SERENDIPIA
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional juega ya el rol de opositor que no ha podido desempeñar la oposición partidista frente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
El EZLN que descarriló el proyecto de Salinas ha tomado un rol protagónico frente al gobierno de AMLO, apoyado en el mismo factor sustancial que lo ha llevado a trascender el tiempo y a diferenciarse de gobiernos de distintos partidos: su peso moral frente a partidos y gobiernos cada vez más desacreditados y alejados de la sociedad.
El EZLN es un milagro mexicano: logró sobrevivir a varios gobiernos que lo persiguieron. El fracaso de las mesas de discusión y los acuerdos con diferentes gobiernos para resolver demandas indígenas ancestrales fue en realidad el inicio de la verdadera revolución del EZLN, consistente en abrir espacios de libertad para que los territorios zapatistas abrazaran con plenitud distintas formas de organización y de gobierno que hoy han probado ser eficaces por lo menos en el micro mundo de esas comunidades.
Tomemos a manera de ejemplo a los partidos políticos. El PRI, que gobernó 76 años, y el PAN, que gobernó dos sexenios, son muertos en vida o moribundos que batallan para evitar ahogarse en sus propias olas de corrupción, soluciones fallidas y complicidades con el crimen organizado, el que viste cuello blanco y el que carga un cuerno de chivo.
Morena, el partido del Presidente, no tiene vida propia y sus conflictos de grupo y de intereses acentúan la ironía del Presidente más fuerte en la historia del país, y un gobierno y un partido débiles, con una conducción errática y un incierto proyecto a futuro.
Mientras el país vive el naufragio social de la violencia contra la mujer y los feminicidios, las comunidades zapatistas son territorios libres de crímenes contra mujeres. Es mucho lo que el EZLN tendría que enseñarle al país y a las instituciones en términos de organización comunitaria como base de una sociedad.
La voz y la posición del EZLN tiene una importancia vital en las circunstancias de un país con un presidente dominante cuyo partido controla las dos cámaras del Congreso, y unos partidos de oposición desarticulados por su propio pasado de corrupción, excesos y soluciones insuficientes o fallidas.
Ahora los zapatistas han rechazado los proyectos de AMLO por los daños que suponen al medio ambiente y la autonomía de las comunidades, y han anunciado que defenderán la tierra hasta con la vida. Es interesante el marco político que todo esto forma.
El gobierno de AMLO puede encontrar las razones legales necesarias para lo que sea. Ya lo hizo para exonerar a Bartlett y sus 23 propiedades por 40 millones de dólares, y también para comenzar las obras en Santa Lucía a pesar de todas las evidencias en contra.
Los zapatistas se oponen al tren maya básicamente porque supone un modelo de desarrollo capitalista que no respeta la autonomía ni los recursos de las comunidades. El EZLN es ya la piedra moral en los zapatos del presidente.