si el nuevo propietario lo va a guardar en los viejos llanos de Balbuena, ahí por donde se ubica la Cuchilla del Tesoro cerca de la avenida Santos Dumont, pero además de recibir ahí el servicio de pensión valdría la pena saber quién va a pilotear la aeronave; quien le va a dar mantenimiento (en EU costó 30 millones de pesos), ni quién lo va a lavar siquiera.
No podemos ocupar al personal militar en el baño de un avión suntuoso sea quien sea su propietario. Y si cada lavada cuesta 100 mil pesos, pues ya puede caerse de mugroso, porque ¿quién va a gastarse esa fortuna en tan higiénico afán?
Ahora bien, se podría llevar a los infractores del tránsito en la Ciudad de México a realizar trabajo comunitario con el aseo del TP-01 (aspirado y con Teflón), como parte de las “foto cívicas