ALHAJERO
Cuentan que uno de los funcionarios que andaba con los nervios de punta con el “sí, no, quién sabe…” del nuevo Tratado de Libre Comercio (T-MEC), era el secretario de Hacienda, Arturo Herrera.
—¡Ya se veía horrorizado el 31 de diciembre con el tipo de cambio! —cuentan allegados a Palacio Nacional y al equipo negociador.
Pero lograda la firma de la famosa adenda —en presencia y con el compromiso político de las principales figuras negociadoras de Estados Unidos, México y Canadá—, sus propios compañeros de gabinete lo animaron:
—Anda, ya puedes respirar tranquilo…
El propio negociador en jefe mexicano, Jesús Seade, mencionaba ayer en el Senado que uno de los principales beneficios obtenidos era el incremento de la confianza, la certidumbre y la estabilidad que ofrece para las inversiones.
Y contó al respecto:
—Las calificadoras se fijan en la relación entre la deuda y el Producto Interno Bruto (aunque una se mide en dólares y otra en pesos), y el dato que toman en cuenta es el del 31 de diciembre. Lo más probable ahora, con la confianza y certidumbre que trae la firma de la adenda, es que nos ayude a bajar un poco la deuda.
Así que, cuentan, los rostros en Hacienda retomaron color. Incluso, hay hasta quienes se atreven a sonreír. Mientras tanto, el proceso de ratificación de la Adenda y del Tratado sigue.
Acá en nuestro país, sin mayor problema, a pesar de los reproches y pataleos de algunos empresarios. En Estados Unidos, a decir del subsecretario para América del Norte, es posible que se dé la semana próxima, antes del día 20.
Es por ello que los embajadores de México y Estados Unidos, Martha Bárcena y Christopher Landau viajaron al día siguiente de la firma a Washington: para continuar con el cabildeo requerido.
Otro tanto ocurrió con el representante de México en Canadá, Juan José Ignacio Camacho, allá los tiempos parece irán más lentos. Pero Seade no pierde el optimismo. Dice que, en una de ésas, también se logra en estos días.
Del lado diplomático andan muy contentos. Seguirá lo difícil: la implementación del Tratado. Eso ya será tarea de otras dependencias: Economía y Trabajo.
De los saldos finales de esta postetapa de la negociación del Tratado —“esto no era una negociación, era una lucha por hacer respetar nuestros derechos”, a decir de Seade—, quienes atestiguaron lo vivido, destacan dos puntos:
1.- Que el acuerdo, efectivamente, no es sólo económico, sino también político y de cooperación.
2.-La (buena) impresión que Lighthizer se llevó de Andrés Manuel López Obrador, al que no conocía.
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GEMAS: Obsequio del jurista Diego Valadés: “Desconozco las causas del error en que incurrió el embajador Ricardo Valero, pero conozco al ser humano, honorable, culto, patriota. Dejar una embajada no afecta la biografía de nadie, pero debe cuidarse que no se afecte la dignidad de un buen mexicano. Sería una injusticia”.