EL CRISTALAZO
El inolvidable maestro José Pagés Llergo describió alguna vez a este país con gracia tabasqueña y acierto absoluto:
En México –dijo– hacemos chocolate sin cacao; cerveza sin alcohol, cigarrillos sin nicotina y periódicos sin periodistas. Sin embargo ni con su aguda perspicacia se le habría ocurrido pensar en una pista de hielo, sin hielo.
Hoy el gobierno de la innovación y los derechos ejercido por la señora Regenta de la CDMX, doña Claudia Sheinbaum, se le ha venido a la cabeza la solución de un problema. Los gobiernos anteriores le ofrecieron a los ciudadanos una gélida diversión decembrina e invernal: una villa alpina con toboganes blancos, una pista de hielo y una helada ilusión de trasladar el Rockefeller Center a la enorme planicie uruchurtiana del Zócalo de la capital, costumbre tan oportuna como para repetirla o copiarla en sitios de tan tórrida condición como Tapachula, Chiapas, donde el hielo se hacía charco antes del canto de un gallo.
Como decía Joaquín Sabina, moría “como dos peces en un güisqui on the rocks”.
El problema consistía en cómo perpetuar la costumbre de dar vueltas en el frágil equilibrio, sobre las cuchillas de los patines para hielo, sin desperdiciar miles y miles de litros de agua congelada con serpentines de amoniaco y un enorme consumo de energía eléctrica y producción de toneladas de bióxido de carbono.
Una solución habría sido –como hizo Miguel Ángel Mancera con los areneros de gato de las Playas Artificiales de Marcelo, convertidas en caldo proletario y urinarios infantiles–, eliminar el “programa” y San Seacabó, pero eso no iría de acuerdo con la tradición populista del pan y el circo, practicada hasta por quienes no sin populistas sino simples burócratas oportunistas.
Entonces se decidió por hacer la pista de hielo sin hielo y para ello se contrataron los servicios de una empresa suiza llamada Glice, la cual ha instalado este sistema de ocio deportivo en muchas partes del mundo sin responder la pregunta final: ¿cuatro mil metros cuadrados de acrílico (quien sabe cuántas toneladas peses esos bloques removibles), no son tan contaminantes como podrían ser, a la hora de desecharlos, todos los popotes y bolsas de plástico utilizadas fugazmente en el país durante años y años?
Porque si la física no miente, el acrílico es tan indestructible por degeneración natural o degradación orgánica como todos los demás plásticos cuya proliferación amenaza al planeta. Y si la finalidad es –como dice el manager de la ya dicha empresa Glice, Hans Broder (feliz por el contrato cuyo monto se desconoce)–, patinar para salvar al mundo, bien convendría saber cuál será el destino final de esos placas de acrílico tan liso y suave como para deslizar en él las cuchillas afiladas los patines.
Pero si fin, alguien responderá. O no. Me da lo mismo.
Por lo pronto estos son los datos ecológicos disponibles:
La pista mide 4 mil metros cuadrados, es la más grande montada hasta el momento por la empresa suiza Glice, la cual (EFE) “desde 2012 apostó por esta alternativa al hielo, con un gasto energético por metro cuadrado equivalente al de una casa entera.
“Lo que sucede en este caso es que con 4 mil metros cuadrados nos ahorramos la energía de 4 mil casas en agua, combustible y electricidad”, detalló Hans Broder, responsable de esta empresa especializada en hielo sintético en México.
“De acuerdo con los datos aportados por el gobierno de la ciudad, se ahorran 398 mil litros de agua, 307 mil litros de gasolina, y más de 330 mil kilovatios de energía eléctrica.
“El material es un polímero de alta densidad “con un par de ingredientes secretos” que consigue una superficie en la que los patinadores pueden deslizarse de una forma similar al hielo…”
“…La pista se ve este año abarrotada y de hecho el primer día recibió más de 9 mil 800 visitantes según los datos del gobierno de la ciudad, pero pocos usuarios se ven cruzando la pista con destreza, más bien la mayoría se desliza poco a poco agarrado a la barandilla, probablemente por el material.
“Después de mil 500 pistas montadas en más de 90 países, incluyendo una en una playa de la India u otra en la cima de un hotel de Nueva York, la empresa se corona con esta infraestructura en Ciudad de México.
“… Estamos agradecidos con México que también quiere cambiar y quiere transmitir ese mensaje al mundo”, declaró Broder”.