LA APUESTA DE ECALA
La suntuosa hacienda de los Galeana estaba vestida de sus mejores galas, el arco de entrada de un doble de ancho que cualquier carroza, le daba a toda la imagen de la estructura una mayor elegancia, sus ventanas adornadas de farolas de color rojo y blanco, permitían a los visitantes hacerse de un recuerdo para toda su vida.
Es tal vez la última cena de fin de año en aquellos lugares, le esperan al joven Hermenegildo un decisión que ya ha tomado.
Ser un Insurgente de las huestes del cura de Dolores, el generalísimo Miguel Hidalgo, amigo que por medio de misivas, le ha hecho saber que es de suya la gesta en agravio de la corona, que sus bienes y riquezas están al servicio de la causa, en ello esperaba la contestación, solo para formalizar lo que ya era una verdad.
Su madre de origen Inglés igual que su padre —se estilaba el matrimonio entre primos hermanos— aunque no le dieron instrucción académica, si le otorgaron el saberse atraído por el trabajo y las buenas costumbres, Hermenegildo nunca aprendió a leer o escribir —sus cartas las hacía un criado de su padre— pero esto no le intimidaba, cuando sabía que hacer y a quien otorgarles tales ocupaciones.
Su amada de toda la vida, una hermosa joven de Valladolid, de apenas dieciséis años, se encontraba con él, era la cena en donde le declararía su amor, una vez supiera que se iría a la guerra en contra de la corona y que sus bienes —que se contaban por múltiples— al saberlo, a ella le tocaba decidir.
Entre los invitados estaba José María Morelos y Pavón, un sacerdote de gran cariño y respeto por la comarca —a pesar de sus escritos acerca de la falta de atención de los ibéricos a los asuntos de los nativos— el contar con su presencia en estas tierras cercanas al Pacífico, permitía a Hermenegildo darse mayor fuerza en sus decisiones, hoy su padre y madre, además de los invitados, sabrían sus claras intenciones.
Al estar todos los invitados, la charla versó entre convites y atenciones de la moda en Europa: los enciclopedistas, un conjunto de autores que hablan de hermandad, de igualdad entre todos sin distingo alguno de raza o idioma, se marcan anchas diferencias entre los iguales, diferentes sí por lo natural, pero iguales en sus voluntades y oportunidades de atención por parte de quienes les dominan, y en veces, les esclaviza.
—¡Imaginen un esclavo igual a nosotros! pero que descaro.
Algunos invitados comentaban —las mujeres no tenían permitido hablar en estas reuniones, solo con la venia de sus padres, si fueran solteras o de sus esposos y exclusivamente en asuntos a la crianza de sus hijos— por lo que la charla era solo entre caballeros.
Entre ellas estaba la prometida de Hermenegildo, quien trataba de participar en voz y dejar una simple idea —siendo la novia del anfitrión consideró estaba en posición de hacerlo— pero el joven Galeana no le dio atención al gesto.
La cena se engalanó con un suculento platillo de sopa de pollo y verduras —en estos potajes se estilaba comer la pata de la gallina— buñuelos en miel de mezcal, pequeños bollos cubiertos de caramelo y el plato fuerte fue cervatillo asado con salsas de la sierra, le acompañan vinos traídos de las haciendas de Atacama —demasiado al sur del territorio meridional.
Al finalizar la cena Hermenegildo hizo sonar su cubierto con la copa —en señal de atención a los comensales— poniéndose de pie les solicitó aún no levantaran su copa para el brindis —gesto con su mano de que iba a hablar un buen tiempo.
« Por mucho amigos es tal vez hoy, una de las mejores oportunidades en recordar el ya, que finiquita, este año de 1810, como uno que pasará a la historia, porque buscamos varios, que se termine esta injusticia llamada corona española.
Que a bien y sabedores del todo de noticias, es en España en este momento, lugar de presencia de revueltas y levantamientos, porque en estos lares, somos solo el resultado del mal acontecer de tras los océanos del atlas, se vive en el mismo corazón de nuestro centro del Rey.
Han de saber que a mucho y en tiempo, me uniré a la justa y pondré lo poco que la vida me ha dado y lo que para mis amigos, lo vasto, estará al servicio de a quien aquí hoy nos acompaña: mi buen amigo José María, a quien agradezco el fervor de su presencia en estas fechas tan convulsionadas y de peligro, tan solo por reunirnos.
Aún recuerdo aquellos ayeres en conjunto con mis hermanos José Antonio y Luis, nos disponíamos a celebrar estos menesteres de fin del año, al lado de la campiña, con algunos piensos para nuestros caballos, víveres y buenos vinos, recorríamos todo el estrecho de la sierra de Zihuatlán, hasta llegar a los valles escarpados de las orillas de los mares, que a rompe olas, nos dejaban un sabor de nostalgia, de tiempos que no hemos de volver a vivir.
La fortuna que nos llegó de Inglaterra, por la herencia de nuestros abuelos, encontró a una familia del campo, trabajadora como tal, pero ajena a los negocios, de los cuales hemos tenido que aprender, en sí, por la notoria forma de aquellos españoles que nos defraudaron y nos quitaron casi la mitad de los bienes de mis padres.
A pesar de las audiencias con los ayuntamientos, de visitar a los gobernadores de Valladolid, no hubo manera de recuperar de aquellos engaños, con los que nuestros socios nos llevaron al fraude, especialmente a aquellos ibéricos que robaron con descaro lo llegado de Europa, no hubo cárcel ni mazmorra para nadie.»
Paró un poco y dio un sorbo a su vino apodado “borbón“ que era un brandy fresco y dulzón, continuando con su brindis.
«Esta noche es solo un momento, un pequeño espacio, en la infinidad de los tiempos, de aquellos de quienes sabemos, han cambiado el camino de lo cotidiano, haciendo de sus obras, un verdadero homenaje a quienes les adiestraron en las artes de la justicia y la razón, no dejemos que la vida pase por un instante, sin dejar de hacer lo propio y lo conveniente por aquellos a quienes la vida no les ha regalado lo que todos por comienzo poseemos, la dignidad y la igualdad.
Desde hoy en esta hacienda, no habrá esclavos, he hecho el menester de que mi señor notario haga el destino final de la jurisprudencia y resaltar los valores de que en este recinto no habrá por diferentes a ninguno o ninguna.
Que los hijos de esclavos dejen de ser esclavos y sean, no sé, tal vez afanadores, curtidores o algún oficio que de gusto propio y personal, deseen en su niñez lograr hacer de su destino, formando con ello en su trabajo honesto un pequeño resguardo de sus monedas y logren ¡de verdad que lo hagan! hacerse de un espacio de tierra para sus hijos y descendientes…»
Los invitados le aplaudieron y felicitaron con propia voz de tal acto.
«Agradezco el gesto, y deseo lo hagan en sus propios menesteres, de favor ¡háganlo!…
Este año que vivimos está por terminar, y me apropio de todos los pensamientos de quienes aquí estamos, logrando tal vez terminar con la tiranía de quienes nos oprimen por el simple hecho de ser, como ellos nos dicen: criollos.
Como si esta palabra de por sí esté cargada de un separo, de una mazmorra, en donde de por vida se nos distingue por diferentes a los españoles nacidos en territorio mismo, y se sabe ya, que en la igualdad está la diferencia, estamos creados a imagen y semejanza del superior, del Dios único, y que por ello nos debe quedar claro, que no existe diferencia alguna entre nosotros.
Tan solo por llamarnos criollos nos distinguen con diferentes, no deberá haber vocablo alguno que lograr diferenciar a unos de los demás, somos personas, dignas y creadas en la igualdad del hombre y mujer, más no por ello, bajo distingo alguno, ni en lo familiar ni en la comunidad.
¡Dejen de llamarnos criollos! »
Nuevamente la concurrencia le alabó por tan distinguidas palabras«Por último, deseo solamente anunciarles que me despojo de todo lo que tengo, de toda mi riqueza y flacuras, de todo lo holgado y ademanes, dejo todo lo que soy y encuentran hoy, en la totalidad de que cada moneda que obtenga de la venta de todo lo material que ustedes hoy, y que por última vez gozarán, pasará a manos de la insurgencia de mi General Miguel Hidalgo, en la gloria de llegar a buen fin, en pro de los que menos tienen y más necesitan.»
Todos se quedaron asombrados de tal decisión, en especial su amada, aquella joven de Valladolid que se presentaba como la prometida y tal vez la esposa de un hacendado poderoso de la región.
Se acercó la joven, tomando su mano y rompiendo todos los protocolos de un noviazgo novohispano le declaró su sentir.«Cuido con recato cada una de las palabras que a mi mente vienen en este momento, para decirte cuanto ahora voy a a expresar, escucho cuanta osadía guardan tus palabras amado Hermenegildo.
Por mi pensamiento cruzan la fortuna y el deseo de hacerte saber lo que mi corazón esconde, que delante de todos quienes aquí nos acompañan, también de igual manera, congrego en mi alma un sentir, no de una mujer de alcurnia de mi noble familia, también de criollos, sino de la mujer que esperaba acompañarte en una vida sencilla, rodeada de quienes te aman y consuelan.
No deseo ser la mujer de un insurgente, de un bandolero, de un perseguido, si por en condición te hicieras preso ¡no deseo ser la esposa de un reo! que de por ir al cadalso, bajo ninguna posición admitiría en mi corazón ser la esposa de un ejecutado.
¡No fui criada por mi familia en tan noble ejercicio religioso para culminar así! terminando de la mano de un canalla, mis recuerdos por toda una eternidad me atormentaría cual infierno, mis padres no lo permitirían, me afrentarían cada noche.
He cuidado mi moza, mi lozanía y mi entereza de mujer para un hombre que valga la pena, que descubriera en él a quien admiro y respeto, que a mis hijos, si Dios me diera de más, les pudiera hablar de tan noble gallardía que guardaría mi supuesto esposo, lleno de vítores por simples hechos de todos los días, y mis amores, para responder a sus caricias.
¡No deseo ser la esposa de alguien a quien la gente le llama delincuente!
Pero deseo hacerte saber amado Hermenegildo, que en la sencillez de tus palabras y en las obras magnánimas de dar todo por una causa que tú mismo otorgas como única, en fervor de los que menos tienen, deseo hacerte saber de mi corazón más profundo el sentir de mis sueños y pensamientos.
¡Sí deseo ser la esposa de un héroe! ¡sí deseo que por la comunidad me señalen como la mujer de quien con sus actos cambió el destino de un grupo de personas! aquella que acompañó a su esposo a lograr un espacio de libertad e igualdad, en pro de formar una mejor sociedad.
Sí deseo en y por mucho ser la esposa de ¡Hermenegildo Galeana!»
Hermenegildo Galeana de Vargas el primero de enero de 1811 se unió a los ejércitos de José María Morelos y Pavón, siendo diestro en los caballos e inteligencia militar, pronto fue ascendido, sus hermanos José Antonio, Luis y su sobrino Pablo, también le acompañaron, junto a Mariano Matamoros fueron piezas clave del ejército Insurgente del generalísimo Morelos.